El canciller alemán, Olaf Scholz, ha endurecido su tono en materia de política migratoria, mientras su Gobierno estudia reforzar los controles fronterizos en los límites con Polonia y República Checa y se mantiene el auge de la ultraderecha en las encuestas.
"Son muchos los que llegan a Alemania y a Europa y la cifra ha aumentado de forma dramática", afirmó el canciller durante un acto electoral en Núremberg (sur), en el que los asistentes se vieron superados numéricamente por un grupo de manifestantes que abucheaba a Scholz de forma ininterrumpida.
Se trata de una "situación difícil" que, sin embargo, es necesario abordar en una sociedad democrática, subrayó el canciller, antes de enumerar algunos de los pasos emprendidos por su Gobierno para aumentar el número de deportaciones.
Entre ellos, mencionó la agilización de los procesos de repatriación de los solicitantes de asilo rechazado, así como la ampliación de la lista de "países seguros", a los que está previsto que se sumen Moldavia y Georgia, candidatos a la adhesión europea.
En relación a la vigilancia de las fronteras alemanas, Scholz también avanzó que "es posible" que haya que adaptar nuevas medidas "en función de la situación" en los límites con Polonia y la República Checa.
Tanto la oposición conservadora como los estados federados fronterizos con esos países piden desde hace tiempo la introducción de controles fronterizos sistemáticos en esos límites, una posibilidad que el Gobierno había rechazado una y otra vez hasta ahora.
El canciller también aludió con inusual dureza al escándalo por la supuesta venta de visados en Polonia, un tema que según dijo "discutirá" con Varsovia.
"No quiero que en Polonia simplemente den paso (a los migrantes) y luego seamos nosotros los que tengamos que discutir sobre la política de asilo. Quien llega a Polonia tiene que ser registrado allí y se tiene que procesar allí su solicitud y no que encima vendan visados por dinero y agraven el problema", denunció.
También el vicecanciller verde, Robert Habeck, aludió ayer a la situación de muchos municipios alemanes, que afirman estar totalmente desbordados por el número de solicitantes de asilo que se les asignan e indicó que resolver la situación implica "tomar decisiones moralmente difíciles".
"No podemos esperar que todos los ciudadanos digan 'ya lo lograremos'. Si no queremos que el populismo de derechas explote este tema, entonces todas las fuerzas democráticas deben contribuir a buscar una solución", dijo en declaraciones a la prensa.
Desde hace meses, la ultraderechista Alternativa por Alemania (AfD) experimenta un auge en las encuestas y obtendría en estos momentos, a mitad de legislatura, aproximadamente una quinta parte del voto.
Si se celebrasen elecciones ahora se convertiría en segunda fuerza por detrás de los democristianos -que también están apostando por una retórica dura en cuanto a la migración- y por delante de los socialdemócratas de Scholz.
Hasta finales de agosto han solicitado asilo en Alemania unas 200.000 personas, en su mayoría procedentes de Siria, Afganistán y Turquía, la cifra más alta desde 2017, según datos de la agencia estadística Destatis.
A estos hay que sumar casi un millón de refugiados ucranianos que han podido obtener permisos de residencia y de trabajo temporales de forma automática sin necesidad de pasar por el proceso de asilo.