son tantas las carencias que cualquier iniciativa que surja será bienvenida. Y son tan pocas las necesidades, que a nada que se agite el avispero el proyecto pasará a una fase más madura. Así se escribe, grosso modo, la historia y el presente del Valle Salado de Añana, un idílico enclave alavés de apenas 150 vecinos que ahora se encuentra en la encrucijada. En un punto de inflexión determinante donde no parece haber retorno tras confirmarse que su paisaje natural -formado por casi 5.000 eras de sal cristalina- opta a la candidatura de Patrimonio Mundial de la Unesco, una suerte de Oscar cultural que irremediablemente cambiaría la cara por completo de esta localidad y de la provincia entera. Algo que sucederá, para bien o para mal, tal día como hoy dentro de un año.
Y en ésas andan ahora los vecinos de este pueblo, tan eufóricos e ilusionados como desconcertados ante el huracán que se avecina, una marea imparable de visitas, negocios, nuevos ingresos e infraestructuras que llegarán de la mano de semejante galardón. Así que todo el mundo sueña aquí con el Gordo, el premio que de una vez por todas sitúe a este Valle Salado en el mapa mundial, a la misma altura que los otros 55 bienes protegidos que Unesco tiene catalogados hasta la fecha en España. Bienes como las cuevas de Altamira o el teatro romano de Mérida, o el yacimiento de Atapuerca. Sueños, en definitiva, tan ambiciosos como las condiciones que exige Europa para llevarse tamaño reconocimiento y que afectan en este caso no tanto al papeleo burocrático -solventado ya desde hace un tiempo por la Diputación a través de la Fundación Valle Salado-, sino a cuestiones estrechamente pegadas al asfalto como una red de infraestructuras que en el caso de este enclave, literalmente, no existen, lo que representa un problema mayúsculo que apremia solución urgente.
Es cierto que hubo un tiempo, no muy lejano, donde Salinas "tenía vida", contaba con una decena de bares y restaurantes y cerca de un millar de vecinos censados. Eran los gloriosos años 80. Sin embargo hoy, la fotografía es otra muy diferente. Y para la desdicha de vecinos y visitantes -cerca de 50.000 cada año-, no existe en este lugar ni bares, ni restaurantes, ni albergues, ni hoteles, ni por supuesto comercios dispuestos a aprovecharse de la mercadotecnia que genera un valle de estas características. "Y eso sí que es un serio contratiempo porque la red de infraestructuras y servicios también afectan e inciden en la candidatura", advierte Julián López, técnico experimentado de la Asociación de Desarrollo Rural (ADR), una herramienta que media entre el Gobierno Vasco y las comarcas alavesas para tramitar ayudas al desarrollo económico. Ayudas encaminadas en este caso precisamente a dinamizar la comarca de Añana en busca de emprendedores que doten a este pueblo de los servicios necesarios para acoger con garantías a las cerca de 100.000 visitas que se calcula podrían recalar en Álava de consumarse la noticia. Y aunque es complejo encontrar ese tipo de perfil e incluso puede que ya se vaya tarde en esta búsqueda, hay casos que invitan al optimismo. Ejemplos que ya hace un tiempo pusieron la primera piedra y otros de nuevo cuño que sueñan con poder vivir del turismo en este lugar.
El vitoriano Jorge Ortiz de Urtaran es uno de ellos. Ultima junto a otros dos socios la apertura de un hotel-restaurante que ocupará el antiguo palacio de Los Ozpinas. Será el primer establecimiento de estas características que se apertura en Salinas y el segundo de su particular colección, ya que este joven ya puso en marcha hace años un complejo turístico de cabañas en la cercana Paúl. Zuriñe Sánchez Erauskin y Eduardo Fernández de Arroyabe, dos vitorianos que hace una década se trasladaron a vivir a esta villa, seguirán su estela unos meses después con un "proyecto diferente", una casa rural que ofrecerá talleres y "experiencias distintas" para viajeros "diferentes", mientras que Teresa Celada, propietaria de la única casa de agroturismo del pueblo -Gezaltza Etxea-, reconoce también estar replanteándose su modelo de negocio para poder aprovechar el futuro escenario.
Un futuro añorado, el del logro de este reconocimiento europeo, que sorprendentemente nadie pone en duda cuando aún falta un año para que el nombramiento se haga oficial. Vecinos, salineros de la Asociación Gatzagak, técnicos de la Fundación, la propia Diputación, el Gobierno Vasco e incluso entidades como Kutxabank confían en que la decisión europea convierta a Salinas en el motor económico que active el "triángulo mágico" que conforman Vitoria, Rioja y la propia localidad salinera. "Es una opción real que ayudaría no sólo a dinamizar esta comarca sino a impulsar incluso el resto del tejido empresarial alavés", sostiene Roberto López de Eguílaz, director gerente de la Fundación.
el ejemplo de frías (burgos) Para alcanzar ese punto, en el que se llevan ya meses trabajando, son necesarios un diagnóstico real de la situación y un plan de acción que revelen la fotografía del lugar. Reconoce Julián López, de ADR, que ya existe a estas alturas una opinión institucional "consensuada" sobre el camino que se ha de seguir y también un borrador de plan estratégico que sentará en la misma mesa al Ayuntamiento, la ADR, la Fundación Valle Salado, la Diputación y el Gobierno Vasco. Un equipo de trabajo que gestionará, entre otros, acciones como las de las jornadas de emprendimiento que a lo largo del mes de mayo se celebrarán en esta localidad para buscar y formar a emprendedores, vender las oportunidades de la zona, presentar y explicar las diferentes ayudas (Erein y Leader) para los inversores y diseñar un inventario con los locales y casas vacías que existen en el casco antiguo y a los que convendría dar una salida.
En este punto, la asociación de salineros Gatzagak, que preside Valentín Angulo Pérez de Nanclares, realizará próximamente una inversión importante precisamente para adquirir alguno de estos inmuebles -un total 48, según reconoce el alcalde de la localidad, Juan Carlos Madrina-, acondicionarlos y ofrecerlos en régimen de alquiler. "Es el momento, no podemos esperar más. Nuestro futuro dependerá en gran medida de lo que seamos capaces de hacer hoy", advierte a pie de era.
Mientras tanto, la mesa institucional continúa trabajando. El pasado 13 de marzo, sin ir más lejos, organizó una visita técnica a Frías, un pueblo de Burgos popular por su castillo que por sus particularidades geográficas y demográficas resulta un buen espejo donde mirarse. La visita a este enclave de apenas 200 vecinos, que cuenta con una red "envidiable" de servicios, evidenció que "sí es posible". Que Salinas sí puede adquirir rango internacional si los vecinos "nos lo creemos de verdad", insiste Sánchez Erauskin, "y las instituciones continúan empujando como hasta ahora", añade esta emprendedora, cuyo proyecto de casa rural debería estar en marcha en un año. "No podemos llegar tarde. Hemos invertido mucho dinero en esta casa, la estamos reconstruyendo nosotros mismos y la ilusión es tan grande como sus casi 350 metros cuadrados", ironiza la joven.
Ilusión desprenden también los proyectos de otros vecinos del pueblo para montar un albergue o una tienda donde poder vender productos típicos de la zona. Se trata de ideas más verdes que aguardan, quizá, el impulso económico de un Gobierno, el vasco, que ahora mismo no está para muchas florituras. "De modo que si queremos algo tendremos que buscarnos la vida, como ha ocurrido siempre", añade con cierto desencanto Celada, propietaria del único agroturismo de la zona. Un lugar que en los meses de verano cobra vida al transformares en el "campo base" de muchos turistas que visitan Euskadi durante varios días.
1.500 visitas en semana santa Entre tanto la maquinaria salina continúa su curso. Para este año calcula López de Eguílaz -discípulo bregado a las órdenes de Gonzalo Arroita, autor del milagro de la Catedral de Santa María- que se producirán 112 toneladas de sal, se ingresarán del orden de 160.000 euros y se alcanzarán las 50.000 visitas -la pasada Semana Santa, sin ir más lejos, 1.500 personas se acercaron hasta el Valle a pesar del mal tiempo-.
Hasta aquí una historia de sueños, de proyectos y futuro envidiables que podrían alterar el rumbo, por qué no, de la economía alavesa. Pero una pregunta flota angustiosamente en el aire. ¿Y si no hay premio?, ¿si los técnicos del Centro de Patrimonio Mundial de la Unesco no reconocen el potencial del Valle? "Entonces seguiremos trabajando, aprovechando el esfuerzo realizado y manteniendo la misma ilusión que al principio", concluye López de Eguílaz.