un año más, y van muchos, en la cúspide del baloncesto nacional y continental. El antiguo TAU, ahora rebautizado como Caja Laboral, ha vivido un frenético curso deportivo saldado en líneas generales de manera exitosa y con un título que, sin embargo, no sació los apetitos más voraces. Lo importante, como siempre se encarga de ponderar Josean Querejeta, es que el equipo mantiene una regularidad asombrosa y posee un gen competitivo del que no pueden presumir muchos. Porque, mientras la mayoría de los rivales va dando bandazos de un lado a otro, el Baskonia se mantiene fiel a una filosofía que le da óptimos resultados.

El suyo, a diferencia de los dos mastodontes que se nutren del fútbol, es un éxito derivado de una organización modélica y del incansable trabajo de un club que busca petróleo de donde el resto saca harina. Bajo el manto protector de Josean Querejeta, inteligente como pocos en el arte de los negocios y que ha dotado al club de un patrimonio impensable hace unos años, la integridad del Baskonia se encuentra a salvo de cualquier crisis.

El curso recién finalizado volvió a deparar a los alaveses más alegrías que tristezas. Con el sexto título de la Copa del Rey luciendo en las vitrinas del Buesa Arena, conquistado de manera brillante en febrero en Madrid, se ha mantenido una inercia ganadora que se remonta a años atrás. Fue el momento de mayor éxtasis dentro de una campaña en la que, como suele acontecer con Dusko Ivanovic al frente de la maquinaria, el rendimiento del colectivo fue de más a menos.

La desmedida carga de minutos que tuvieron que soportor algunos jugadores, léase Prigioni, Rakocevic, Mickeal o Splitter, motivó que el antiguo TAU llegara fundido a la final liguera. Tras acabar la fase regular en primer lugar y doblegar al Bilbao Basket y al Real Madrid antes de la final, el todopoderoso Barcelona se cruzó en el camino hacia la tercera Liga ACB y la quinta Final Four consecutiva.

La interminable plantilla blaugrana, con puestos hasta por triplicado, dejó al conjunto alavés con la miel en los labios. La primera cornada llegó en el cruce de cuartos de la Euroliga, disputado con el factor cancha en contra tras una dolorosa derrota ante el Olympiacos en la recta final de la primera fase.

Pese a la esperanzadora victoria inicial en el Palau, el Barcelona acabó llevándose el gato al agua gracias a su mayor amplitud de plantilla. Tras tocar casi el cielo en las ediciones de Moscú, Praga, Atenas y Madrid, los vitorianos debieron conformarse con ver por televisión la cita de Berlín. Allí se congregarían los cuatro clubes más opulentos de Europa (además del Barça, el CSKA, el Panathinaikos y el Olympiacos), algo hasta cierto punto lógico tras sus monumentales inversiones económicas.

En la Liga ACB, también faltó la guinda para completar una campaña redonda. Un inverosímil triple de Basile, a falta de dos segundos para la conclusión del pulso inicial en el Buesa Arena, convirtió el título en una quimera. La doble cita del Palau supuso una agonía insoportable por el flagrante ejercicio de inferioridad. Los catalanes se adueñaron del título de forma merecida y con ello se aceleró un cambio de ciclo que, por otra parte, era intuido por todo el mundo desde varios meses atrás.

Y es que el último verano resultó movidito. Rakocevic y Mickeal, tentados por ofertas superiores de otros lugares, fueron los primeros en emigrar y dar paso a la desbandada. Si la marcha del serbio y del estadounidense se debió a motivos económicos, la de Prigioni tuvo su raíz en un agotamiento mental. El argentino, auténtico cerebro baskonista durante las seis últimas temporadas, entendió que su ciclo en Vitoria había finalizado y buscó nuevos desafíos deportivos. Tras numerosos desencuentros con el Real Madrid y en una operación en la que a última hora también entró Sergi Vidal, el Caja Laboral cerró un buen trueque en el que consiguió los servicios de Oleson y una fuerte suma de dinero. El de Alaska encarnó el perfil de los nuevos fichajes: jóvenes, ambiciosos y con ganas de labrarse un futuro en el mundo de la canasta. Así llegaron Pau Ribas, Lior Eliyahu, Marcelinho Huertas y Carl English.

Sólo Walter Herrmann, un alero curtido en mil batallas y con un discreto bagaje en la NBA, alteró una filosofía muy del gusto de Ivanovic como trabajar con piezas eminentemente jóvenes. Tras una pretemporada y un inicio de curso presidido por la mala suerte, el Caja Laboral parece haber enderezado una trayectoria dubitativa.

Con el paulatino regreso de los lesionados -sólo Oleson continúa en el dique seco tras ser recientemente operado-, el equipo vitoriano debe convertirse en la única alternativa sólida al intratable ritmo impuesto por Barcelona y Real Madrid, armados hasta los dientes y los verdaderos cocos de la ACB y la Euroliga con permiso del Panathinaikos. De cara a 2010, donde los títulos se cotizarán muy caros, la empresa es compleja.

l Savia nueva. El club apostó en verano por fichajes jóvenes y prometedores como Eliyahu, Oleson, Ribas y Huertas, muy del gusto del técnico Dusko Ivanovic.

l El gen competitivo. El Baskonia conquistó la Copa del Rey, accedió a cuartos de final de la Euroliga y perdió, también ante el Barcelona, la final liguera.

l Despedidas. Rakocevic y Mickeal se dejaron seducir por los euros de fuera, Prigioni acabó un ciclo y Vidal fue traspasado para cuadrar el presupuesto y cerrar la llegada de Oleson.