- Sumido en una profunda crisis y con la perspectiva de sumar al menos una década en la oposición, el Partido Social Demócrata (centro-derecha) estrena esta semana la legislatura en Portugal volcado en buscar un líder para tiempos convulsos. El PSD quiere recuperar el protagonismo político que le corresponde como segunda fuerza del país y superar la etapa de Rui Rio, que deja una pesada herencia su sucesor.

Bajo su batuta, el PSD cosechó uno de los peores resultados de su historia en las legislativas 2019; perdió en las europeas, las municipales y de nuevo en las generales del pasado enero.

De la carrera por la renovación se han retirado dos de los candidatos naturales, el eurodiputado Paulo Rangel y Carlos Moedas, el alcalde de Lisboa, que se veía como una estrella emergente entre las filas del centroderecha.

De las seis mayorías absolutas salidas de las urnas en la joven democracia portuguesa, cuatro fueron del PSD y dos del Partido Socialista -la última, lograda por António Costa en enero-. Pese a su histórico caudal de votos, la estrella del PSD comenzó a apagarse en 2015 cuando, aun siendo la fuerza más votada, perdió el Gobierno frente a la alianza de Costa con la izquierda, la “geringonça”. Todo apunta a que, tras su abrumadora victoria en las últimas legislativas, los socialistas llevarán las riendas del Gobierno en Portugal al menos hasta 2026. Serán para el PSD más de diez años en los bancos de la oposición.

Durante la presidencia de Rio -desde 2018-, el PSD se ha dejado cientos de miles de simpatizantes y de votos en el camino -roza el 28%- y ha visto fortalecerse tanto a los socialistas como a los partidos a su derecha (Iniciativa Liberal y el ultraderechista Chega).

La de Rio no ha sido una gestión fácil. Cuestionado desde el principio, superó dos primarias pero nunca logró integrar a sus críticos.

Solo en la última campaña electoral el Partido Social Demócrata se mostró unido a la sombra de unas encuestas que arrojaban un empate técnico La realidad fue muy distinta: el PS se apuntó una aplastante mayoría absoluta y el centro-derecha se desplomó.