Para algunos recién llegados a la política, la de ayer no era solo la primera sesión de la nueva legislatura catalana, ni siquiera una sesión histórica para la política catalana, sino también la primera votación a la que se enfrentaban. Su condición de novatos quizá llevó a dos de los diputados a equivocarse en el momento de pulsar los botones instalados en sus escaños: Lluís Llach, diputado por Girona de Junts pel Sí, y Esperanza García, también nueva en la bancada del PP.
Pese a la importancia y solemnidad de la votación, ambos se confundieron mientras se votaban, uno a uno, los nueve puntos y el anexo de la resolución por la desconexión de Catalunya del resto de España. Un error no influyó en el resultado final. La resolución se aprobó por 72 votos a favor (JxSí y la CUP) y 63 en contra.
Y para ser un día histórico no hubo una gran concentración de personas a las puertas del Parlament durante la votación de la resolución, que pudo seguirse a través de una gran pantalla. Unos 200 independendistas y una treintena de españolistas, separados por un minicordón de Mossos d’Esquadra, eso sí, bastante ruidosos. Así, mientras los secesionistas entonaban cánticos (“Adéu, Espanya, adéu” e “in-inde-independència”) desde el altavoz españolista pronunciaban todo tipo de lindezas. Gabriel Rufían, cabeza de lista de ERC para las elecciones generales del 20-D, cuyo perfil, castellanohablante e hijo y nieto de andaluces, fue recibido con gritos de “renegado”, “traidor”, “vete a Andalucía a independizar a tu pueblo” y “tú de catalán no tienes nada”.
La ira unionista se había dirigido antes a los políticos soberanistas a los que se calificó de “sediciosos”. David Fernàndez, de la CUP, y Lluís Llach se encontraron y abrazaron ante el grupito españolista, instante en que arreciaron los insultos de todo calibre. Fernàndez se aproximó al grupito independentista y fue recibido con aclamaciones pero también con un “Mas, president” que hizo torcer el gesto del portavoz anticapitalista. No obstante, y para compensar, cuando la vicepresidenta Neus Munté, dejó la sede del Parlament se escucharon gritos de “presidenta, presidenta”.