Antes de dar los primeros pasos por la ciudad, es importante conocer cómo darlos sin correr demasiados riesgos. El tráfico urbano del centro es embarullado y bullicioso. Millares -(¿millones?)- de ciclomotores, además de automóviles, bicicletas y taxis, se entrecruzan armónicamente esquivándose unos a otros a golpe de claxon, en un embriagante "caos perfectamente organizado", ¡sin apenas normas de circulación! Como irónicamente describe mi cicerone Stephan Havel, un profesor alemán que imparte hace años clases de idiomas en la ciudad, esta espontánea conducta vial responde, en su opinión, a la psicología del vietnamita que parece regirse por el siguiente principio: "Primero actúa, después piensa, pues al final todo saldrá bien”. ¡Nada es tan contagioso como el entusiasmo vietnamita!".

Filosofía que debe adoptar cualquier peatón para doctorarse, en diez minutos, en el arte de esquivar. De hecho, un folleto del hotel te facilita, en este sentido, las primeras lecciones básicas: 1) Manténgase relajado y confiado; 2) Mire a ambos lados de la calle o contacte visualmente con los conductores; 3) Camine lentamente, pero con intención decidida, y 4) Nunca retroceda (cambiar de idea estropearías la maniobra de esquivo ya iniciada por el conductor). Para los conductores hanoienses las escasas señales de tráfico no parecen ser obligatorias sino solo sugerencias.

El bullicioso tráfico de la capital vietnamita. ON

Antes de dejarte embrujar por las estimulantes ofertas comerciales del centro, uno de los lugares imperdibles de visitar en Hanoi es el Templo de la Literatura. Construido en 1076, fue la primera universidad del país orientada a educar a la realeza, los mandarines y los miembros de la élite durante 700 años. Pasear por sus verdes prados, entre bonsáis y árboles de raíces milenarias, hasta llegar al templo dedicado a Confucio es una experiencia muy enriquecedora. Los nativos rezan ante él con intensa devoción y quién sabe qué tipo de plegarias. En palabras de Thi PhamNghe, un erudito visitante: "Nosotros somos optimistas. Apenas nos preocupamos. Pero cuando aparecen las guerras y las crisis éstas tienen la ventaja de que nos obligan a pensar". Aunque los vietnamitas son, por lo general, budistas y cristianos, la opinión de Stephan es más confuciana: "Los vietnamitas sólo tienen una creencia: la familia, en la que se arropan, se cuidan y se protegen mutuamente sus miembros. Y tienen a sus antepasados en un altar". En realidad, no se apartan de la filosofía del gran pensador chino cuyas normas éticas de conducta, como se sabe, se basan en la empatía que induce a socorrer a los demás.  

Enigmático Lago Hoam Kien

En el mismísimo barrio antiguo de la capital se encuentra este idílico y misterioso lago cuyas aguas adquieren, curiosamente, distintas tonalidades dependiendo del momento del día. A primera hora de la mañana los amantes del tai-chi se reúnen en sus veredas para entrenarse, al atardecer los viejos juegan al ajedrez, y durante la noche, las jóvenes parejas buscan privacidad en sus sombras. En cualquier caso, sentarse ante este lago a cualquier hora del día es profundamente relajante y cautivador. Te impulsa a hacer volar tu imaginación o detener tu mirada en la enorme cantidad de extranjeros y locales que atraviesan su romántico puente rojo para acudir al templo que existe en el interior del lago. Es más que un rito.

Si encaminas tus pasos hacia el sur de la ciudad, te sorprenderá el barrio Francés con sus majestuosos edificios coloniales en arboladas avenidas. Entre otros puntos de interés, no hay que perderse el bello Teatro de la Ópera o el Mausoleo de Ho Chi Minh donde se puede ver el cuerpo momificado del padre de la patria. Ni tampoco el legendario Hotel Caravelle, donde se alojaron los corresponsales de guerra y agentes secretos durante la guerra de Vietnam. Si te alejas del centro puedes sentir la tranquilidad de suburbios como Duong Lam u otros típicos pueblitos (las aldeas han desempeñado un papel clave en la psicología y el orden social de Vietnam). Pero si dispones de tiempo, emprender una excursión a las montañas de Sa Pa te impactará por la espectacular belleza de las terrazas de arroz, que se cultivan hoy como hace siglos. Es un paisaje surrealista e hipnótico.

¿Compras? ¿Por qué no?

Resulta casi irresistible deambular por la vistosa y colorista maraña de calles del casco antiguo. Allí se puede comprar de todo. Miles de pequeñas tiendas ofrecen todo tipo de productos típicos, modernos y antiguos, así como los clásicos souvenirs para los turistas. Entre ellos, destacan también los objetos artísticos de papel en los que los vietnamitas son unos virtuosos. Curiosamente, en algunos puestos puedes encontrar falsificaciones de artículos que en realidad no existen: posavasos de Levi's o cascos de moto de Dolce & Gabanna. Un viejo nativo me recomienda: "En las compras no hay que regatear, sino preguntar directamente por el descuento".

Una calle comercial en un barrio de Hanoi (Vietnam). ON

Y cuando el sol decae, nada mejor que sentarte en una terraza para tomar una fría cerveza Saigón, acompañada de algunos banh cuo -exquisitos rollitos de carne picada, setas y gambas- que también puedes encontrarlos en puestos callejeros de toda confianza. Se puede terminar la velada escuchando jazz en Binh Minh (Trang Tien 1) donde nuestro anfitrión Stephan toca el clarinete de vez en cuando ¿emulando a Woody Allen