José Mari Esparza no encontraba otra explicación de lo sucedido en Mañeru con el euskera que atribuirlo al comportamiento de los actuales socialistas por haber “traicionado a aquel socialismo navarro, vasquista y obrero, el de Constantino Salinas y Julia Álvarez, que resistió la guerra y el exilio, fue sustituido a partir de 1981 por unos delincuentes sin alma, que odian sobre todo aquello que les recuerde sus traiciones”.
No entraré en delirios interpretativos discutiendo si tal principio de causalidad tan categórico como reduccionista se ajusta a la verdad de lo sucedido. Menos aún cuando la última causa verdadera que se aduce es el odio y la traición. Lo dejaría en manos de psiquiatras.
Me ocurre otro tanto con el “socialismo vasquista” atribuido a Julia Álvarez, aunque por motivo diferente. Pues no sé en qué se apoya Esparza para atribuirle semejante etiqueta política. Si él lo ha visto en sus escritos, entonces, diría que no hemos leído a la misma persona. Yo jamás di con dicho concepto. E ignoro, por tanto, cuál podría ser el significado contextual que mi paisana pudo darle.
Al principio de su militancia política, Julia habló siempre de la República de los trabajadores y, cuando el nazismo empezó a moverse en Europa y en España, utilizó las expresiones de Frente Antifascista y Amigos de la Humanidad.
Los pocos artículos que escribió, publicados en el periódico nacionalista La Voz de Navarra, en 1930, hablaban de las relaciones entre Derecho, Psicología y Pedagogía y de los maestros. Nunca se coló en sus escritos la expresión “socialismo vasquista”.
Sólo a partir de 1931, con la llegada de la II República, fue cuando Julia Álvarez se transformaría “políticamente hablando”. Hasta entonces, había sido una maestra tradicional y convencional, que explicaba el catecismo a sus alumnas en la escuela. A partir de bien entrada la II República, comenzará a escribir furibundos artículos contra el sistema capitalista, luchando contra los desahucios, defendiendo la huelga de los agricultores, el matrimonio y bautismo civiles, los derechos de la mujer trabajadora… Y nunca encontré el término socialismo vasquista.
En 1932, ante la beligerancia del párroco contra el matrimonio civil, será cuando Julia explote definitivamente su faceta como “activista” y abogada de los pobres, como pronto se la conocerá y, paralelamente, su faceta como escritora, apenas iniciada en 1930, colaborando activamente en el semanario socialista ¡¡¡Trabajadores!!!, colaboraciones que recogerá A. García Sanz Marcotegui, en su Diccionario Biográfico del Socialismo Histórico navarro.
¿Qué decir? Lo esperado. En las páginas de esos artículos el lector no encontrará la expresión “socialismo vasquista”, con sus respectivas explicaciones y connotaciones.
En cuanto a su estancia en Madrid, a partir de marzo de 1933, una vez nombrada directora de la Escuela Rosario de Acuña y como abogada asesora de la Federación de Trabajadores de Enseñanza, no consta –ni siquiera en su agria polémica con el director de Diario de Navarra, Garcilaso–, que en el conjunto de sus escritos, cartas remitidas a sus paisanos villafranqueses se encuentre el término “socialismo vasquista”. Y mira que la situación de la revolución de octubre de 1934, cierre de Casas del Pueblo en Navarra, incluida la de Villafranca, encarcelamiento de presos, lo prometía.
Lo único evidente es que su socialismo estaba en las antípodas del que representaba Indalecio Prieto. Pero para ser más socialista que Prieto no había que esforzarse mucho. Además, Julia era más antifascista y más comunista que socialista.
El 11 de julio de 1936, firmará un Manifiesto a todos los antifascistas y amigos de la Humanidad, donde Socorro Rojo Internacional convocaba un Congreso Nacional de la Solidaridad contra el fascismo nacional e internacional. Entre sus firmantes, figuraban Margarita Nelken, Dolores Ibarruri, viuda de Sirval, R. J. Sender, Eduardo Zamacois y Alberti… (¡¡¡Trabajadores!!!, 11.7.1936).
De “consignas comunistas” era de lo que Prieto la acusó para expulsarla del PSOE: “El Partido Socialista emigrado en México ha acordado en una reunión celebrada bajo la presidencia de I. Prieto, suspender los derechos de miembros del partido a los siguientes afiliados: Juan Negrín, Álvarez del Vayo, Ángel Galarza, Ramón González, Jerónimo Bujeda, Matilde de la Torre, Nicolás Jiménez, Julia Álvarez, Edmundo Lorenzo, Simeón Vidarte, Ramón Lamoneda…, a quienes se acusó de obedecer consignas comunistas” (Diario de Navarra, 15.3.1946).
Lamento no disponer de ninguna fuente documental que asegure que Julia Álvarez fuese “socialista vasquista”, ni cuáles fueron los ingredientes que pudo atribuir a dicho concepto. Estaría bien que alguien lo hiciera. De momento, quienes han escrito sobre ella no lo han conseguido.
De lo que no tengo duda es de que Julia Álvarez, si algo reivindicó en sus escritos y en sus mítines, fue una República Laica o un Estado Laico, tal y como establecía la Constitución. Y ahí sí que se esforzó, llegando a denunciar al párroco de su pueblo por demonizar en un sermón el matrimonio civil, querella que fue el acto inaugural público de su compromiso político con la II República. A partir de ese momento, no cesó de defender el marco constitucional republicano.
Ya es significativo que una de sus últimas intervenciones como oradora, en un mitin organizado por la Federación de Trabajadores de la Enseñanza en la casa del pueblo de Madrid, junto con Uribe y Llopis, Julia Álvarez “discursó en el sentido de suprimir por completo en España la enseñanza religiosa, añadiendo que nada se adelantará en la República si al pueblo se educa con prejuicios religiosos” (Diario de Navarra, 17.5.1936).
Lo que ya no sé es si el socialismo vasquista de hoy reivindica, también, el Estado Laico o Aconfesional que dice la Constitución. Y, caso de que sea así, si lo reivindica como lo hacía Lorenza Julia Álvarez. Me da que no. Pero esto ya no parece interesar demasiado.
Escritor