Vitoria. El vehículo llega a la gasolinera, reposta combustible hasta llenar el depósito y, sin mediar palabra, su conductor vuelve al asiento, arranca y se larga a toda prisa sin abonar el importe. En los tanques no suelen entrar más de 60 litros, con lo que la cuantía de lo defraudado acostumbra a rondar los 70 euros. No obstante, el modus operandi convierte legalmente estas acciones en delitos de estafa que acaban en los juzgados. Al cometerse en estaciones de servicio con un solo empleado resulta difícil echarles el guante en el momento del robo, lo cual anima cada vez a más automovilistas desaprensivos a caer en la tentación. Los casos de repostaje con fuga se han incrementado peligrosamente a lo largo de los últimos meses y en lo que llevamos de 2011 suman ya 55 delitos. Un dato revelador si tenemos en cuenta que durante todo 2010 sólo se contabilizaron 38 denuncias por este mismo motivo. José Antonio Ferreiro, portavoz de la Policía Local de la capital alavesa duda entre achacar el repunte a los efectos de la implacable recesión o a arrebatos puntuales. "Puede deberse a la crisis económica o a una simple cuestión de oportunidad. El conductor ve que puede irse sin pagar con facilidad y no se lo piensa dos veces", reflexiona.

Las gasolineras en las que se registran más casos de este tipo son las de autoservicio, con un responsable en la caja que sólo se encarga de los cobros. "Algunas de estas estaciones de servicio disponen de un control muy limitado. Algunos de los surtidores no se ven directamente desde la caja y los delincuentes se aprovechan de ello", apunta Ferreiro. También suelen elegir gasolineras situadas en la periferia, "cerca de áreas industriales que les facilitan la huida". Dada la frecuencia con la que sufren estas estafas, llegan a recopilar varias antes de dirigirse a Agirrelanda. "El pasado agosto vino el dueño de uno de estos establecimientos con diez denuncias acumuladas", recuerda.

En muchas ocasiones, la localización del estafador se resuelve simplemente gracias a las imágenes de las cámaras de vigilancia. En los puntos en los que no cuentan con este sistema de seguridad, los cajeros suelen tomar nota de las matrículas de los vehículos que no pagan o recurren a los testigos presenciales para aportar datos. En cualquier caso, casi todos los infractores acaban siendo identificados y reciben la pertinente visita de los agentes que les presentan la correspondiente denuncia.

"Muchas veces actúan simplemente por impulso -desgrana Ferreiro- y luego se arrepienten de lo que han hecho. Algunos incluso vuelven inmediatamente a la gasolinera para pagar la deuda y otros al cabo de unos días. Se han dado hasta casos de clientes habituales que se marchan sin pagar y más tarde reflexionan sobre lo que han hecho, vuelven y lo arreglan. Pero si se presenta la denuncia y se traslada a los juzgados, el procedimiento no se detiene, se celebra un juicio rápido y el juez suele imponer una sanción económica además de obligar al pago de la gasolina que han repostado".