Bilbao- Francesc Orella (Barcelona, 1957) interpreta a Merlí Bergeron, un polémico profesor de Filosofía que a su llegada a un instituto revoluciona a sus alumnos y al profesorado. El actor, que ha participado en series como El comisario o Carlos, rey emperador, asegura que nunca se ha escuchado en euskera pero se siente “muy feliz” de que Merlí se emita en Euskadi.

¿Esperaba que ‘Merlí’ tuviese tanto éxito?

-No, nunca sabes cómo va a responder el espectador. Éramos conscientes de que teníamos un material interesante, muy distinto y atractivo, tanto por el guion como por la temática. La serie liga la enseñanza y la Filosofía con problemas actuales de nuestra sociedad. Creíamos que valía la pena hacerlo bien y pensamos que podía gustar, pero no sabíamos que llegaría tan lejos.

Asegura que se siente cercano a su personaje, ¿qué tiene en común con él?

-Ciertos aspectos de su personalidad: su actitud, tan contestataria y crítica con el sistema educativo, su manera de mostrar lo que él piensa y opina de las cosas y también cierto carácter vehemente. Al mismo tiempo, hay una parte de él, en ese aspecto privado que constituye su relación con las mujeres, que deja ver que es un hombre inestable, un poquito Peter Pan, un seductor compulsivo y algo inmaduro.

¿Ese espíritu de Peter Pan es lo que le hace ser un profesor tan atractivo para sus alumnos?

-La enseñanza, los profesores y la sociedad han cambiado. Los chavales son distintos y los maestros tienen que hacer un esfuerzo para intentar impartir las materias de una forma estimulante. Merlí, además, enseña Filosofía, una materia que fomenta la reflexión y el análisis crítico. Es un profesor polémico y muy provocador que se mete a los jóvenes en el bolsillo llevándolos a un terreno de juego atractivo, algo que encaja muy bien con enseñar Filosofía, ya que es una asignatura muy humanista. En realidad, Merlí les quiere seducir porque es su manera de entender la enseñanza.

¿Cree que los métodos que usa Merlí pueden aplicarse en la enseñanza real?

-Éste es un debate que mantienen muchos profesores que han visto la serie. No debemos olvidar que Merlí es una ficción televisiva, donde el personaje se comporta de una manera a veces un poco radical y extrema, y esto no necesariamente debe ser así. Lo que muestra la serie es que los profesores deben pensar maneras de enseñar más efectivas para motivar el interés del alumno. Si un maestro tiene alguna ocurrencia o crea un método original para captar la atención y hacerse escuchar por los jóvenes, bienvenido sea. A muchos profesores les gusta la serie porque ha revalorizado la Filosofía, y esto se demuestra en el aumento de matriculaciones que se ha dado en la carrera de Filosofía en Catalunya. No sé si Merlí ha tenido algo que ver en esto, pero el interés por la materia ha crecido.

¿Tomó como modelo al profesor Keating de ‘El club de los poetas muertos’ para meterse en la piel de Merlí?

-Bueno, son referencias que uno tiene, pero Merlí tiene su propia personalidad y un carácter que no tiene nada que ver con ese profesor. El doctor House es otro modelo, a nivel de temperamento, porque Merlí puede llegar a ser un borde. Es un personaje contradictorio, dice una cosa y hace otra, y en ese sentido me gusta mucho porque tiene muchos defectos y virtudes, como todo el mundo, algo que le hace mucho más humano. A veces manipula y es marrullero, pero siempre para una buena finalidad, no es una mala persona. Es un hombre muy poliédrico en matices y eso para mí, como actor, ha sido un gustazo.

A lo largo de su carrera ha interpretado a personajes como el General Prim o Rodríguez Galindo. ¿Qué tiene usted para interpretar a gente con tanta personalidad?

-He hecho muchos personajes de este tipo y me ha encantado interpretarlos. El físico es muy importante en este sentido: unos rasgos faciales con cierta dureza o una voz potente ayudan a meterse en este tipo de personajes. No me van los galanes románticos, de hecho no me gustan ni como espectador. Desde que era un chaval pensé que esos papeles eran aburridos. Yo quería ser el malo, el que introduce el conflicto en la historia y pone en tensión al espectador.

¿Este papel le ha acercado a un público más joven?

-Sin duda, esta serie ha captado la atención del público más joven. Ése es, precisamente, uno de los aspectos fundamentales de Merlí: que la siguen los adolescentes. Quizás porque es una historia que relata cómo un profesor, además de enseñar Filosofía, se preocupa personalmente por los problemas, vidas privadas y conflictos que tienen los jóvenes en esa franja de edad tan complicada: problemas con la familia, de identidad, de vida sexual, emocionales... conflictos que son bastante delicados. Que aparezca un maestro que se implique, empatice con ellos y se involucre ha robado el corazón a muchos chavales. Yo lo he notado, lo veo cada día y en varias edades, no solo en jóvenes de 16 y 17 años, que son las edades de los personajes, sino que ha interesado a distintas generaciones.

TV3 está emitiendo ahora la tercera y última temporada de ‘Merlí’. ¿Cree que tres entregas son suficientes o le apena que termine la serie?

-Si esta serie continuase estaría muy cómodo, pero creo que está muy bien que dure tres temporadas. Me apetece cambiar de registro y hacer otras cosas, aunque me he sentido muy bien con este personaje, lo he hecho muy mío. Ha sido un gusto trabajar en esta producción, con su equipo técnico y artístico, con todos mis compañeros y con los actores jóvenes. Es un personaje que me ha cambiado y en mi carrera ha sido un pelotazo. Ha triunfado en Catalunya, y también en Sudamérica, donde se está emitiendo gracias a Netflix. Por otro lado, una cuarta entrega también implicaría problemas de casting porque los personajes jóvenes tendrían edad de estar en la universidad y Merlí es un profesor de Bachillerato.

¿Qué proyectos tiene tras finalizar ‘Merlí’?

-Estoy en plena gira de teatro por Catalunya con la obra Art. Es una de esas obras tocadas por la mano de Dios, porque ha funcionado siempre. Lleva girando unos 20 años en todo el mundo. También tengo previsto a lo largo de este año el rodaje de la segunda y tercera parte de la trilogía del Valle del Baztán.