Bea Sever, portavoz de la asociación Naizen, asegura que la agresión sufrida por un niño transexual en Sarriguren evidencia que es necesario ahondar en la educación
Agresiones como las sufridas por un niño en Nafarroa hace dos semanas, ¿son más habituales de lo que parece?
—En nuestra asociación no teníamos constancia de ninguna agresión de este tipo hasta ahora. Desgraciadamente sí que ocurren agresiones verbales, episodios de acoso escolar, amenazas de bajar los pantalones y similares, pero nunca había llegado a la agresión física.
¿Qué datos maneja la asociación al respecto en nuestro entorno? ¿Y en general sobre agresiones transfóbicas?
—No tenemos datos al respecto, pero sí teníamos la percepción de que en Nafarroa y en Euskadi, nuestros ámbitos de acción, estábamos en una situación mejor con respecto a otras comunidades autónomas. Esperemos que siga siendo cierto.
¿En qué está fallando la sociedad cuando cuatro niños agreden a otro niño por ser diferente?
—Los discursos que señalan a lo diferente faltando al respeto dan alas a aquellas personas predispuestas a actitudes de este tipo, que al verse legitimadas por ciertas voces no sienten que lo que hacen está mal. Si esto además ocurre en casa, donde escuchas comentarios vejatorios con respecto a ciertos colectivos, aprendes que ciertas personas no merecen respeto. Tenemos que seguir trabajando en ver la diversidad como valor porque detrás de esto está el desconocimiento, que genera temor.
¿Cómo afecta a la vida de los niños episodios como este? ¿Les deja marcados? ¿Cambia su comportamiento en algún sentido?
—Por una parte, afecta a medio plazo en el día a día, por miedo a que vuelva a ocurrir, a verse señalados... Pero lo que vemos es que a la larga, cuando interiorizan por los mensajes del entorno que lo que son "está mal", acaba por afectar mucho a su autoestima y las adolescencias pueden complicarse, con cuadros de depresión, ansiedad, autolesiones o intentos de suicidio.
La ayuda psicológica se antoja imprescindible, ¿no?
—Cuando un niño o una niña transexual tiene un entorno de apoyo no necesita nada diferente al resto, crecen felices con los problemas cotidianos de su edad. Pero cuando ocurre algo así, como le pasaría a cualquiera, por ejemplo en los casos de bullying, hace falta un apoyo. El problema que nos hemos encontrado en ocasiones es que en la carrera de Psicología no se estudia la transexualidad y que lo poco que ven está muy desfasado, con lo que en ocasiones hay profesionales que en vez de ayudar acaban complicando más las cosas. Es muy necesaria la formación de profesionales.
¿Cómo repercuten episodios de este tipo sobre las familias?
—Cualquier familia sufre cuando ve sufrir a sus hijos o hijas. Lo primero que tememos cuando somos conscientes de que quien pensábamos que era nuestra hija es nuestro hijo, o viceversa, es que la sociedad no le permita ser feliz. Afortunadamente, hoy en día en nuestro entorno suelen tener espacios seguros donde crecer, pero aún así en ocasiones ocurren estas cosas y todas las familias temblamos.
Desde Naizen, ¿cómo asesoran y ayudan a las familias ante situaciones como esta?
—En Naizen somos una gran familia de familias y cuando alguien comparte un episodio así en el grupo el resto le da ánimos, le muestra su apoyo... Y esto no es ninguna tontería; tener un grupo de iguales, una red de apoyo, es muy importante. Compartir los logros y los avances, pero también las angustias y los disgustos con gente que sabes que está como tú tiene mucho valor.
¿Qué debemos hacer el resto de la sociedad ante hechos así?
—Hemos recibido innumerables muestras de apoyo de la sociedad y de las instituciones y eso es lo que nos sirve, saber que la mayoría de la gente quiere vivir en un lugar donde nadie quede fuera y donde se pueda salir a la calle con seguridad. Quien quiera acercarse a esta realidad sabe dónde estamos o puede seguirnos en las redes. Nadie elige esto, a cualquiera puede tocarnos.
El Ayuntamiento de la localidad en la que ocurrió la agresión convocó una concentración y después la desconvocó por respeto a la familia. ¿Cómo se equilibra el respeto a la intimidad de las familias y los menores y la denuncia pública?
—La familia quiso hacerlo público para poner en evidencia que las cosas que se dicen tienen consecuencias directas en la vida de las personas, pero se fueron filtrando detalles íntimos y se vieron superados. Tenían miedo a que les señalaran más y por eso quisieron pararlo. Aún así, agradecieron mucho los gestos. Es difícil encontrar ese equilibrio.
¿Qué deben hacer las instituciones para avanzar en el respeto a la diversidad?
—Siempre hemos trabajado muy bien con las instituciones y esperamos seguir haciéndolo. Nos gustaría que desde Educación se fomentara la formación en todos los centros educativos y esperamos dar pasos en este sentido. Por otra parte, muchos ayuntamientos contratan charlas donde las familias comparten sus vivencias y sabemos que escuchar los relatos de primera persona da otra perspectiva y sirve para cambiar las miradas. En el ámbito de la salud y de los servicios sociales también estamos trabajando para mejorar la situación. Si miramos atrás nos damos cuenta de que hemos avanzado mucho, pero siempre está el temor de un retroceso. Cuando no sea necesario que las familias nos asociemos para que nuestras hijas e hijos tengan los mismos derechos que el resto podremos decir que lo hemos logrado. Mientras tanto seguiremos trabajando como hemos venido haciendo, a través del conocimiento y del amor.