- La campaña de las elecciones vascas del 12 de julio vuelve a dejar en evidencia la enorme brecha que separa a la izquierda abertzale del resto de partidos, y en particular del lehendakari Urkullu, a la hora de condenar de manera explícita las actitudes de épocas pasadas y los sabotajes que se siguen practicando en sectores minoritarios. El candidato a la reelección por el PNV avisó de que es "inaceptable" que se utilicen "dos varas de medir" ante las vulneraciones de derechos humanos, y que se ponga el "grito en el cielo" cuando las sufre uno mismo, y se mire para otro lado o se "jalee" cuando afectan al resto.

Urkullu, que ha centrado los primeros compases de su campaña en la gestión siguiendo su propia agenda y sin entrar al cuerpo a cuerpo con la oposición, no citó ayer expresamente a EH Bildu. Sin embargo, sus declaraciones llegan en un contexto en que la izquierda abertzale ha evitado condenar de manera explícita los ataques a sedes de partidos y al domicilio particular de la socialista Idoia Mendia por parte de los sectores críticos que defienden la amnistía de los presos, y ante los que EH Bildu evita la palabra condena, que puede interpretarse como una renuncia o traición por parte de esos sectores. La tensión creció el sábado, cuando EH Bildu rechazó condenar los altercados durante el mitin de la diputada de Vox Rocío de Meer en Sestao, donde un grupo se enfrentó al partido de ultraderecha. Al margen de la polémica sobre si Meer recibió o no una pedrada (algunos sectores políticos lo pusieron en duda y ella se reafirmó), Urkullu condenó el hostigamiento a Vox como un ataque a la pluralidad. La candidata de la coalición abertzale, Maddalen Iriarte, lo acusó de ser "equidistante con fascistas y antifascistas" y pareció justificar el acoso a quienes "bombardearon Gernika". Urkullu, a pesar de haber sido muy crítico con el auge del partido ultra y haber planteado un cordón democrático, en su línea de censurar todo tipo de violencia condenó el acoso a Vox, aunque también denunció una dinámica de "retroalimentación", por la forma en que la ultraderecha obtiene protagonismo con estas escenas de tensión en un territorio donde no tiene representación ni cuenta con demasiadas expectativas de lograrla.

El debate de la convivencia vuelve a entrar de lleno en una campaña centrada en la gestión de la crisis económica tras el coronavirus, y el pasado se vuelve a cruzar en el camino de Bildu. Urkullu pidió defender los derechos humanos sin excepción y en todos los casos, lo que supone marcar su propio modelo frente a Bildu, en sintonía con una acción de gobierno que ha buscado reparar los abusos sufridos por todas las víctimas con independencia de la violencia que hayan sufrido (de ETA, los GAL, las fuerzas policiales o la derecha), y que defiende el acercamiento de presos. Urkullu fue categórico en un mitin en Donostia, en el edificio de Tabakalera. "Tenemos que construir un nuevo futuro asentado en los valores de la cultura de la paz, la convivencia y los derechos humanos. Frente a la razón de la fuerza, el compromiso ético y democrático. El compromiso ético significa que, en materia de derechos humanos, no se utilizan dos varas de medir. Tan sencillo como eso. Es inaceptable que, en la Euskadi de 2020, haya quienes ante unas vulneraciones de derechos humanos pongan el grito en el cielo y, ante otras, miren para otro lado o las jaleen y aplaudan. Es inaceptable. No hay dos varas de medir los derechos humanos. El compromiso ético significa que nos comprometen siempre y en todos los casos", zanjó.

Urkullu apostó por reparar a todas las víctimas en un acto en defensa de la cultura y al hilo del manifiesto que firmaron hace 40 años Nestor Basterretxea y otras 32 personalidades de la cultura vasca, Garaiz gabiltz; todavía estamos a tiempo, como "grito angustioso que clamaba contra el uso de la violencia y apostaba por la democracia", "una llamada que sus destinatarios no atendieron y causó a sus firmantes el desprecio y el rechazo de quienes, pasados 40 años, siguen sin querer reconsiderar su actuación".

También vio dos modelos "confrontados" en la lucha contra la pandemia. "Por un lado, la mayoría de la ciudadanía y las instituciones, empeñadas en colaborar. Por otro lado, una minoría ruidosa empeñada en poner palos en las ruedas, quejarse y buscar culpables. Solo hay una manera de poner Euskadi en pie. Trabajando en equipo", proclamó. El presidente de la ejecutiva jeltzale, Andoni Ortuzar, defendió el sentimiento abertzale "de buzo", de sudar la camiseta, y pidió un "gobierno fuerte que esquive los palos en las ruedas de la oposición". Planteó "las cinco erres": respeto a la gente y evitar la trifulca, recuperar el empleo, reforzar el autogobierno para fortalecer Osakidetza, responder con medidas expansivas y no recortes ni medidas que ahoguen a empresas y familias, y responsabilidad al seguir las recomendaciones sanitarias y votar.