Con un eurito. Así entró un hombre de cuarentaitantos años al que de ahora en adelante llamaremos Aitor en un mundo que no tardaría en convertirse en su pesadilla: el de las apuestas online. “No podía irme a la cama sin jugar a la NBA, aunque fueran solo dos euros, para tener algo que mirar a la mañana siguiente”. Si apostaba más, se quedaba a ver el partido. Tras seis años jugando habitualmente, “como quien dice todos los días”, perdió todo su dinero, su familia, sus amistades y la noción con el mundo entero. Sin darse cuenta. “No te lo imaginas hasta que no estás dentro”, atestigua. Ahora que lleva algo más de un año rehabilitado, lo tiene muy claro: “Yo soy ex fumador y puedo asegurar que es como la nicotina: te engancha y no lo puedes dejar”. Esta es su historia.

Aitor recuerda que todo comenzó en 2006. Por entonces vivía en un baserri y trabajaba 12 horas diarias durante dos semanas al mes. Como consecuencia, explica que tenía bastante tiempo libre y dado que era aficionado a los deportes, la única manera que se le ocurrió de llenarlo fue con pequeñas apuestas a través de páginas webs. “Un eurito o dos, para ponerle emoción, como cuando echas una quiniela”, explica. Ese fue su periodo de iniciación, hasta a 2008.

A partir de entonces, Aitor se fue enganchando. “Empiezas a ganar algo, pero de la misma lo pierdes, porque está pensado para sacarte el dinero”. Con la excusa de recuperarlo y volver al saldo inicial, cada vez tenía que hacer apuestas más fuertes, aunque lo que realmente buscaba -ahora se da cuenta- era mantener la adrenalina en el cuerpo. “Cuando quieres darte cuenta, la cantidad es tal que es casi imposible de recuperar”. La mayor suma que llegó a apostar: 940 euros.

Hockey sobre hielo, sobre patines, fútbol, baloncesto, tenis, rugby. El deporte daba lo mismo hasta tal punto que Aitor llegó a hacer las apuestas “más inverosímiles”, como qué jugador marcaba el vigesimoquinto tanto en un partido de voleibol o cuántos puntos iba a encestar alguien concreto en baloncesto. “Jugaba a todo lo que pusieran en la página web”. Lo importante: apostar para tener adrenalina, “el gusanillo”, en el torrente sanguíneo sí o sí.

Con sus altibajos, el tiempo fue pasando y los ahorros, desapareciendo. “Cuando no había dinero yo era capaz de aguantar uno o dos meses sin apostar, pero en cuanto guardábamos 200, 300 u 800 euros en el banco, me los fundía en la página web”. A veces en solo un mes; en otras ocasiones, dosificados durante tres. Por lo general, en cinco o seis días perdía todo el dinero. “No me quedaba tranquilo hasta que lo fundía todo”. Pero no fue el dinero lo único que se llevaron las apuestas. Y así pasaron los años hasta que en agosto de 2014 dijo basta.

“El juego me costó mi matrimonio, casi los niños, y caí en una profunda depresión”. Acto seguido, Aitor se fue autoconvenciendo de cómo había ido perdiendo gran parte de su vida en una “tontería” y acudió a Ekintza Aluviz, la asociación de ayuda a ludópatas de Bizkaia. Allí le dieron una serie de valores a cumplir, como llevar encima el mínimo dinero posible, no tener acceso a tarjeta de crédito o cambiarse a cuentas mancomunadas -conjuntas- a nombre de dos personas. En definitiva, limitar el acceso a la materia prima para apostar. “Desde Ekintza no te obligan a nada, pero si quieres salir del pozo tienes que hacerlo”. Lo principal: predisposición propia y ayuda psicológica, sobre todo.

evitar tentaciones Aitor lleva un año y pico sin jugar. Saca dinero de 20 en 20 euros, 50 a la semana o 200 al mes como mucho -límites que se ha autoimpuesto él mismo-. También les ha explicado a sus hijos su problema y cuando pasan cerca de un Reta o de un salón de juego cambia automáticamente de acera. “Para evitar posibles tentaciones”, confiesa. Mirándolo en retrospectiva, asegura que ahora disfruta más del deporte y de su tiempo libre y que, al menos, ha aprendido dónde no tiene que volver a meter la cabeza para que se la corten. “El juego es una tontería, pero es una adicción”. Ahora se da cuenta de que lo que comenzó como un hobby terminó destruyéndole la vida.

Al igual que Aitor, la mayor parte de los ludópatas online realizan apuestas de carácter deportivo. Así lo asegura José Manuel Vildosola, presidente de la Ekintza Aluviz. “Cada día las tragaperras se están quedando más relegadas mientras las apuestas deportivas suben como la espuma”. Esto, además, está haciendo que cambie el perfil del jugador. Hace veinte años la media de edad era de 45, mientras que ahora ronda los treinta. “Hay mucha gente de 20, 22 y 25 años que están dando la vuelta a las estadísticas”. Aun así, asegura que todavía hay pocos jugadores puros del juego por internet, aunque es una modalidad que está disparando el índice de ludopatía.

Disponibilidad y precio En cuanto a las características que reúnen los juegos más adictivos, Vildosola remarca la cercanía o disponibilidad, el coste y la rapidez de respuesta. En el caso de las apuestas deportivas, añade que su éxito radica en que son muy activas. “Estás viendo el partido y a la vez apostando, ya sea desde el Reta o desde tu propio móvil”.

Lo bueno del juego online: que al necesitar tarjeta de crédito uno se puede autoprohibir acudiendo al Departamento de Juegos y Espectáculo para que le denieguen el acceso a páginas webs de juego. Lo malo: que está disponible las 24 horas del día y que se puede jugar desde cualquier sitio sin que nadie lo sepa, lo cual, en opinión de Vildosola, incentiva mucho la ludopatía.

Ni viciosos, ni libertinos, ni avariciosos; solo adictos. “Lo difícil es convencer a esas personas que tienen un problema y que tienen que tomar medidas, porque normalmente suelen venir de las orejas”. A la hora de recuperarse, Vildosola afirma que se rehabilitan todos los que quieren. “Pero hay que quererlo de verdad”. Su recomendación: no apostar solo. “Se puede jugar, pero en cuadrilla, para pasar un buen rato entre todos”. De esta manera, explica, se incentiva un juego responsable. Y recuerda: “Cuando se empieza con el yo controlo, empieza el problema”.