vitoria - Con las nuevas tecnologías, los bulos corren como la pólvora. El de la bomba con sosa cáustica, agua y aluminio disfrazada de botella y abandonada en la calle a la espera de que alguien la coja para que explote ha estado alimentando las redes sociales un buen tiempo. Hasta que, por desgracia, se ha hecho realidad, con Vitoria como escenario. Según ha podido saber DIARIO DE NOTICIAS DE ÁLAVA, la Ertzaintza está investigando dos explosiones por artefactos caseros rellenos de ácido corrosivo producidas el sábado y domingo respectivamente. Ambas causaron lesiones a cuatro personas, tres de ellas menores de edad. La primera fue en los soportales de Renfe. La segunda, en la plaza de Santa Bárbara. De momento, hay tres adolescentes identificados que podrían estar relacionados con, al menos, uno de los casos.
La Ertzaintza tuvo conocimiento de la primera explosión el sábado a las 21.15 horas, al recibir la llamada de un centro hospitalario de la ciudad. Acababan de ingresar en Urgencias dos niñas por quemaduras leves después de que una botella explotara a su paso en la calle José Erbina, conocida por sus soportales junto a la Renfe. Al día siguiente, a las 19.45 horas, volvía a sonar el teléfono de la Policía autonómica con un parte similar. Esta vez, los heridos eran una abuela y su nieto. Al parecer, el pequeño había dado una patada a una botella en la plaza de Santa Bárbara y ésta había estallado. Puesta en marcha la investigación, pronto fueron identificados tres chavales de quince años. Por el momento, se considera que podrían estar implicados en el primer suceso y todavía no se descarta que tengan relación con el incidente del domingo.
Según fuentes cercanas a DNA, esos tres adolescentes regresaron el lunes a su vida estudiantil con absoluta normalidad. Mientras, la Ertzaintza prosigue con su labor con absoluta discreción, dado que los presuntos implicados son menores de edad. Es muy probable que los chavales, de ser ellos los causantes de la gamberrada, recurrieran a Internet para fabricar sus bombas caseras. Hay números vídeos on line que muestran cómo realizar estos artefactos y la explosión que producen. En realidad, se trata de un experimento químico de lo más sencillo al alcance de cualquiera. La sosa cáustica, al mezclarse con metales como el aluminio, produce gas hidrógeno. Y éste, en reacción con el vapor de agua que se va produciendo a su vez, hace que aumente la presión en el interior del recipiente, de forma que cualquier movimiento hará que reviente. Si el continente escogido no es demasiado grande -por ejemplo, una botella, como al parecer ha sucedido en los dos casos de Gasteiz-, lo más habitual es que quien esté cerca sufra moratones e inclusive quemaduras de segundo grado si estalla a su lado.
Cuando las redes sociales han propagado embustes sobre bombas caseras, ha sido habitual que se desatara la alarma. En este caso, y dado que los hechos han sucedido realmente, no sería extraño que la ciudad sufriera una cierta psicosis al ver botellas abandonadas en el suelo. Por eso, desde las autoridades llaman a la calma. En principio, es de esperar que los hechos respondan a unos determinados autores y que no aparezcan otros con ganas de tomar el relevo, por lo que no debería de haber motivos para sentir miedo. Sobre todo, si los culpables acaban pagando como merecen su gamberrada.
En droguerías. El agua y el aluminio por sí solos no hacen nada. El reactivo misterioso que hace que esta mezcla se convierta en un artefacto explosivo dentro de un recipiente es la sosa cáustica, un elemento que se puede encontrar en cualquier droguería y sirve para desatascar tuberías. Algunas páginas y vídeos de Internet explican qué cantidades combinar de cada componente para fabricar una bomba casera. Demasiada información al alcance de gente con demasiada poca cabeza.