Miner sintió la necesidad de revisar su duelo personal, pero también el colectivo, diez años después de que Aimar Elosegi Ansa, Moio, se quitara la vida en su Hernani natal. Así que regresó al pueblo, dispuesta a “excavar” en la memoria y “levantar acta” de los obstáculos –visibles e invisibles– a los que se enfrentaban y aún hoy se enfrentan las personas trans. El libro resultante, publicado en euskera en 2019, ha sido traducido ahora al castellano y será presentado esta tarde (18.30 horas) por la escritora en Ikusgune, el Observatorio contra la LGTBI+fobia de Gasteiz. 

Anteayer se cumplieron 17 años del suicidio de Moio. ¿Qué significa para usted cada 23 de abril? 

Cada 23 de abril ha sido diferente para mí en estos 17 años. Por un lado está la parte del duelo más personal, que va mutando porque pasan los años y cambias. Pero, sobre todo tras escribir el libro, ha sido una manera de recordar ya más colectiva, desde la memoria. Es un día especial, es verdad. Según me levanto por la mañana, o incluso la víspera, ya sé qué día es. Pero ahora, también, desde un lugar más sanado. Escribo a la gente de mi alrededor, a las amigas y la familia de Moio… Ahora no lo vivo como un día doloroso, sino como un día para recordar y hacer memoria.  

Pasaron diez años hasta que empezó a trabajar en el libro. ¿Qué se despertó en su interior para hacerlo? 

En el décimo aniversario empiezo a sentir que mi duelo se ha transformado. Que ya ese dolor no está en carne viva. Pero al mismo tiempo, me doy cuenta de que hay un silencio que lo abarca todo, de que llevo muchos años sin hablar con nadie sobre mi amigo. Ni con la gente de ese momento, ni con las amigas, ni con mi familia, ni con mis nuevas amigas tampoco. Es un silencio súper cristalizado en mí y en mi entorno. Y me doy cuenta de que no encuentro la manera de empezar a hablar de ello. Eso me preocupa y empiezo a escribir.

Recuerda que, tras la muerte, había regresado una especie de “normalidad”. 

Sí. Claro, fue una muerte muy pública, con un funeral civil en la plaza, que se llenó y fue muy impactante. Después hubo charlas, formaciones, se vieron pelis... Pero luego, y esta era una de mis preguntas, pasamos a ese silencio. No entendía por qué había pasado, pero fue por diferentes factores. Hubo una parte de sanación, de volver cada cual a su entorno y ver cómo le había afectado esto. Pero eso llevó a una normalidad y a que luego romper el silencio fuese algo raro, brusco, violento.  

Así que se puso a escribir. ¿Cómo fue el proceso?

Empiezo a escribir estas reflexiones del por qué del silencio de una muerte que en su momento fue tan social, de cómo habíamos llegado a que estuviese absolutamente silenciada. Pero después de estar escribiendo conmigo misma, me doy cuenta de que lo que quiero es hablar y, sobre todo, escuchar. Porque yo sentía ese malestar, pero quizás no era colectivo. Así que busco a la gente y me doy cuenta de que todo el mundo está dispuesto a hablar, con muchas ganas y necesidad. Y además, con una capacidad que igual no tenía hace unos años. Porque ese silencio, aunque fuese muy profundo, también había sido reflexivo. La gente había seguido aprendiendo y de repente estábamos preparadas para hablar. Y me di cuenta de que esa normalidad no había sido tan normal. Que no fue un silencio tabú, sino necesario. Al final del libro está Brayan, otro chico trans joven, que dice que ha notado mucho que a raíz de Moio ha sentido un apoyo, un respeto y un querer aprender de la gente.  

"Quiero pensar que el mundo es ahora menos hostil con la gente 'trans', pero no estamos en un escenario ideal, para nada"

¿El mundo, o al menos nuestro ámbito más cercano, es ahora un lugar menos hostil que entonces para las personas ‘trans’?

Yo quiero pensar que sí, pero eso no quiere decir que estemos en un escenario ideal, para nada. La transfobia sigue existiendo, el desconocimiento todavía es muy grande, aunque no tiene nada que ver con 2007, en el que ni siquiera Moio sabía lo que suponía ser trans. Hoy en día, socialmente por lo menos, hay referentes, existen asociaciones, se han hecho reportajes... hay un conocimiento. De ahí a que la gente lo viva como algo cercano, o a que esta realidad esté presente en su día a día... eso es otra cosa. Estaría bien replantearnos cómo tenemos montada la sociedad, qué roles de género perpetuamos. Más allá de apoyar y acompañar a la gente trans, deberíamos hacer una reflexión de cómo tenemos montado todo esto. 

Escribió anteayer que si en todo este tiempo ha encontrado “alguna paz”, ha sido “gracias a seguir contando la historia” de Moio. 

Sí, total. Escribí una carta a Moio en 2007 en la que le decía que aún no le podía decir adiós. Que no sabía por qué, pero que sentía que tenía que hacer algo. Que no sabía lo que era, pero que hasta que no lo hiciera no podría decirle adiós bien. Más tarde me di cuenta de que quizás era este libro lo que necesitaba para decirle adiós de una vez. No sé si es paz, tranquilidad, o darle algo de sentido a una tragedia, a una elección de una persona, que lo hizo además por un motivo social. Este libro ha sido muy político y social, pero también muy sanador desde el ámbito más personal.

Habla de lo personal, pero ¿qué va a encontrarse quien no haya leído ‘Moio’ y ahora se enfrente a él?

No se va a encontrar una biografía de Moio, yo siempre lo digo: quién era Moio y cómo era queda para quienes le conocimos y le quisimos. Pero sí que se va a encontrar un pueblo, y un entorno, que recibió esa muerte como un retraso social y colectivo. Y que reaccionó de la manera, para mí, más loable: con unas inmensas ganas de aprender, de no volver a cometer errores, de una responsabilidad colectiva. De pueblo. Hay mucha gente que no conoció directamente a Moio, pero a la que su muerte le ha hecho pensar, reflexionar, y cambiar. La gente me dice mucho que el libro no te deja impasible. Te activa cosas, te hace pensar y posicionarte. Y era para eso.

"Este libro ha sido muy político y muy social, pero también muy sanador desde el ámbito más personal"

¿Qué es lo que más le ha motivado para traducir el libro al castellano? 

Fue una suerte de casualidades, pero también algo buscado. Cuando lo escribí, pensé que era una historia muy local, muy centrada en Hernani, pero me di cuenta de que también tiene un punto universal. Daba igual a que pueblo fuera, que conectaba, porque tiene una parte humana muy potente. La razón de ser de este libro es crear conciencia, activar y sobre todo hacer memoria y justicia. Ya sea en otras partes del Estado o entre gente que no habla euskera en Euskal Herria.