a noticia de la semana no es el acuerdo de gobierno. Ni el anuncio de las normas de retorno a las aulas. Tampoco las que nos llegan desde Estados Unidos y nos hablan de conflictos raciales o de la nominación de Trump. Ninguna de ellas tiene la transcendencia realmente histórica de otra noticia que ha pasado bastante más desapercibida. Viene de la OMS pero no tiene nada que ver con el coronavirus.

La OMS anunció el martes que “hoy es un día de celebración. Hemos alcanzado juntos un éxito de salud pública histórico: la certificación que la polio ha sido erradicada de África”.

La polio es una enfermedad vírica que afecta a los niños con resultado en muchos casos de muerte o de gravísimas secuelas y discapacidades, como la parálisis de las piernas. Entre 1956 y 1964, 12.000 niños sufrieron en España severas discapacidades y 2.000 murieron por esta enfermedad. Los que entre mis lectores tengan cierta edad se acordarán de aquellos niños armados de muletas y atrapados en armaduras de torpe metal que ni subían a los columpios ni corrían tras la pelota.

La polio no tiene cura, pero se puede prevenir por medio de la vacunación. Por eso la OMS comenzó en 1988 una campaña mundial cuyo ambiciosísimo objetivo era la erradicación de la polio. Hoy estamos un poco más cerca: el año que comenzó esa campaña se contaron 350.000 casos que destrozaron la vida de miles de niños para siempre y este año pasado se han dado algo más de un centenar de casos. Este enorme avance ha sido posible gracias a la labor conjunta de la OMS, de Unicef, de la comunidad científica internacional, de miles de trabajadores sanitarios y sociales, de miles de voluntarios y de algunas importantes organizaciones sociales y privadas (entre ellas, por cierto, la Fundación Gates y el programa GAVI).

Tras la erradicación de la viruela, la de la polio sería una de las mejores noticias de nuestro tiempo. Aún quedan casos de polio en Afganistán y en Pakistán, no tanto debido necesariamente a falta de conocimiento o de medios, que siempre son necesarios, como a los conflictos violentos que han impedido que el trabajo de los vacunadores llegue a todos.

En el primer párrafo he dicho que esta noticia no tenía nada que ver con el coronavirus y quiero rectificar porque esta experiencia nos da claves que ayudan a entender mejor la crisis que vivimos ahora. Esta noticia nos habla de un éxito compartido ante un desafío global; nos habla de cooperación internacional; nos habla de colaboración entre organismos públicos e iniciativas sociales y privadas; nos habla del papel clave de la ciencia; nos habla de la importancia de la vacunación; nos habla de concienciación y participación ciudadanas; nos habla de acceso universalizable a las vacunas y medicamentos. Y estas claves no pueden resultar más oportunas.

La noticia de esta semana es positiva y esperanzadora: en el mundo real la cooperación internacional y la ciencia dan resultados. Frente a lo que creen los amigos de la oscuridad -teorías confabulatorias, pseudociencias, antivacunas- y los enemigos de la esperanza -todo es un engaño, nada funciona como debería-, lo cierto es que en este mundo complejo e imperfecto hay muchos que trabajan unidos por un mundo mejor y avanzan paso a paso con mucho esfuerzo y en ocasiones con errores de los que aprender. Frente a los cínicos y los nihilistas, frente a los descreídos que están de vuelta de todo sin haber llegado antes a ningún sitio, frente a los perezosos que ya se han rendido antes de emprender ninguna empresa digna de tal nombre, frente a quienes todo lo saben sin saber que nada saben, frente a los expertos en derribos a distancia que no han puesto en la vida un ladrillo sobre otro, frente a los críticos de sofá en casa y odio en las redes, frente a todos ellos no se me ocurre un mensaje más esperanzador y constructivamente revolucionario que esta buena noticia.