Difícilmente esta noche quedarán Les coses clares y la xocolata espessa. Más bien se vislumbra en Catalunya un escenario postelectoral tan líquido para configurar un gobierno congruente y estable que nadie descarta una repetición de los comicios. Un dislate, pues la política debería encauzar el veredicto de las urnas en un sistema parlamentario donde se impone la mayoría.
La variada demoscopia sitúa al PSC como presumible ganador esta noche, en gran medida en reconocimiento a Sánchez por la actitud conciliadora de este PSOE azuzado a su derecha con una vehemencia desconocida ante su cerrada defensa de la amnistía como presupuesto para restañar la convivencia. Cuestión distinta es la investidura de Illa como president, que según todos los indicios quedará al albur como mínimo de la misma ERC que al menos en estricta teoría podría decantarse por un acuerdo de gobernanza independentista con Junts.
De la precedencia final entre republicanos y postconvergentes, así como de su peso conjunto, dependerá que cierren las cicatrices que aún supuran por su tensión cainita, agudizada por el abrupto final de un Ejecutivo de Aragonés cortocircuitado desde Waterloo. Si hubiese que apostar –y de dar los números–, ERC parece decantarse a esta hora por un Govern transversal al estilo de aquel encabezado por el socialista Montilla que integró a la izquierda confederal, si bien una ventaja significativa de Junts en apoyo popular podría perfectamente abortar tal opción para no entregar a Puigdemont el nicho soberanista.
El contrasentido radica en que, a mayor éxito del PSC, más dificultades para la presidencia española de Sánchez tan mediatizada por esa lucha fratricida entre el posibilismo progresista de ERC en consonancia con el liderazgo de Junqueras y la posición más dogmática de Junts bajo la férrea égida de un Puigdemont revestido del aura del perseguido.
El inquilino de la Moncloa precisa del respaldo sin fisuras de la prolífica mayoría de la investidura todo el tiempo y desde luego el de Junts se tornaría en una moneda al aire permanente si no accediese a la Generalitat tras recabar hoy un eventual resultado relevante en las urnas. De volarse el puente aéreo Madrid-Barcelona –y viceversa–, el apurado mandato de Sánchez quedará en un suspiro, también por la imposibilidad de aprobar Presupuestos.
Abonando con todo fundamento la tesis de las elecciones anticipadas en otoño para solaz de Feijóo, que ya ha planteado los comicios europeos de junio como un plebiscito entre él y Sánchez con el indisimulado soporte del poder conservador trifásico, por este orden, mediático, judicial y económico.
Quiere decirse que las elecciones de esta noche incumben y mucho a Euskadi, ya que la búsqueda de la estabilidad constructiva que define la cohabitación institucional entre PNV y PSE –en proceso de renovada extensión en Lakua– se ve seriamente comprometida por la incertidumbre que llega desde Catalunya y la variabilidad que puede inocular en la gestión pública estatal. Razón de más para que en este país siga imperando el seny vasco.