Síguenos en redes sociales:

Por San Blas, al ‘txarri’ Terencio IX verás

La Txarriboda vuelve a Llodio en una feria volcada en el homenaje al mundo rural de la zona y sus protagonistas

Por San Blas, al ‘txarri’ Terencio IX verásE. Castresana

sobre un carro tirado por un caballo y custodiado por un grupo de zanpantzarrak armados de enormes cencerros fue como llegó a mediodía de ayer, a la plaza Aldai de Llodio, Terencio IX, el enorme cerdo que protagonizó ayer la Feria de San Blas de Llodio. De hecho, mucho antes de que el txarri -criado en el caserío Ostenko y sacrificado a puerta cerrada- llegara al recinto ferial para convertirse en el centro de atención de todas las miradas, éste ya se encontraba abarrotado de personas dispuestas a disfrutar -tras tres años de ausencia por la mala climatología- de una de las costumbres más típicas del caserío vasco: la txarriboda; cayendo así en saco roto la solicitud de cancelación de este espectáculo presentada por la Asociación Animalista APROVA, ante Ayuntamiento, Diputación Foral y Gobierno Vasco.

El trabajo de quemado, raspado y limpieza del animal quedó en manos de expertos baserritarras que año a año se esfuerzan en mantener esta tradición, desconocida para los más jóvenes. Con todo, dada la envergadura de Terencio IX también hubo un momento que se echó mano de una grúa para movilizarlo y colgarlo, una vez vaciado, de cara a poder apreciarlo bien. “Parece más pequeño que el del año pasado”, decían unos; “¡Qué dices, es mucho más grande!, exclamaban otros. Y es que también este año estaba en marcha la divertida quiniela en la que el público tiene que adivinar el peso en canal del impresionante ejemplar porcino (el récord lo marcó, en 2006, Terencio III que alcanzó los 448 kilogramos). “Yo fui la persona que más se acercó sin pasarse en 2008, y me dieron un bote de 300 euros”, aseguró el vecino Luisan García.

La feria también englobó en su franja vespertina danzas vascas, degustación de castañas y romería, que dieron continuidad a las exhibiciones matinales de deporte rural que entretuvieron al personal antes de que subiera al escenario la pareja de homenajeados del día. Se trataba del matrimonio formado por Mauri Bengoetxea e Iñaki Mandaluniz del caserío Lekanda, donde han pasado 38 años produciendo leche de vaca, que luego repartían de casa en casa. “Yo no he tenido tiempo en esta vida ni de tener estrés. Para vivir en la naturaleza hay que ser fuerte; no sé lo que son vacaciones desde que me casé y entré en el baserri, pero no me creo desgraciada. Es un mundo muy bonito, aunque muy sacrificado”, confesó una emocionada Mauri, tras presenciar el aurresku.

Su marido Iñaki, en cambio, se mostró más práctico. “Para mí el mejor homenaje sería ayudar a la agricultura, no poner tantas trabas. No es posible que el grande se lleve todas las subvenciones y el pequeño nada más que palos. El baserri está cada día más marginado por los estamentos oficiales. ¿Por qué han quitado los cupos de leche? Para favorecer a las grandes empresas distribuidoras. Hoy las cuadras no interesan, porque no son rentables”, argumentó el homenajeado que, junto a su esposa, recibió una placa con una foto de su baserri de recuerdo, prendas tejidas en lana, y txapelas, en reconocimiento a toda una vida dedicada al duro trabajo del caserío y a la salvaguarda de las costumbres y tradiciones.

A este sentido acto se le sumaron un sinfín de atractivos como las canciones de los Arlotes, el concurso de varas de avellano (en el que se impuso como mejor palo el de Emilio Irazola, y la mejor colección de tres makilas la de Edurne Álava), o la exhibición de elaboración de morcillas que llevaron a cabo Luisa Nogales y Loli García, a la que ayer la tocó hacer de todo un poco. “Aquí la que entiende de morcilla es Luisa, pero como sus compañeras Esther Iturribarria y Arantza Mendez, se han puesto malas, me ha tocado meter las manos en la masa, aunque ya he pasado por el puesto de cordones y puede que hasta termine barriendo la plaza”, explicó con sorna y “muy satisfecha de lo bien que está resultando la fiesta”, y a la vez con pesar de que “no lo esté disfrutando nuestro compañero Txus Corredor, que siempre se encarga de organizarnos a todos y hoy no está porque se ha muerto su aita. Vaya desde aquí nuestro más sentido pésame”, afirmó García en nombre del casi centenar de voluntarios que movilizó ayer la asociación Kukutxe, para el buen transcurrir del festejo.

El éxito de esta cita también fue patente en el número de expositores. El recinto dio cabida a en torno setenta puestos de productos de caserío y una veintena de artesanos que exhibieron su pericia con el cincel y la madera, tricotando jerseys y elaborando broches o enseñando a los más pequeños a elaborar vasijas de barro y cerámica.

En las cercanías, la txosna visitante fue otra cita obligada para degustar un talo o un txakoli, mientras que en el céntrico puesto de cordones no daban abasto para atender a los clientes que, creyentes o no, no dudaron en anudarse uno al cuello para prevenir los males de garganta, como dicta la tradición. “Se han bendecido a las diez de la mañana y, por nuestra experiencia, sabemos que en un día como hoy se venderán unos 3.000”, aseguró García.

Iñaki lamentaba ayer la marginación que a su juicio sufren los productores familiares con respecto a las grandes empresas distribuidoras.

Mauri aseguraba que el trabajo en el baserri es tan intenso que ni siquiera da tiempo a preocuparse por el estrés. Tanto, que ni siquiera ha podido cogerse unas vacaciones desde que se casó.