Han pasado 36 años desde que un toro, Avispado, matara a Francisco Rivera, Paquirri. Pues ahora parece que fue ayer, solo que sus tres hijos son adultos y que Isabel Pantoja, su mujer en aquel momento, es ya sesentona y ha escrito muchas páginas del corazón.

Hay algo que prevalece en todo el lío: las disputas por su herencia. Y ha sido Kiko Rivera, el hijo de Paquirri e Isabel, quien se ha enfrentado a su madre reclamando una parte de la herencia, la referente a Cantora, finca que siempre ha estado en discordia. Dice que le corresponde la mitad y que quiere vender para quitar la hipoteca que pesa sobre ella y tener pasta contante y sonante.

Pero, ¿qué hubiera hecho el común de los mortales ante un caso similar? Una reclamación por burofax, una consulta a un especialista en derecho patrimonial, una denuncia€ Pero no, Kiko Rivera no es un mortal común, sino un hombre que vive de la prensa del corazón, y ha obrado en consecuencia, yendo directamente a la yugular de su madre a través de los platós de televisión, escenarios que conoce muy bien y que usa a discreción cada vez que necesita dinero. Y sabe que puede ir tanto para abrazar a la folklórica como para acuchillarla.

Con acusaciones de que es una mala madre -lo más suave que ha dicho de ella-, ha abierto la caja de Pandora, o de Pantoja, logrando que los espectadores, que estaban hartos de oír cifras y futuros apocalípticos por la pandemia, vuelvan a lo más clásico, el cotilleo de escalera, tienda de ultramarinos o del bar de la esquina. La criatura que se ha mantenido a golpe de talón en realities y platós se ha despachado a gusto, cómo no, por dinero.

Pero la historia se ha complicado en el momento en el que han entrado otros actores en el culebrón. Han aparecido los otros dos hijos de Paquirri, el clan de los toreros, Fran y Cayetano, y qué casualidad, lo han hecho para apoyar al ex DJ, al que han incluido en la exclusiva fraternidad Rivera, en la que hasta ahora Kiko había tenido nula presencia.

Los otros Rivera -la hermana del torero fallecido y su hijo- también se han dado una vuelta por los platós muy compungidos y lacrimosos, recordando al finado y sus bondades. y maldiciendo a la mala de la película: la Pantoja. Hemos visto a Teresa Rivera, pañuelo de papel en mano y ojos vidriosos, hablando de que su cuñada había hechizado a su hermano, de que el matrimonio estaba en crisis y de que no se ha repartido la herencia en condiciones, porque hay mucho oculto tras ella. Lo cierto es que hay muchos rumores y pocos hechos demostrados con documentos.

Los hermanos Rivera Ordóñez acaban de sentir un súbito amor fraternal por el hijo de la Pantoja. Siempre le habían dado de lado porque no era lo suficiente glamuroso para ellos y sus parejas (ni para casi nadie), pero ahora, cambiando la frase, por el interés te quiero, Kiko. Hasta su aristócrata ex cuñada, Eugenia Martínez de Irujo, alérgica a cualquier declaración, ha puesto un énfasis exagerado en lo majo que es el chaval.

Pero Fran y Cayetano se han olvidado de que tienen otro hermano, esta vez solo de madre, con el que no tienen relación, Julián Contreras, que no tiene nada que vender, se ocupa de su padre, segundo marido de la Ordóñez, que está ciego y solo tiene necesidad de que le ayuden. Pero nada de eso va a ocurrir a menos que haya una herencia oculta que disputar. Todas las cadenas, especialmente Telecinco, regalan minutos y más minutos a los espectadores sobre este tema.

Seguro que si a alguien se le ocurre hacer un culebrón sobre la guerra Rivera-Pantoja tumba las audiencias de las historias turcas que hoy seducen en los grandes grupos mediáticos. Y sería más entretenido y con personajes dispuestos a lanzarse las miserias a la cara en cualquier plató. En esta ocasión no es familia contra familia, sino todos contra una, Isabel Pantoja. Y eso que falta por hablar la hija, Chabelita, otra criatura despistada que es madre y que tampoco está dispuesta a salirse del circo mediático.