el vitoriano Eduardo Madinaveitia encarna la figura del perfecto maestro, la sed constante de cultura, la virtud de la bondad. Por eso, a su carrera de Filosofía y Letras y a la cátedra de Historia, acaba de sumar un nuevo título. Éste, de valor sentimental: hijo predilecto de la ciudad que le vio nacer hace 91 años. El Ayuntamiento celebró su nombramiento ayer en un abarrotado Salón de Recepciones. Todos quisieron estar presentes en el acto: familiares, políticos, antiguos alumnos... Tenían claro que el viejo profesor se había ganado el reconocimiento. Todos, menos el agasajado. "Es un honor, pero no hay motivos", espetó a los presentes. La modestia siempre ha sido, por encima del resto, la asignatura favorita del hombre que alimentó las mentes de varias generaciones en Marianistas, Corazonistas, Vera Cruz, Ursulinas, Federico Baraibar y Ramiro de Maeztu.
Madinaveitia desplegó su personalidad en el discurso de rigor. Como cabía esperar, fue rácano al hablar de sí mismo. "He tenido la suerte de llevar a cabo la mayor parte de mi vida profesional en Vitoria y de encontrarme con gentes envidiables. Así que... Suerte, mucha. Méritos, pocos. Y si hubiera una fracción de mérito, habría que compartirlo con todos los integrantes de mi generación", se limitó a señalar. El maestro prefirió convertir su oratoria en una clase magistral sobre la historia de Vitoria. Como si los acontecimientos que le han acompañado desde que asomó la cabeza, en plena I Guerra Mundial y con Maura como presidente del Gobierno español, le retrataran mejor que su propia vida.
El profesor recordó aquella Vitoria delimitada por las casas de arbitrios, el campo de aviación de Lakua, el cuartel de caballería de Olaguíbel y su transformación en la primera caja de ahorros, la ciudad "de los curas y los militares" en los cincuenta... Habló de lo que le gusta, y de él hablaron sus antiguos alumnos. Por ejemplo, el ex diputado general Ramón Rabanera, uno de los promotores del homenaje. "Me dio latín en Marianistas, cuando tenía 15 años", rememoró el actual senador del PP por Álava. "Era estricto, pero muy educado y respetuoso con los alumnos. E iba impecablemente vestido, muy pulcro. Un modelo a seguir".
El ex alcalde Alfonso Alonso, el otro impulsor del nombramiento, aprendió de Madinaveitia los recovecos de la Historia Contemporánea de Europa en Ramiro de Maeztu. "Nos explicó la Revolución Francesa, las guerras del siglo XIX... Las contaba muy bien, con muchísima pasión. Guardo un magnífico recuerdo de este buen hombre", subrayó. Quienes le tuvieron de maestro hablan maravillas de él, y los que no gozaron de esa suerte también. Como el actual regidor de Vitoria, Patxi Lazcoz. "Me tocó un profesor magnífico, Villapún, pero todos conocíamos a Eduardo. ¡Ya entonces era una leyenda! Era rígido, pero condescendiente con las notas, un humanista con una gran cultura, inteligente y humilde. Inspiraba el deseo de aprender", afirmó.
Tras los aurreskus y canapés, hoy Madinaveitia volverá a su rutina habitual: misa en El Carmen y caminata de ocho kilómetros desde Vitoria hasta Lasarte. El título de hijo predilecto le viene tan al pelo como el lema Mens sana in corpore sano.