Un estudio internacional liderado por investigadores de la Universidad Ben-Gurion (Israel) ha concluido que las aguas residuales que contienen COVID-19 podrían ser una grave amenaza.
El nuevo trabajo, publicado en la revista 'Nature Sustainability' por una colaboración internacional de 35 investigadores, evalúa los estudios recientes sobre coronavirus en aguas residuales y anteriores enfermedades infecciosas transmitidas por el aire, incluidos el SARS y el MERS. El objetivo es evaluar las posibles amenazas, las vías de investigación y las posibles soluciones, así como obtener perspectivas beneficiosas para el futuro.
"Hay muchas razones para preocuparse por el tiempo que los coronavirus sobreviven en las aguas residuales y por el impacto que tienen en las fuentes naturales de agua. ¿Pueden las aguas residuales contener suficientes coronavirus para infectar a las personas? La simple verdad es que no sabemos lo suficiente y eso debe ser rectificado lo antes posible", comenta el autor principal de la investigación, Edo Bar-Zeev.
Los investigadores indican que las aguas residuales que se filtran en los cursos de agua naturales pueden conducir a la infección a través de aerosoles aéreos. Del mismo modo, las aguas residuales tratadas que se utilizan para llenar instalaciones de agua recreativa, como lagos y ríos, también podrían convertirse en fuentes de contagio. Por último, las frutas y verduras regadas con aguas residuales que no se desinfectaron adecuadamente también podrían ser una ruta de infección indirecta.
El equipo de investigación recomienda una nueva investigación inmediata para determinar el nivel de infección potencial, si la hay, y cuánto tiempo duran los coronavirus en varios cuerpos de agua y rociadores.
"Las plantas de tratamiento de aguas residuales necesitan mejorar sus protocolos de tratamiento y en un futuro próximo también avanzar hacia el tratamiento terciario a través de membranas de micro y ultrafiltración, que eliminan con éxito los virus", señala Bar-Zeev.
Al mismo tiempo, las aguas residuales pueden servir como un canario en una mina de carbón porque pueden ser monitoreadas para rastrear los brotes de COVID-19. Los coronavirus comienzan a aparecer en las heces antes de que otros síntomas como la fiebre y la tos aparezcan en personas que de otra forma serían asintomáticas. La vigilancia regular, por lo tanto, puede dar a las autoridades una advertencia anticipada de los focos de infección.