Con cada paso que da en su pulso con el PP, Luis Bárcenas demuestra ser capaz de seguir sorprendiendo al personal. Un mérito teniendo en cuenta que, en el país de pícaros llamado España, antes que él tuvieron su momentos de gloria personajes travestidos de políticos como Jesús Gil, Luis Roldán, José María Ruiz-Mateos o Mario Conde. Y compitiendo día sí, día también, en las portadas de los periódicos con las trapacerías del yerno del rey.
Pero lo que define a Bárcenas y le diferencia de cualquier otro político imputado en casos de corrupción es la seguridad con la que marca sus dominios y distribuye los tiempos. Enfrente, el partido político más importante del Estado y un gobierno, el de Mariano Rajoy, que goza de una mayoría absoluta en las Cortes y un poder mayoritario repartido por las comunidades autónomas. A Bárcenas todo eso le da igual: proyecta tal imagen de seguridad -con ese mentón pronunciado, el pelo repeinado hacia atrás, el abrigo estilo Al Capone, esa peineta despectiva a los periodistas tras regresar de unas lujosas vacaciones esquiando en Canadá- que nadie duda de que, a día de hoy, tiene la sartén por el mango.
¿Y qué tiene en contra del PP que provoca que Rajoy no mencione su nombre en público -dicen que en privado le llama "el de la peineta"-, que la secretaria general del partido, María Dolores de Cospedal, se meta en un jardín cuando trata de explicar que el finiquito pagado a Bárcenas hasta hace bien poco es una "simulación en diferido" de una indemnización por un despido de 2010, y que los populares ni siquiera se atrevan a querellarse contra él directamente después de tantos meses de humillación pública?
Algo gordo ha de ser. Dicen de Bárcenas que entre sus debilidades están el gusto desmedido por el lujo y jugar en Bolsa. Pero destaca entre sus virtudes ser muy organizado y guardar, cual hormiga, copia de cada papel que pasa por sus manos. La financiación irregular y el pago de sobresueldos no declarados a los dirigentes de la formación planean sobre el terremoto Bárcenas. El PP no sabe con seguridad hasta qué punto el exgerente y extesorero tiene pruebas de la comisión de hechos delictivos, pero lo sospecha.
"nadie podrá probar..." El caso Bárcenas nació hace cuatro años como un apéndice del caso Gürtel, un entramado corrupto en el que están implicados cargos y administraciones regidas por el PP. El entonces senador Bárcenas, al que se le acusaba de cobrar 1,3 millones de euros de la trama corrupta, dimitió como tesorero del PP, pero siguió contando con el apoyo sin fisuras de Rajoy. "Nadie podrá probar que no es inocente", dijo el entonces aspirante a presidente del Gobierno.
No fue hasta un año más tarde, en la primavera de 2010, cuando el PP hizo un amago de desvincularse del todavía senador, al anunciar que dejaría de pagar su defensa y ya no tendría despacho en la sede de Génova. Tras varios vericuetos judiciales, en 2012 la Audiencia Nacional reabre el caso contra el ya exsenador. Pero ha sido este pasado mes de enero cuando le estalla el asunto al PP en toda su dimensión tras filtrarse que Bárcenas tuvo ocultos en una cuenta de Suiza 22 millones de euros, que retiró tras saltar el caso Gürtel. Más tarde, haciendo honor a un sentimiento de orgullo muy particular, el propio extesorero declaró ante el juez Pablo Ruz, instructor del caso Gürtel, que el dinero oculto en Suiza no se limitaba a 22 millones de euros, sino que llegó a tener en un banco helvético casi 38 millones.
A partir de ahí, dos meses de infarto para el PP y la difusión universal de las fechorías del hombre que durante 25 años controló las cuentas del partido. Si un día trascendía que había regularizado casi 11 millones de su fortuna a través de una sociedad gracias a la amnistía fiscal, al otro explicaba su fortuna en ingresos procedentes de la venta de "cuadros valiosos" -algunos de los cuales han terminado en el Museo del Prado- y del negocio inmobiliario, como una promoción de chalés en Baqueira.
falsificar la propia letra La montaña rusa en la que se ha convertido el caso Bárcenas tuvo su momento álgido cuando trascendió que había repartido sobres con dinero B a dirigentes de su partido, incluidos el propio Rajoy y José María Aznar. Y María Dolores de Cospedal, Jaime Mayor Oreja, Javier Arenas, Rodrigo Rato, Ángel Acebes o Francisco Álvarez-Cascos. La filtración de los bautizados papeles de Bárcenas, en los que se detallaban -de manera manuscrita supuestamente por el extesorero- las cantidades entregadas a los dirigentes y las donaciones de particulares al PP, puso en pie de guerra al aparato popular, que lo negó todo de raíz. Rajoy se vio obligado a dar la cara y defender su inocencia, pero su formación acusó el golpe.
El disparate continuaba. En sus primeras declaraciones a una televisión, Bárcenas afirma que los papeles donde supuestamente se plasman las entregas de dinero negro a dirigentes del PP y la recepción de cantidades de varias empresas, "ni existen ni han existido". "Esa letra no es mía. Y estoy dispuesto a prestarme a cualquier prueba caligráfica". Los peritos caligráficos sospechan que, durante la prueba en la Fiscalía Anticorrupción, Bárcenas modificó deliberadamente su letra para que fuera incomparable. Genio y figura.
Días después trascendió que en diciembre del 2012 Bárcenas y su antecesor en el cargo de tesorero, Álvaro Puerta, hicieron una declaración ante notario en la que aclaraban las donaciones y retribuciones que ellos habían gestionado desde la gerencia del PP.
Un sinfín de informaciones demoledoras siguieron copando las portadas de los periódicos durante el pasado febrero. Como que Bárcenas recibió dinero del PP hasta diciembre de 2012. Los populares se vieron obligados a reiterar que Bárcenas no estaba a sueldo del partido -que ascendía a 200.000 euros brutos al año- desde abril 2010. Cospedal aseguró que el exdirigente no se reincorporó a su puesto de trabajo después de esa fecha, tras lo cual ambas partes acordaron que la indemnización correspondiente se abonara en "diferido", mediante un pago mensual hasta diciembre de 2012.
toma y daca Es dicha relación contractual la que da pie al extesorero para abrir el frente judicial contra sus excompañeros. Hasta el momento, Bárcenas ha contraatacado la tímida ofensiva judicial del PP contra él con una batería de inactivas judiciales, que incluyen una demanda por "despido improcedente" -justifica que estaba a sueldo de los populares hasta el pasado diciembre, sueldo que Cospedal identificó como el finiquito "diferido" cuyo origen es el despido de 2010- y otra reclamación al Ministerio de Trabajo por maltrato laboral. El exdirigente popular alegó que el comportamiento del PP la semana pasada, cuando tomó la decisión de vaciar el despacho en el que había situado sus pertenencias y ordenadores desde que en 2010 fue apartado de sus responsabilidades por el caso Gürtel, constituye "un atentado a su intimidad como trabajador". Por este mismo motivo Bárcenas también presentó una denuncia en el juzgado contra el abogado del PP, Alberto Durán, porque fue este letrado quien vació el despacho.
Alrededor de Bárcenas tampoco podía faltar el momento del esperpento. Ocurrió a mediados de febrero, cuando el exdirigente popular llegaba a Barajas tras unas vacaciones en Vancouver, a donde fue a esquiar. En pleno aeropuerto, dedicó una ofensiva peineta a los periodistas que le estaban esperando. Y es que el extesorero es el hombre del momento, con un ejército de reporteros apostado frente a su casa de un lujoso barrio de Madrid, que comparte con su mujer, Rosalía Iglesias, también imputada por un delito contra la Hacienda Pública, e investigada en el sumario de la fortuna de su marido en Suiza. Y es que Hacienda y la policía sospechan de los más de 11 millones de euros que Iglesias ingresó en 2007 cuando ni siquiera tenía un trabajo remunerado.
Nada hace esperar que el extesorero haya agotado su munición. La decisión del juez Ruz de vincular los papeles de Bárcenas sobre la contabilidad B del PP al caso Gürtel, por sospechar que se financia ilegalmente, cerca más si cabe a la formación conservadora.