haro - Es una de las marcas más prestigiosas del mercado, con numerosos premios como los World Cheese Awards, que premian los mejores quesos del mundo, entre los que se encuentran algunos alaveses. La segunda generación de Los Cameros se encarga en la actualidad de gestionar e ir ampliando esa quesería, que en realidad se llama Lácteos Martínez, y en la que una buena parte de la entrada de leche que necesita para lograr sus quesos procede de Álava, especialmente de la comarca de Valles Alaveses. Cuenta el gerente, Javier Martínez, que la historia de quesos Los Cameros, de Lácteos Martínez, “es, en realidad, una historia de amor”.

“Mis padres, Jesús y Justi, se conocen cuando tenían 16-17 años. Mi padre tenía una familia más o menos pudiente, con una situación económica más cómoda, pero mi madre era muy pobre. Vivía en un pueblo que se llama Galbárruli y su familia se dedicaba a elaborar queso de cabra, con un rebaño pequeño”, explica.

Los problemas surgen cuando “mi padre la conoció, ya que acudía a ese pueblo a comprar cabritos, porque su familia tenía una carnicería. Allí se conocen, se enamoran, pero no les dejan casarse porque mi madre era muy pobre”. Es entonces cuando la pareja toma una importante decisión, difícil en aquellos tiempos. “Se fugan, y eso que en aquellos años, 1958-59, una mujer sola no podía viajar sin estar casada. Entonces se casan, a las ocho y media de la mañana en Miranda de Ebro, ya que mi madre tenía familiares en esa localidad, y como no podían vivir en La Rioja se marcharon a Bilbao a trabajar”.

En la capital vizcaína “mi padre comenzó recogiendo leche para lo que era ONA entonces, la central lechera de Bizkaia, y mi madre trabajaba en el mercado de abastos vendiendo queso. Mi padre ya había estudiado en la Escuela Industrial de Madrid lo que se denominaba maestro quesero, pero no podía volver a Haro porque no tenía trato con su padre”. Pero el destino les tenía preparada una salida. “Mi abuelo tenía una quesería en sociedad con otras personas, pero no les iba nada bien, así que abandona esa empresa, Lácteos de Haro, y el resto de socios contratan a mi padre como maestro quesero”. Es el momento en el que los padres regresan y cuando comienzan, con muy pocos recursos económicos, a elaborar quesos, básicamente quesos frescos y cuajadas, ya que era lo que reportaba entonces más ventas. Por eso, “nuestros orígenes, hasta 1996, era hacer queso fresco y las cuajadas, y todavía me acuerdo que de pequeño yo bajaba a poner las tapas a las cuajadas con una gomita”. Más tarde, por los avatares de la vida, abandonaron el queso fresco, que estaba siendo muy maltratado básicamente por la avalancha de multinacionales que llenaron el mercado, y ese es el momento en el que la familia decide destinar toda la leche a la elaboración de quesos curados. Siguen en Haro, pero “nuestra marca, Los Cameros, viene porque en los años 80 hubo unos brotes importantes en Rioja, y en general en todo el país, de fiebres malta, de tuberculosis, y aquello se achacó a las explotaciones pequeñas de leche de cabra, que era de autoconsumo y no tenía normas sanitarias aplicadas”.

Es entonces cuando se publica en Europa una norma sanitaria importante que hace que todas las explotaciones pequeñas de leche de cabra no puedan venderla. Dado que buena parte de ellas estaban instaladas en la sierra de Cameros, y con la idea de darlas una solución, “mi padre fue poniendo tanques de frío ajustados a la normativa para la recogida de esa leche por los pueblos de la sierra: San Román de Cameros, Torrecilla de Cameros, Ribafrecha, Sotés y otros muchos”.

por territorio alavés Según apunta Jesús Martínez, diariamente salía con el pequeño camión para recoger esa leche, procedente de rebaños de tan solo 50 o 60 cabras, que de otra forma hubieran desaparecido si no podían vender la leche. Pero hay más. Y es que de aquellas pequeñas ganaderías salieron posteriormente otras más grandes y más profesionalizadas. Con todo “ahora estamos viviendo de nuevo esto. Hay pastores que tienen 80 y 100 cabras y estamos estudiando la posibilidad de instalar centros de recogida para ellos, como es el caso de Treguajantes, donde un joven de 25 años tiene un rebaño de 80 cabras y está tratando de dedicarse a ello. Lo tendremos cuando hayamos terminado todos los trámites burocráticos”. Mantener esos rebaños es algo importante y no solo para el negocio lácteo. “Mantener las cabras rumiando en el monte ayuda desde a prevenir incendios a asentar población en el medio rural. El repoblar zonas desfavorecidas pasa por la ganadería, porque si no resulta muy difícil, porque no todo el mundo se puede dedicar a la gastronomía, al turismo rural o a elaborar cestos de mimbre”. Apoyando esa filosofía, Los Cameros tiene establecido un radio de entre 80 y 100 kilómetros a su alrededor para mantener los puestos de trabajo que precisa y la adquisición de la materia prima, la leche. “Nos interesa que los ganaderos se encuentren bien con nosotros, que les vaya bien y se sientan integrados en nuestro proyecto participando del beneficio que generamos”.

Esa es la razón por la que mantienen contratos con los ganaderos, “tanto en La Rioja, como en Burgos hacia Briviesca, o en Álava.”, Comenta que “prácticamente el 50% de la leche de vaca que utilizamos procede de Álava. En Estarrona tenemos a Miguel Ángel; en Lezama está Unai; en Delika tenemos a Eduardo, a los dos socios de la ganadería; y en Ollabarre, al lado de Nanclares. Son cuatro ganaderos de vacas, tres de ellos con ordeño automático. Y luego tenemos en Vicuña a una pastora de cabras, otro que se va a instalar en Opakua. Al final o creas una red alrededor para suministrarte, trabajas con ellos y los haces partícipes del proyecto o sino caemos en ese otro caso de pedir 25.000 litros de leche sin saber ni de dónde viene. “Todo es importante. Incluso lo que están comiendo los animales, cómo los tratan, qué maquinas usan para ordeñar”, concluye.