El término técnico que se usa para referirse a este hábito es la onicofagia. Se trata de un trastorno nervioso bastante frecuente que se inicia en edades muy tempranas. Aunque también es cierto que suele desaparecer con el paso del tiempo pudiéndose mantener hasta la edad adulta.
El problema es que, además de las lesiones en los dedos, puede causar problemas oclusivos importantes en la dentadura y afecta directamente a la estética de las manos y también de los labios.
Algunos expertos en la materia proponen que el hábito de morderse las uñas puede originarse durante la infancia más temprana, los bebés y los niños pequeños tienen la costumbre de llevarse los dedos a la boca. Morderse las uñas no está considerado como una enfermedad sino como una patología psicológica, que, si se convierte en un hábito irreprimible y compulsivo, debe consultarse a un sanitario.
Al tratarse de un hábito, un acto reflejo que se produce para combatir momentos de ansiedad, la mejor manera de sobreponerse a él es con la ayuda de un psicólogo, creando pautas de comportamiento que favorezcan el control, aunque también hay otros remedios que funcionan:
* Un odontólogo puede confeccionar una férula que impida que se puedan juntar los incisivos superiores y los inferiores e imposibilitar así que se pueda cortar la uña con los dientes. El tratamiento puede durar un mes y medio hasta que el paciente logre erradicar esta costumbre, y ocho para recuperar la estética de los dedos.
* Usar un producto de farmacia que es un esmalte de sabor amargo que provoca el rechazo a llevarse los dedos a la boca.
* Masticar un chicle sin azúcar también puede resulta muy efectivo.
* Uñas postizas. Tal vez esta es una solución cara pero vale la pena si se consigue erradicar el hábito. Evitará que la persona se dañe las uñas a la vez que permite su crecimiento.
* Sustituir el acto reflejo por una ocupación que exija concentración para olvidarse de las uñas.