Bruselas - Todo ha marchado según lo previsto. El Partido Popular Europeo, reunido en Helsinki en su 25ª edición, ha elegido al alemán Manfred Weber como su candidato para presidir la Comisión Europea. El 80% de los delegados así lo ha decidido dejando noqueado a su rival, el finlandés Alexander Stubb. No obstante, el camino de Weber hacia el trono del Berlaymont todavía está lleno de muchas piedras. Que Manfred Weber iba a ser el Spitzenkandidaten del mayor grupo en la Eurocámara no era una incógnita para nadie. Fiel a su prudencia, el político alemán llevaba tiempo allanando el terreno ante el que puede ser su gran salto a la Comisión Europea tras 14 años el Parlamento Europeo. En el congreso de Helsinki que el Partido Popular Europeo (PPE) ha celebrado este miércoles y jueves, Weber se ha impuesto a su rival, el finlandés Alexander Stubb, por 492 votos frente a 127, que le han supuesto el 79,2% de los votos.
El 25º Congreso de los populares se ha mirado el ombligo en torno a girar a la derecha o hacia el ala liberal. Si las 48 horas de Helsinki dejan algo claro es que de momento se sienten más cómodos con el legado pasado que con ambición futura. El común denominador de los discursos de la cita ha sido el aumento de las fuerzas populistas y euroescépticas, que amenazan con incrementar su presencia notablemente en las elecciones europeas de 2019.
Todavía no está garantizado que el sistema del Sptizenkandidaten, método que alzó a Jean-Claude Juncker con la batuta de la Comisión Europea, será el camino para designar al sucesor del luxemburgués en el trono del Berlaymont. El Parlamento y la Comisión así lo desean alegando que es la única forma de explicar a los desencantados votantes europeos que tienen poder de decisión sobre los cargos del Ejecutivo comunitario. Pero el Consejo Europeo, que es quien tiene la última palabra, no está tan convencido. Las capitales europeas se escudan en que esta vía no puede “automatizarse” y no están dispuestas a dejar volar su marco de acción sobre el principal cargo en el Berlaymont.
En cualquier caso, si el decimotercer presidente de la Comisión Europea es finalmente elegido por Spitzenkandidaten, (que podría traducirse como candidatos top), con mucha probabilidad se llamará Manfred Weber. El político que entró desde muy joven en la CSU, la hermana bávara de la CDU de Merkel, no da un paso en falso. Si se presentó a esta candidatura es porque considera que tiene posibilidades de lograr su cometido. Se convertiría en el primer presidente de la Comisión Europea que no ha sido primer ministro y ministro en su país con anterioridad
Orbán, el eterno protagonista Entre las primeras propuestas que ha esbozado tras ser proclamado candidato oficial de la familia europea destaca la creación de un mecanismo jurídico que garantice el respeto al Estado de Derecho y a los principios fundamentales de la Unión Europea.
La Hungría de Viktor Orbán es el caballo de Troya del Partido Popular y del propio Weber. La deriva autoritaria del líder de Fidesz ha puesto al PPE entre las cuerdas durante los últimos meses. Pero pocos son ya los que piden su expulsión dentro de la familia política conservadora. El principal escudo de los populares para blindarse de las críticas orbanianas pasa por defender que es mejor mantenerlo dentro de sus filas para poder controlarlo. De hecho, ayer los 600 delegados aprobaron una resolución pidiendo a Budapest que dé marcha atrás en el hostigamiento a la Universidad Centroeuropea y al Estado de Derecho. Pero Orbán en estos ambientes está cómodo. Se siente protagonista y lo disfruta. Para más inri, siendo consciente de que parte de los escaños de los populares de cara a las próximas elecciones de mayo pasan por Hungría. Así ha aprovechado su intervención para apelar a la unidad del partido y de paso, ruborizar un poco a Weber, tras recordarle su apoyo en las elecciones nacionales. Ha sido su pequeña vendetta después de que gran parte de los eurodiputados populares, encabezados por el propio Weber, votasen a favor de la propuesta de activación del Artículo 7 sobre Hungría en la Eurocámara.
La postura de Weber con el húngaro es ambigua; no así la de su rival Stubb, que pedía poner fin a la alianza con el Fidesz. Uno de los más visiblemente incómodos con el ‘colegueo’ de los delegados con Orbán ha sido Donald Tusk, presidente del Consejo. “Me gustaría de forma muy franca que nadie tiene el derecho, al menos en nuestra familia política, de atacar la democracia liberal y sus pilares (?) Si estás en contra del Estado de Derecho, de la independencia judicial y no te gustan las ONGs y una prensa libre no eres un demócrata cristiano”, ha señalado el polaco en su intervención sin pronunciar el nombre de Viktor, pero en clara apelación (bastante directa) al líder húngaro.