filosofía Celedón. Hay demasiados problemas como para obviar los remedios naturales que propone esta línea de pensamiento tan alavesa. Paro, crisis, desahucios, subidas de la luz y de los combustibles, recesión, falta de expectativas, corrupción y corruptelas... Cualquier médico avispado recetaría una aspirina infantil y unos vapores para intentar remediar los quebraderos de cabeza que causan todos los males que afectan indisimuladamente a esta sociedad, que va camino de perder la sonrisa. Sin embargo, hay otra manera de aliviar el malestar general que padecen buena parte de los vecinos de este territorio. Este remedio popular se generaliza cada 4 de agosto. No requiere tener dinero para comprar medicamentos ni otros bebedizos que, como mandan los cánones impuestos por inciertas tradiciones, se desparraman a modo de bienvenida cuando el alerón del paraguas volador del líder festivo asoma desde el torreón gótico-renacentista que se asoma a la plaza de la Virgen Blanca. Sólo es necesario mirar hacia el cielo y esperar a que el aldeano de Zalduondo aparezca planeando desde San Miguel. Una vez que eso ocurre, la ideología basada en las albarcas, la txapela, el hatillo y el blusón recomienda una copita de cava, si acaso, encender un puro y, sobre todo, dar rienda suelta a las ganas de alegría, jolgorio y desenfreno, que de todo ello va a haber a raudales durante los próximos días en mil y un rincones de la capital alavesa.
Cuando apenas restan unas horas para que el gurú de esta doctrina sobrevuele la plaza de la Virgen Blanca para el regocijo general, todos son preparativos. En la torre más jaranera de las cuatro que definen el Casco Viejo, el santón de la alegría reflexiona en capilla sobre el año que ha estado lejos de sus discípulos. Más de 50 semanas en las que todo se ha desmoronado un poco más. Así que hoy, a esos de las 18.00 horas, y con el txupinazo atronador como punto de partida, Celedón redoblará sus esfuerzos festivos con un único objetivo: traer, siquiera, una mieja de alegría para los gasteiztarras y para todo aquél que, llevado por la curiosidad, se presente durante estos días para dar la bienvenida a la patrona, La Blanca, que es quien pone su nombre y su espíritu a las fiestas con más alma y corazón de todas las que se celebran por estos pagos.
El gran día ha llegado. Pese a las circunstancias, habrá quien, presa de la excitación, esta noche no haya conciliado bien el sueño y a quien los nervios le hayan traicionado a lo largo de esta mañana mientras rebuscaba en armarios y cajones a la caza del pañuelo, de las abarcas, la txapela, la blusa o de cualquier otra prenda indispensable para tan señalada jornada.
Las fechas elegidas por la providencia para la celebración de estos festejos no son las mejores, según los portavoces de la hostelería y del comercio. Sin embargo, el espíritu que propone Celedón no tiene necesariamente que ir por esos derroteros. Lo único obligatorio es proponer divertirse. El resto llegará por añadidura, como los blusas y las neskas, principales discípulos del santón festivo, o como las actividades culturales en Los Fueros o el Machete, o como en el Prado, o de garbeo por las calles del cogollo histórico, que en estas fechas, la almendra se expande hasta donde le dejan las hechuras de su cascara.
ideología de la fiesta Vitoria -llueva o siga haciendo un sol de justicia- desplegará desde esta tarde y durante casi unas semanas olor a fiesta, que es lo que propone el santón de la blusa y el pañuelo. Ese inconfundible aroma demostrará ante el mundo que la ciudad está respetando los preceptos de la filosofía de la diversión, de la doctrina de la alegría y de la ideología de la fiesta, con su ideólogo a la cabeza. Es tiempo para recuperar los pañuelos, de cuadros azules o de rojo pasión, el eterno dilema. Da lo mismo, la intención es lo que cuenta. El vino espumoso ha desaparecido de los supermercados, panaderías y tiendas de alimentación. Hoy todos querrán descorchar sus botellas en honor a La Blanca. Será sólo el preludio de una jornada repleta de actos, que los gasteiztarras afrontan con muchas fuerzas.