erlín recuerda hoy el 13 de agosto de 1961, el día en que se inició la construcción del muro que partió la ciudad hasta 1989 y cuyos restos son ahora objeto de curiosidad para el visitante o de reflexión sobre la traumática división.
Dos meses después de que el jefe de Estado de la Alemania comunista Walter Ulbricht asegurara, el 15 de junio, que “nadie tiene la intención de construir un muro”, Berlín amanecía dividida por postes de hormigón con alambres de espino y barricadas levantadas desde el sector oriental con trozos de asfalto y adoquines.
Los ciudadanos eran testigos atónitos ese día de los preparativos de lo que cinco días después sería el inicio de una división cimentada a través de un muro, que se iría ampliando, modernizando y perfeccionando hasta el año de su caída, en 1989, para cumplir su cometido de evitar la fuga desde la Alemania comunista.
Durante más de 28 años, los 156,4 kilómetros de muro constituyeron una representación física del telón de acero que dividió Alemania y Europa y fueron escenario de al menos 140 muertes, pero también de al menos 5.075 fugas exitosas. Casi 44 kilómetros transcurrían por el medio de la ciudad, los 112 restantes rodeaban como un corsé el Berlín Occidental por el norte, el oeste y el sur.
Hoy, sesenta años después de su construcción y casi 32 desde su caída, la historia del llamado muro de la vergüenza sigue atrayendo a millones de turistas y curiosos cada año.
Los restos más conocidos que quedan en pie se encuentran entre otros lugares en la llamada East Side Gallery -1,3 kilómetros de muro con grafitis de diversos artistas, entre ellos el famoso beso de tornillo entre los líderes soviético y germano-oriental, Leonid Brézhnev y Erich Honecker, obra de Dmitri Vrúbel-, y en la plaza Potsdamer Platz.
El tramo en la calle Niederkirchner Strae -cerca de Checkpoint Charlie, antiguo control fronterizo entre el este y el sector estadounidense-, atrae también a los curiosos, así como los restos en la calle Bernauer Strasse, símbolo de la división alemana por haber quedado partida por el muro y donde se encuentra también el centro de documentación del muro.
Por su ubicación, otros pedazos de muro pasan desapercibidos para turistas y berlineses, como el tramo en el cruce de las calles Dolomitenstrasse y Maximilianstrasse en el distrito de Pankow, norte de la ciudad, que el año pasado perdió 60 de sus 70 metros todavía en pie para hacer sitio a un proyecto de vivienda nueva.
El alcalde-gobernador de Berlín, el socialdemócrata Michael Müller, calificó ayer la construcción del muro de “acontecimiento decisivo” para la ciudad y para toda el país.
Cada 13 de agosto, Berlín recuerda en primer lugar a los muertos que perdieron la vida junto al muro y los alambres de espino, pero también “el sufrimiento humano que causó la división de la ciudad y del país con la separación de familias, amigos y allegados y la pérdida de oportunidades en la vida”, dijo, y llamó a mantener vivo el recuerdo sobre todo porque las generaciones más jóvenes “tuvieron la suerte de no vivir esta división” y la memoria colectiva les permitirá valorar el concepto de libertad.
“La experiencia común de la división, su superación, sobre todo para los ciudadanos de Berlín Este y de la República Democrática Alemana, así como el duro a la vez que esperanzador período de cohesión de nuestro Berlín son una historia única en el mundo para una ciudad. Hacen de Berlín una ciudad de la libertad”, agregó.
La ministra de Cultura, Monika Grütters, subrayó que la revisión crítica de la dictadura del Partido Socialista Unificado y de la República Democrática Alemana y el recuerdo de sus víctimas “seguirán siendo tarea central en el futuro, para trasladar a quienes no vivieron los horrores del régimen el valor de los derechos de-mocráticos fundamentales y los peligros de las ideologías totalitarias”.