Aunque no hizo realidad el principal objetivo antes del derbi, que no era otro que sumar los tres puntos en disputa, el Deportivo Alavés pudo dar por bueno tanto el resultado como la imagen ofrecida ante el Athletic. Dice una máxima dentro del fútbol que si no puedes ganar, al menos no pierdas y el conjunto de Mendilibar se marchó a casa con la conciencia tranquila tras satisfacer una doble aspiración.

En primera instancia, sumó un punto que le permite acostarse momentáneamente fuera de los puestos de descenso a la espera del resultado del Elche, pero quizá mucho más importante que este dato fue el hecho de que, tras nueve jornadas seguidas encajando gol y siendo por momentos un coladero en defensa en veladas negras como las del Granada, Rayo Vallecano o Villarreal, terminó imbatido al poner por fin el candado a una portería hasta ahora excesivamente vulnerable.

Esta vez no concedió prácticamente ni las migajas un Alavés solidario, pétreo y rocoso que, sin meter el miedo en el cuerpo al Athletic durante excesivos minutos ni generar claras ocasiones de gol salvo el tiro al larguero de Rubén Duarte, mostró ese perfil de equipo destajista y sacrificado que tanto desea Mendilibar. Es cierto que el técnico de Zaldibar todavía no ha conseguido su primera victoria al frente del equipo tras dos cerrados derbis en casa, pero en el lado positivo de la balanza cabe señalar que ha devuelto el gen competitivo a un Alavés que hasta su desembarco manaba demasiada sangre y al que se le veían las débiles costuras con suma facilidad.

A diferencia de lo sucedido en la recta final de la etapa con Javi Calleja, cuando al menor soplido del rival el edificio se desmoronaba como un castillo de naipes, el vitoriano vuelve a ser un conjunto áspero y difícil de batir, algo que debe sentar las bases de la permanencia.

Pese a la consabida intención del Alavés de apretar arriba, incomodar la salida de balón a cargo de los vizcaínos y dejar muchos metros entre su defensa y Pacheco, apenas dispuso el Athletic de situaciones francas para perforar la portería de Pacheco. Mendizorroza tan solo sintió algo de miedo mediada la segunda parte. Una jugada de tiralíneas del habilidoso Muniain, que recortó en la frontal del área a Escalante, sirvió un balón a Raúl García, cuyo pase de la muerte al área no encontró rematador. A renglón seguido, un tiro de Berenguer tuvo una buena respuesta de Pacheco. Ese fue todo el bagaje ofensivo de un Athletic frenado por los grilletes locales.

En el buen trabajo de contención del Alavés influyó de forma notable la solidez exhibida por Miazga, una de las novedades del once inicial después de que Laguardia se quedase fuera de la convocatoria en el último instante. El espigado estadounidense, casi siempre a la sombra del maño y Lejeune desde el inicio de la temporada, fue un coloso tanto en el juego aéreo como a la hora de acudir al corte en las ayudas al francés. Por sí solo desbarató varias acciones de peligro en contra del Alavés, en el que Mendilibar introdujo un once bastante novedoso con un doble pivote (Moya-Manu García) presidido por un despliegue físico, a priori, escaso.

El ingreso de Escalante por Jason antes del intermedio robusteció más si cabe los cimientos albiazules a la hora de mantener a raya al Athletic. El técnico de Zaldibar no titubeó lo más mínimo para efectuar un cambio de claras connotaciones defensivas que permitió al Alavés ganar en consistencia con la presencia de un tipo canchero como el argentino, llamado a ser un titular indiscutible en esta segunda vuelta. En definitiva, una buena noticia dentro de un derbi por momentos tedioso y huérfano de cierta espectacularidad.