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Garaio. Al margen de ser el pueblo de su madre y, por tanto, un lugar especial, López de Ipiña observa al pantano como "un ejemplo de la intervención del hombre destruyendo biodiversidad y medio ambiente". La construcción del embalse en el franquismo fue, aunque a pequeña escala, "como lo que ahora sucede en los pueblos de América y Asia donde las multinacionales desplazan a la población rural a las ciudades".

Gasteiz - Nacido en Gasteiz en 1960 aunque criado en la pequeña localidad de Manurga (Zigoitia), el presidente de Slow Food Araba estudió Derecho y entró "muy joven" a trabajar en la Diputación, donde es responsable del Servicio de Personal Auxiliar. Su vinculación con el campo va más allá de esos orígenes, lo que le llevó a encabezar un colectivo que, más allá de luchar contra la comida rápida, él mismo define como "medio ambientalista", defensor del producto "bueno, limpio y justo". Una gran oportunidad para charlar sobre la mano de la política sobre estos y otros ámbitos, ahora que los partidos "no ofrecen las expectativas que la ciudadanía espera de ellos".

¿Que Vitoria sea Capital de la Gastronomía este año puede suponer un impulso a la filosofía Slow Food?

-La capitalidad no se debe quedar sólo en un diseño culinario, sino que debe centrarse mucho más en el producto, que es la base para elaborar esos pintxos tan de moda o esos platos tan maravillosos que hacen nuestros chefs. Para la ciudad, efectivamente, puede suponer un impulso en un momento de crisis que golpea a todo el mundo, pero hay que aprovechar el título para seguir poniendo en valor tanto al producto como al trabajo del productor.

¿Cómo le vendería Gasteiz a un amigo que no la conoce?

-Simplemente le dejaría que se paseara por el centro. Es lo que suelo hacer, y el primer golpe visual a la gente le deja maravillado. Somos una gran desconocida para la gente del Estado y de fuera de España, que se lleva una sorpresa al ver una ciudad coqueta, con pequeños detalles como la hierba entre las vías del tranvía y un potencial que le ha servido para lograr el premio Green Capital, que sí es un título de los de verdad. Una ciudad afable, donde se puede vivir sin prisas, aunque solamos estar corriendo... (ríe) Que tiene un poquito de todo y una calidad y un nivel importantes.

Una Green Capital, eso sí, que va a seguir teniendo a 40 kilómetros una central nuclear como Garoña. ¿Cómo le ha sentado la petición de prórroga de Nuclenor?

-Me ha sentado muy mal, por supuesto. Esto es un bombazo para todo el territorio, y además después de experiencias como la que hemos visto en Japón. Todavía espero que la racionalidad impere y que no se pueda abrir, pero parece que las cosas no van por ese camino.

¿Y qué me dice del 'fracking'?

-Es un tema en el que a la gente le falta información. Y volvemos a lo mismo, las grandes eléctricas cuentan lo que les parece. No tenemos una información exhaustiva del daño que puede hacer. Hay algunas experiencias fuera de España que no han sido buenas y no se tienen en cuenta. Aquí andamos a medias tintas, ocultando muchas cosas. Es cierto que tendrá su parte positiva, pero al igual que cuando hablamos de los organismos genéticamente modificados, sin tener la certeza de que no son malignos, no deberíamos explorarlos ni mucho menos implementarlos.

Volviendo a Vitoria, y ya que hablaba de lo buena que es para pasear, ahora se ha llenado de obras. ¿Buenas para crear empleo o en algunos casos prescindibles en este contexto de crisis?

-Si las obras son necesarias para la ciudad bienvenidas sean, las pague la Administración o la industria privada. De todas maneras, edificar por edificar es un absurdo. Hay mejores maneras de gastar el dinero y crear puestos de trabajo.

¿Qué actuaciones cree prioritarias?

-En este momento no estamos para obras faraónicas, ni en Vitoria ni en ningún sitio. La excusa de generar empleo no es válida. Además, si das una vuelta por barrios como Adurza, necesitan que se les eche una mano. Tienen carencias de mobiliario urbano. También los barrios nuevos, que están sin acabar. Serían intervenciones mucho más urgentes. No creo que la Avenida estuviese tan mal como para hacer esas inversiones.

¿Y qué receta propondría para crear empleo?

-Hay algo de lo que se ha hablado siempre pero nunca no se ha hecho, reducir la burocracia para generar empleo. Tanto los empresarios como los autónomos siguen teniendo muchas dificultades para hacerlo. Desde las instituciones, habría que presionar a la banca para que ponga a disposición de la ciudadanía esos fondos que en este momento se están empleando en comprar bonos del Estado u otro tipo de activos.

Otra obra importante y que le afecta es la de la Plaza de Abastos. ¿Le gusta el proyecto?

-La infraestructura de esa plaza estaba caduca. Nosotros hemos tenido la suerte de hacer varias acciones allí y necesitaba una remodelación terrible. No sé si un arreglo o tirarla entera, pero sí necesitaba una vuelta de tuerca. Ahora vemos ideas y espacios interesantes, enfocados a los productos sostenibles. Lo que sí me preocupa es dónde va a quedar la ubicación del mercado de productores.

El germen de Slow Food Araba surgió con la presentación de la sal de Añana en el Salón del Gusto de Turín. ¿Cómo ha encajado el varapalo de la Unesco a la candidatura de Patrimonio Mundial?

-Creo que el enfoque no ha sido adecuado, porque se ha llevado ante la Unesco una infraestructura que se está recuperando. Habría sido mejor presentar un modelo de producción que ha sido inalterado desde las eras prerrománicas, con la salmuera, el sol y el viento exclusivamente, un sistema de extracción que no ha variado para nada y que habría sido mucho más potente que una reconstrucción.

Hablando de Europa y de reconocimientos internacionales como éste, ¿cómo analiza el terremoto provocado por las últimas elecciones?

-Creo que era previsible. Todo el mundo lo anunciaba pero nadie se lo creía. La gente está sufriendo mucho en Europa y hay un momento en el que los partidos no ofrecen las expectativas que la ciudadanía espera de ellos. Con lo cual el hastío ha llegado, probablemente no pase de ser un mero castigo, pero espero que los partidos políticos tomen buena nota de que tienen que cambiar de actitud y de camino y, sobre todo, de relación con el ciudadano.

Que bajen a la calle.

-Ellos siguen en su burbuja y, una vez que llegan arriba, ya les importa muy poco por qué han llegado, que es porque los ciudadanos les han votado. La gente está muy mal y también en nuestra ciudad.

¿Cómo ve la situación política local?

-Es un poco más de lo mismo, aunque nuestro tejido industrial nos haya ayudado a no caer del todo.