En su comienzo, el paciente no es consciente de que padece un cambio emocional. Las molestias que suele presentar son dolor de cabeza, pérdida de apetito y de peso, dolores de espalda, cansancio por la mañana... Y que al consultar al médico, cuando éste le dice que sufre una depresión, le cuesta creerlo. Tanto porque no se lo esperaba como por la connotación negativa que acompaña a la palabra depresión.

Es lo que se llama, en términos médicos, depresión enmascarada. Es aquella en la que los síntomas no son los típicos de la depresión clásica, como todos la conocemos.

Todas las personas pueden padecer depresión. Algunas causas que la motivan son universales, como la pérdida de un ser querido, la pérdida del empleo, una invalidez permanente, una separación, un diagnóstico de cáncer, una vejez solitaria, sufrir maltrato físico, etc. En estos casos hay un motivo claro. Son las depresiones reactivas o exógenas, es decir, que provienen de acontecimientos externos al enfermo.

Otras veces no hay causas externas aparentes, ni para el paciente ni para el médico, por lo que la persona no solo está deprimida sino además desesperada. Al no saber las causas deduce que tampoco podrá nadie encontrar la manera de combatirlas. Son las llamadas depresiones endógenas.

Tratamiento

El tratamiento de la depresión es un proceso largo y que requiere la colaboración activa del paciente y la base fundamental es la toma de medicamentos antidepresivos.

Suelen ser muy eficaces y eliminan los síntomas de la depresión porque corrigen los desequilibrios químicos producidos en las transmisiones entre las células nerviosas del cerebro. 

Además, la psicoterapia es una parte fundamental del tratamiento. Puede hacerse con un psiquiatra, un psicólogo o el mismo médico de cabecera. Se trata de tener unas conversaciones en las que se expongan los problemas, se comenten las causas, las posibles soluciones.

Es fundamental tomar conciencia de que nos encontramos ante un problema y enfrentarse con determinación y con la ayuda tanto del médico como de la medicación.

Cuando ya lleva tomando la medicación unas semanas ya está en condiciones de poder aplicar los consejos siguientes: 

  • Las quejas al médico. Lo primero, no quejarse en voz alta de lo mal que se encuentra. No es una actitud fácil de mantener, y menos si antes esa persona era de carácter pesimista y poco segura de sí misma, pero para ello dispone de la ayuda de su médico. El no quejarse en voz alta no supone no poder quejarse, pero hay que hacerlo a la persona puesta para ello. 
  • Visión positiva en la adversidad. Hay que procurar ver el lado positivo en las situaciones adversas, porque siempre lo hay. En la depresión son constantes las ideas negativas, recurrentes, obsesivas. No debe uno empeñarse en rechazarlas, en apartarlas de la cabeza, que vengan cuando quieran, pero hay que tratar de no prestarles atención.
  • Actividades físicas y mentales. Pasadas las primeras semanas, cuando el efecto de la medicación ya se ha hecho notar, estará en condiciones de realizar algún tipo de actividad física: salir de paseo, hacer alguna tarea en casa... 
  • Actividades de tipo mental. Son el paso siguiente. Serán cosas que requieran poca atención, como hojear o leer revistas, hacer algún crucigrama de poca dificultad, ver algún programa de televisión intranscendente, y a ser posible escribir unas líneas todos los días, aunque sea copiando el texto de un periódico.
  • Cambio de conducta. Es probable que la conducta previa del paciente haya favorecido el desencadenamiento de la enfermedad. Si su médico considera que así ha sido, deberá modificar su comportamiento siguiendo los consejos que le dé.
  •  Aceptación de uno mismo. Debe uno aceptarse tal como es. Siempre habrá cosas que no le gusten y que querría cambiarlas, pero para ello hay que partir de la realidad, de lo que uno es hoy. 
  • Liberar las emociones. No es nada saludable guardarse para uno mismo todos los sinsabores y frustraciones. Es conveniente manifestar las emociones, compartirlas, y liberarse. 
  • Vuelta al trabajo. Cuando la depresión está motivada por problemas en el trabajo, la recuperación es una tarea de gigantes, tanto para el paciente como para el médico. Al coger la baja laboral por depresión, se supone que la situación mejora, pero sólo es una falsa teoría. Ante la reincorporación, el paciente comienza a empeorar, aparece el miedo a volver, y si el médico no pone remedio, el cuadro se puede eternizar. Por eso, durante la baja, no hay que perder de vista que al final hay que volver al trabajo.