Parece que Stephane Hessel se ha quedado moderadamente satisfecho con la respuesta que parte de la juventud ha dado a la lectura de su ya célebre "¡Indignaos!". He leído una entrevista con este veterano diplomático y he advertido mucha sensatez en sus palabras: propone pasar del "¡Indignaos!" al "¡Actuad!" y anuncia otro libro que él mismo incluye en el género del panfleto.
Hessel advierte que esa fase de actuación "necesariamente política" va a ser más complicada que la acampada en las plazas, las eternas asambleas, los pronunciamientos utópicos o la protesta permanente. Por lo que estamos viendo estos días, tengo la impresión de que el movimiento 15-M aún no está preparado para ese salto. He asistido como espectador a algunas asambleas y como crítico en unos cuantos intercambios de ideas en la red. No es demasiado para sacar conclusiones, pero sí para hacerme una idea de las enormes contradicciones que auguraban, desde el comienzo, un final descafeinado a este movimiento.
El momento. La irrupción en plena campaña electoral trataba de contraponer la "democracia real" a la "democracia que no lo es": la representada por los partidos que optaban a las instituciones. Podrá vestirse de muchas maneras, disimular diciendo que no se pide el voto a nadie o hasta clamar que allí cabían gentes de todas las ideologías. Pero no, no es cierto. Reclamar el final del bipartidismo a través de una circunscripción única para todo el Estado atiende expresamente a la propuesta que viene reclamando, primero IU (con algunos matices) y después UPyD. No me creo que haya sido un movimiento tan espontáneo. Ya es casualidad que para esto se pusieran de acuerdo en el primer minuto y para el resto de propuestas necesitaran horas y horas de discusión.
Sobre por qué prende con éxito una movilización, gestada a ojos de la mayoría de forma un tanto anárquica, hay poca discusión. Son muchos los que tienen razones para estar enfadados, para reclamar más decencia en el ejercicio de la función pública, para encontrar trabajo después de estudiar una carrera, etc.
La mecha estaba ahí, sólo había que encenderla, pero no había tanto combustible. Los resultados electorales no avalan este movimiento. De momento no encuentro otra manera más racional de cuantificar cuántos optan por lo que amablemente me han remitido desde la acampada de Puerta de Sol. Por ejemplo: la jubilación a los 65 años y sin aumento en la edad hasta acabar con el paro juvenil, o la expropiación de las viviendas construidas y no usadas para alquilarlas a precios asequibles. La lista es extensa, y algunas propuestas son de un sentido común apabullante, pero los respaldos a quienes en sus programas electorales recogen lo sustancial de lo propuesto han sido exiguos. De lo contrario, en España no hubiera ganado el PP, ni el PSOE hubiera sido la segunda fuerza más votada. Y me adelanto a quienes argumenten a la contra que "la abstención también cuenta". No, no cuenta. Sencillamente porque es imposible saber qué piensan los abstencionistas salvo el expreso deseo de renunciar a su derecho a votar. Sólo una brutal e injustificada represión policial de un movimiento claramente pacífico ha conseguido prolongar lo que ya apuntaba a un final.
¿Y en Euskadi? Se me han enfadado algunos internautas porque califiqué el movimiento 15-M como "español". No trataba de ser despectivo, sino descriptivo. Desconozco, por ejemplo, si los "indignados vascos" suscriben ese manifiesto madrileño. Es un fenómeno que aunque comparte con otras partes de Europa reivindicaciones ligadas a la consecuencia de la crisis, alberga algunas peculiaridades españolas. Ya he citado la reforma electoral, tendente a anular la presencia de los hechos nacionales en el Estado español. Por seguir: a diferencia de lo ocurrido en España, en Euskadi no ha habido partidos que hayan incluido imputados por corrupción en sus listas.
Se trata de un movimiento que, contra lo que corean sus participantes, ha tenido una enorme repercusión mediática. Es casi una paradoja que escuchemos en la radio y veamos en la televisión ese grito de "¡luego diréis que somos cinco o seis!". Esa presencia y lo que supone de efecto contagio se da porque nace en Madrid y corrobora el centralismo informativo imperante. ¿No ha habido en Euskadi protestas multitudinarias sostenidas durante meses que han tenido menos eco? ¿Hubieran triunfado si en vez de la Puerta del Sol eligen una plaza oscense?
No sé qué pasará con estas acampadas y, sinceramente, me gustaría que algo del magma que ha estado allí en ebullición quedara grabado en programas políticos concretos. Pero intuyo que si no hay más represión policial injustificada, aquí se acaba la historia y hasta las siguientes elecciones.