a confianza, que cuesta años ganársela, se puede romper en un segundo, en un visto y no visto, tal y como ha evidenciado el contagioso coronavirus, que desde su irrupción en nuestras vidas ha hecho que nos lo pensemos dos veces antes de entrar en cualquier sitio. Pero dicen también que la mejor manera de confiar en alguien es confiando y eso es precisamente lo que a empezado a hacer la ciudadanía alavesa, que poco a poco se está animando a entrar en el comercio, sobre todo en los del centro, desde que el pasado 11 de mayo los minoristas pudieron reabrir sus puertas.

Un ir y venir de clientela, que aunque aún no es el que era, está dejando sensaciones esperanzadoras entre los propietarios de establecimientos, adheridos a la plataforma de comercio urbano, Gasteiz On, a los que ha consultado este diario, quienes destacan que, gracias al cumplimiento a raja tabla de las medidas de higiene y seguridad y a su atención personalizada han ido ganándose de nuevo al consumidor.

En el caso de Mercedes Arce, propietaria de Anny-2, la tienda de ropa infantil y de bebé de la calle Independencia 2, de Vitoria, recuerda que sus ventas, antes del estado de alarma, iban bien. "Estábamos contentas porque parecía que sí, que estábamos de repunte. Enero y febrero fueron majos -resume- lo que pasa es que luego sí que la gente empezó a tener un poquito más de cuidado". Arce se refiere a marzo, cuando la amenaza del covid se convirtió en más real que nunca durante la segunda semana de ese mes, cuando Pedro Sánchez, anunciaba un viernes 13 su decisión de decretar el estado de alarma. Y con él, la bajada forzosa de persianas de bares y tiendas como la de Anny-2.

"El primer día que nos dejaron, el 11 de mayo, reabrimos y la verdad es que muy bien, muy contentas, sobre todo las dos primeras semanas en la que estuvimos muy, muy, muy sorprendidas, aunque también porque nuestra tienda es de niños y las criaturas crecen", añade con una sonrisa. Y en esos tres meses de confinamiento más de un txiki ha dado el estirón. "La gente estaba agobiada porque ya no tenía ropa. Se le había quedado pequeña", añade. Por eso ahora, las prendas de algodón, como pijamas, son sus productos más demandados. "Tenemos de todo, pero nosotros estamos especializados en ceremonia y eventos, aunque todo lo que tiene que ver con comuniones y bodas, como ha estado paralizado, nos ha afectado", detalla. Ya la tercera semana, en cambio, las ventas les empezaron a "flojear", a raíz de la apertura de grandes tiendas y en la cuarta ya ha sido "mucha más tranquilidad, y como nos hizo un tiempo horroroso, influyó mucho". Si bien, ahora "parece que se ha retomado las compras de prendas para bautizos. Nos han dicho, por ejemplo, que el 18 de julio hay bastantes y que para septiembre hay alguna que otra boda".

Respecto a las medidas de seguridad no les han supuesto ningún quebradero de cabeza adicional. "Teníamos claro que íbamos a poner mascarillas y guantes (tienen un expositor en la entrada del comercio), más que nada porque vendemos productos para bebés y niños, y aunque da más tranquilidad que los clientes se los pongan, si alguien sigue con el miedo, le aconsejo que lave la prenda. También hemos puesto esta mampara en el mostrador, que nos ha regalado una de las casas con las que trabajamos", señala. En relación a las ayudas, propone mejorar la que da el Ayuntamiento para EPIS. "Nos dicen que para acceder a la subvención tenemos que tener un mínimo de gasto de 500 euros, ¿pero qué tienda pequeña se puede gastar 500 euros? Es una barbaridad", opina.

A la pregunta de si su comercio va a hacer rebajas, la propietaria de Anny-2 responde afirmativamente porque "es una de las cosas que casi nos han exigido, aunque ha sido una cosa que a mí, en cierta forma, me ha enojado porque aunque las pensábamos hacer, me fastidia que hace tres semanas nos estuvieran pidiendo rebajas porque ya había tiendas con ellas, pero es que yo todavía no he pagado el género que me llegó antes del confinamiento", lamenta. Por eso no sabe es cuándo las van a hacer. "Nos presionan porque los grandes son los que mandan porque o te subes al carro o te quedas sin vender, así que desde hace una semana tenemos una casa en promoción, con un 30%, precisamente para la gente que te viene pidiendo alguna rebaja, aparte del outlet que tenemos arriba". Sobre las expectativas que tiene de las mismas, "espero que sean buenas porque el año pasado lo fueron. Hay que tener esperanza y género y tenemos mucho".

En cualquier caso, Arce incide en que todo apoyo al comercio local es poco. "Yo creo que la gente sí que se ha concienciado algo en que tienen que apoyarnos al pequeño comercio, que es el que da vida a la ciudad. Ya se ha visto en estos días de confinamiento, que cuando no hay tiendas, no hay nada. Es una tristeza y la gente sí que se ha mentalizado un poco más y confiado en el pequeño comercio. Todos tenemos que ayudar. Esto es una rueda, que la gente siga confiando en el pequeño comercio. A ver si siguen así porque internet asusta, nos hace mucho daño y una ciudad llena de bancos y de oficinas es muy triste", resalta.

El comercio de Elena Eceolaza-Estilista, de Pío XII, 7, fue otro de los que en cuanto reabrió el 4 de mayo fue recibido con los brazos abiertos. "He sido una privilegiada. Estoy muy agradecida a mi clientela. Es maravillosa. Ha venido el 100% de mis clientes. Todos están respondiendo muy bien. No echo de menos a nadie. Y mi familia también me ha apoyado mucho", agradece la propietaria de esta peluquería, Elena Eceolaza.

Recuerda que durante el confinamiento se debatió entre la incertidumbre y la angustia por saber cómo proteger a sus clientas y trabajadoras. "Pero con el paso del tiempo, tras la reapertura, ya nos hemos ido 'aclimatando' a toda esta nueva situación y seguimos cumpliendo con todas las medidas de seguridad y de desinfección". Aunque, al igual que Arce, cree que habría que cambiar el mínimo de gasto que se exige para la adquisición de EPIs para pequeños negocios. "Nos piden un mínimos de 500 euros, pero todavía no lo hemos generado. El problema es que para acceder a las ayudas siempre hay un pero, cuando debieran dárnoslas desde el minuto cero". Una queja que también ilustra con los problemas que ha tenido su establecimiento para solicitar las ayudas a pymes y autónomos, "cuando la web se colapsó" y con que todavía esté esperando a ver si le conceden la ayuda para el alquiler de la lonja, "porque todavía no sabemos nada".

La peluquería de Eceolaza también supo sacar partido del confinamiento. "Lo aprovechamos para formarnos, haciendo cursos online sobre nuevas técnicas de color, mechas balayage y en técnicas de permanentado", ejemplifica. Sin embargo, todavía no las ha podido poner en práctica. "Los tratamientos que nos piden son un poco básicos, nada de hidratamiento, como antes para irse a la playa, más que nada porque nadie sabe si va a poderse ir de vacaciones, así que nos piden color y corte. Yo lo llamo el corte anticoronavirus, porque algunas me venían con unas greñas y con unos tijeretazos€ He tenido que normalizar las cabezas de nuestras clientas para la nueva normalidad", dice entre risas.

A Mónica Martínez, socia junto a su hermana Rosa, de Relájate i-Punto, de Koldo Mitxelena, 11, comercio especializado en moda y prendas que tejen en su propio taller, y que incluso da talleres de punto, también le gustaría que el confinamiento sirviera para que la gente apostara más por el producto local, "nosotras, por ejemplo, intentamos que nuestros proveedores sean nacionales. Supongo que seguimos siendo idealistas en ese sentido. En cuanto a las vacaciones de este año creo que la gente sí que va a apostar por lo local, pero en cuanto al comercio no lo sé porque todavía sigue teniendo mucho tirón Amazon". De hecho, cree que todavía, en la 'nueva normalidad' hay "incertidumbre porque la gente tiene miedo a entrar en las tiendas y a no saber qué va a hacer en sus vacaciones. Y eso nosotras lo hemos notado en la parte de la tienda que tenemos para la venta de ropa, como vestidos", apunta la copropietaria de este negocio especializado en la atención personalizada.

Hasta tal punto miman a sus clientes que durante el confinamiento habilitaron un teléfono para atender dudas, "sobre todo las relacionadas con las labores que iban haciendo, diciéndonos que se les había quedado algún punto y no sabían que hacer para seguir tejiendo". Pese a que en el estado de alarma ha sido muy difícil seguir, al tener pocas ayudas y la tienda cerrada, además de los problemas que hemos tenido a la hora de hacer el reparto de los pedidos que tenían online, les ha servido también para reinventarse. "Hemos hecho un esfuerzo por mejorar nuestra página web y para formarnos en redes sociales. Ahora tenemos community manager y hemos hecho talleres para hacer mascarillas de crochet, con un bolsillo para meter el filtro", declara.

Esta semana han rescatado del ERTE a una dependienta, y ya han puesto alguna rebaja con una marca, Lion of Porches, gracias a que el proveedor les ha puesto buenas condiciones, aunque el pistoletazo de salida a la temporada de descuentos lo darán en julio. Y en relación a las ayudas considera que se necesita dar más apoyo a la venta online "para poner al pequeño negocio en el siglo XXI y más bonos, como los de la Fundación Vital o los de Gure Laguntza, que funcionan bien".

El estado de alarma también se llevó temporalmente otro emblemático local de la ciudad, El Portalón, de la Kutxi, que también tuvo que cerrar su grandiosa puerta de entrada, pese a lo bien que iban sus ventas. "Antes del confinamiento ya iban bien, al 100% de trabajo, tal y como había empezado el año", cuenta su gerente, Alberto Ortiz de Zárate. Pero con el coronavirus, al igual que el resto de establecimientos, tuvieron que dejar de trabajar desde que se decretó el estado de alarma.

Nunca les había pasado nada similar desde que en el año 2008 tomó las riendas de este negocio, ya que abren todo el año, excepto las noches de Navidad y Nochevieja, motivo por el que tienen una plantilla más grande para poder ir haciendo rotaciones. "Fue un problemón porque de repente pasas de una plantilla para un 100% de trabajo, porque no veníamos de ninguna crisis, a tener que reducirla. Ahora somos 14 trabajadores y antes estaban en 21", afirma. La única ventaja que cree que tuvo la hostelería es que la pandemia tocó en el primer trimestre, que es cuando menos se trabaja, con lo cual las plantillas son un poco más reducidas, "pero si esto llega a pillar en el último trimestre del año, hubiéramos tenido más problemas".

Sea como fuere, durante el confinamiento fue inevitable que pensara en el negocio, "piensas en cómo va a arrancar, ir haciendo previsiones de cómo lo va a hacer, y cada semana ibas haciendo un planteamiento diferente porque las noticias iban cambiando. Cuando ya se fueron aclarando un poco más, y se supo claramente que iba a haber tres fases, nos acoplamos a ellas". La reapertura, por fin, el pasado 25 de mayo, "y tal y cómo nos iban marcando, íbamos reabriendo". "Hemos empezado con porcentajes muy pequeñitos, pero la gente cada vez va a más y a mí, de momento me está dando confianza de que vamos a ir a más, pese a que aún estamos muy flojitos en comparación con antes, pero los clientes empiezan a repetir tanto aquí como en otros sitios como en los que he estado comiendo en Vitoria porque veo que se cumplen las normas".

En el caso de su establecimiento, no han tenido especiales complicaciones a la hora de aplicar medidas anticovid, como la distancia interpersonal. "Al revés, como es un local tan grande no los he tenido, a diferencia de los locales más pequeños donde cuadrar esos números tiene que ser más difícil", destaca. Lo que sí que les afecta es el miedo de la gente. "Los que dejan de venir, por una parte son turistas, porque no había trasvase entre provincias, y, por otro, las comidas y cenas de empresa, que también estaban eliminadas por lo mismo. Y aparte todo lo que tenía que ver con comuniones, bodas o grandes comidas de grupo, que todo eso se ha anulado.

Primero, por las propias limitaciones del número de personas que podían juntarse y ahora, aunque ya se han flexibilizado más, queda un resquicio muy importante, que son los que están con el miedo hasta que no se solucione". Con lo cual, como matiza, hay una parte de venta perdida y de otra que se va a ir recuperando, "todo esto, siempre y cuando las cosas vayan bien". Aún así, las reservas van "creciendo semana a semana". Yo creo que también ha sido gracias al boca a boca, que siempre ha funcionado en Vitoria. "Cuando empezamos las distancias entre mesas, las ampliamos todavía más respecto a lo que nos marca la ley, con lo cual la gente se ha sorprendido para bien cuando ha venido y nos ha dicho que lo teníamos súper bien hecho. Además, nosotros, como tenemos ventanas, que no sea un sitio cerrado también nos ha ayuda mucho".

Su perfil del cliente no ha cambiado. "Aquí vienen parejas jóvenes, mayores, grupos de amigos, de empresa o de gente que luego se va a tomar unas copas a la Kutxi. El cliente de El Portalón ya es muy heterogéneo, no es como hace 25 años. Lo único que percibimos es que es muy importante la sensación de seguridad que tienen sobre nuestros protocolos internos", subraya.

Por eso considera que las mejores medidas tienen que tomarse con el sentido común. "Todo el mundo te dirá que quiere ayudas, pero lo que más nos puede ayudar es que el proceso de salir de la pandemia sea seguro, que la gente gane confianza y que todo vuelva a su cauce poco a poco para que no se nos vaya de las manos. Tampoco es solo cuestión de las instituciones, sino de los propios ciudadanos, haciendo una vida normal. En hostelería y eso que el sector es muy heterogéneo, está el sector muy concienciado porque nos va el sueldo en ello", remarca.

"He sido una privilegiada. Ha venido el 100% de mis clientes"

Elena Eceolaza-Estilista

"No sé si somos idealistas, pero apostamos por el diseño nacional".

Socia de Relájate i-Punto

"A ver si seguimos así porque una ciudad llena de bancos es triste"

Propietaria de Anny-2

"En hostelería el sector está muy concienciado. Nos va el sueldo en ello"

Gerente de El Portalón

"Quitando los de septiembre, la mayoría hará la boda en 2021"

Ibáñez Ceremonia