63 aves han muerto en Álava debido a electrocuciones o por colisionar contra tendidos eléctricos desde el año 2018, la mayoría –23– buitres leonados. 

En total, los sucesos de electrocución se han quedado en 59 a lo largo de los seis años previos, mientras que las incidencias graves por colisión han ascendido a ocho. Durante este tiempo, han resultado afectadas 18 especies distintas. 

Tras el buitre leonado, que ha acaparado el 39% de las incidencias, dos especies de córvidos –con diez incidencias– y el busardo ratonero, con nueve casos registrados, han sido las siguientes especies más afectadas.

Uno de los casos se envió a la Fiscalía al corresponder a una especie en peligro de extinción, concretamente el milano real. 

Tres buitres leonados. Archivo

El año más crítico por el volumen de accidentes fue 2021, en el que se registraron 15 incidencias con el resultado de 13 muertes. Hubo otras nueve muertes en 2018, doce en 2019, once en 2020, nueve en 2022 y otras nueve el pasado 2023.

"Muy variable"

Así lo ha detallado este lunes en la comisión del ramo de las Juntas Generales la diputada foral de Sostenibilidad, Agricultura y Medio Natural, Amaia Barredo, quien ha explicado que el riesgo de electrocución es “muy variable” en función de la especie y las instalaciones, donde entran en juego factores tanto técnicos como biológicos. 

La envergadura de las aves, y el buitre leonado es precisamente una especie de gran tamaño, es uno de los principales factores de riesgo. Además, las especies que utilizan los apoyos como oteaderos, posaderos y dormideros, tanto rapaces como cigüeñas y córvidas, son también las más proclives a sufrir accidente.

Cuanto más abundantes, también más riesgo de incrementar las estadísticas de accidentes.

Ejemplar de busardo ratonero. Unai Beroiz

Zonas de riesgo

La diputada, que ha sido cuestionada por estos episodios por José Damián García-Moreno, juntero de Elkarrekin Araba, ha explicado también que el riesgo depende de las zonas que atraviesan los tendidos.

Los que se encuentran en zonas de concentración –de alimentación, dormideros o zonas húmedas– presentan mayor riesgo, mientras que las zonas de trasiego de aves –cauces, cantiles o collados– resultan “especialmente peligrosas”, según la diputada.

“Es evidente la gravedad de la problemática”, ha lamentado García-Moreno, quien ha censurado las “deficiencias” en la “estrategia de vigilancia” y ha llamado a “seguir trabajando” para evitar, en la medida de lo posible, estos episodios.

“Esta administración no se queda solo en monitorear, sino que va más allá”, ha defendido, por su parte, Barredo.