- Si la preocupación durante la pretemporada había estado centrada casi de manera exclusiva en los graves errores defensivos y el nivel del ataque ofrecía cierta sensación de seguridad, las tornas viraron por completo cuando llegó el primer partido de competición oficial. Una vez más, cuando los primeros puntos se pusieron en juego, las tendencias cambiaron de forma radical. El Deportivo Alavés ofreció ayer una versión muy segura en un entramado de contención que funcionó de maravilla y que apenas le permitió al Betis generar ocasiones de peligro, que se buscó en dos zapatazos lejanos repelidos por el larguero. Hasta que ya en el último minuto, el 95, un despiste en un saque de esquina propició que Cristian Tello quedase liberado para, ante la pasividad de Pere Pons, sacar un latigazo de zurda a la base del palo que castigó un buen trabajo albiazul en la contención. La penalización de un solo despiste que no tuvo su contrapartida en el otro extremo del terreno de juego, donde El Glorioso fue de nuevo un equipo de llaneros solitarios, Lucas Pérez y Joselu, muy faltos de acompañamientos y que en esta ocasión tampoco pudieron reeditar su fructífera sociedad. El nuevo Alavés tuvo demasiadas reminiscencias en esta parcela al de hace unos meses y ni siquiera es de extrañar que, huérfano de más argumentos, sus dos únicas ocasiones, que Claudio Bravo desbarató ante Rodrigo Battaglia y Víctor Laguardia con reflejos felinos, fueran consecuencia del balón parado.

En el estilo de Pablo Machín, una de las características que destaca en la llegada al área rival con muchas piezas. Dos delanteros, los dos carrileros y al menos uno de los mediocentros tienen que atacar en oleadas. Pero ayer, la pareja de puntas estuvo demasiado sola en estas funciones y la ausencia de acompañamiento se hizo demasiado evidente. Hasta la entrada en la segunda parte de un Javi López que cumplió a la perfección como caballo desbocado por el costado izquierdo, tanto Edgar Méndez como Luis Rioja en cada carril estuvieron más atentos de cubrirse las espaldas que de buscar la ofensiva. Y cuando se lanzaron fueron incapaces de superar a sus respectivas parejas de baile.

Si con los carrileros la necesidad de que adquieran mayor profundidad es evidente y hay opciones que la pueden dar dentro del equipo aunque se siga buscando en el mercado, más acuciante en este sentido parece en estos momentos un futbolista en el centro del campo de un perfil diferente a los que hay en estos momentos en plantilla. Dentro del sistema de tres que dispone Machín habitualmente, Battaglia tiene claramente asignadas las funciones de pivote, mientras que Tomás Pina y Pere Pons tienen recorrido más largo. El problema es que ninguno de estos dos encaja en las características del mediocentro con llegada desde segunda línea, calidad en el pase y capacidad goleadora que gusta al soriano. Y tampoco en la recámara hay ningún nombre que se ajuste a esos requisitos. Todos tienen un perfil más defensivo y les cuesta ganar metros hacia el área, lo que va en detrimento de un ataque que de esta manera pierde presencia.

Eso sí, viendo los problemas ofensivos ayer, llama la atención que Machín no variase en el tramo final su discurso hacia la variante táctica del doble mediapunta (del 3-5-2 al 3-4-2-1) que en ocasiones también utiliza y que hubiese dado cabida a un Borja Sainz extrañamente inédito.