Cerca de medio kilómetro de escarpe en la vertical abre este desfiladero por la ladera oriental del pico Lakora, en donde el corazón de Larra se hace Zuberoa. Remontarlo por su interior es penetrar en la selva pirenaica. A simple vista son imponentes paredones verticales que, como una muralla, parecen inaccesibles, pero nada más lejos de la realidad. Hay que echarse literalmente al barranco de Ehujarre para descubrirlo en toda su belleza.

Al llegar a Urdatx-Santa Grazi vemos a lo lejos, rompiendo la montaña literalmente, dos tajos de piedra, el cañón de Ehujarre y su tributario el Eruso, que se desprenden desde el macizo de Larra-Belagua, esa extensa mesa calcárea en la cabecera de Erronkaribar, uno de los macizos kársticos más grandes de Europa con algunas simas entre las más profundas del mundo.

Nada más pasar la iglesia de Urdatx-Santa Grazi, templo de origen medieval en el Camino de Santiago y un lugar de peregrinaje que atrajo a reyes de Navarra, sale una carretera local a la derecha que después de un kilómetro conduce hasta una curva pronunciada que deja a la izquierda una cabaña junto a campo de cereal y a la derecha posee un pequeño aparcamiento.

Iglesia de Urdax Santa Grazi

Iglesia de Urdax Santa Grazi JUAN CARLOS MUÑOZ

La senda baja a la carretera y, justo antes de cruzar el arroyo, atraviesa un paso de finca ganadera con acceso para caminantes. Las balizas amarillas acompañarán la ruta que en apenas unos pasos se sitúa en un bosque de cuento: las hayas y olmos abrazan el sendero y la humedad se impone en toda superficie de piedras y ramas permitiendo el crecimiento exuberante de musgos y helechos sobre ellos como barbas de un bosque de seres mágicos. 

Apenas recorridos unos metros, la senda entra en el cauce, será un zigzag continuo el que, a partir de ahora, se hará sobre el lecho rocoso. Pero las dos líneas horizontales de marcas amarillas del balizado del sendero nos ayudarán a salvarlo por los lugares más adecuados incluso transitando entre grandes rocas. 

El bosque parece cerrarse a nuestro paso y la luz, a medida que avanzamos por el barranco, se filtra a duras penas creando rincones de fábula con las grandes hayas cuyas raíces sobre el terreno ayudan a modo de escalones junto a unas gradas de rocas de piedra redondeadas por el profuso tapiz de musgo que las cubre.

Los bosquetes de olmos de montaña dejan pasar más la luz y abren pequeños claros bajo los que los helechos crecen como un microcosmos aprovechando los rayos del sol filtrados.

Al cabo de una media hora de marcha, el bosque se abre y los paredones calizos se yerguen imponentes y blanquecinos sobre la senda imponiendo un alto contraste visual con la vegetación en su base. Mientras en el cielo será fácil ver planear a los buitres leonados sobre sus dominios. Las rocas pulidas por el discurrir del río, las marmitas entre las rocas de aguas transparentes y los pequeños saltos de agua animan la marcha y el paso por el rocoso lecho fluvial.

Sendero hacia el interior de Ehujarre

Sendero hacia el interior de Ehujarre JUAN CARLOS MUÑOZ ROBREDO

Cuando el sendero comienza a ascender por el hayedo separándose de la ribera, distinguimos el perfil rocoso del espolón de Eruso. Al llegar bajo el mismo farallón, hallamos la confluencia de los dos arroyos Ehujarre y Eruso. Es momento de tomar el de la izquierda que, por senda bien definida y señalizada, sube por el barranco durante dos kilómetros y encontraremos una fuente de agua potable.

Dejamos junto a la senda un abrigo natural de roca, conocido como la cueva de Molerse, de grandes dimensiones, y seguimos adelante para en apenas veinte minutos coronar la cabecera del barranco al alcanzar la meseta de Errayzé. Las vistas son impresionantes y una frontera entre el mundo de roca del desfiladero que se abre a nuestros pies frente a un paisaje de pastizales de montaña donde se divisa la típica cabaña pastoril de verano o cayolar de Errayzé.

Al traspasarla y ver un antiguo pluviómetro, localizamos una pista forestal. El sendero continúa pasando junto al cayolar de Utzigagna, que toma denominación de la cumbre junto a la que se asienta. Las praderas son amplias y al borde de la meseta salpicada de planas rocas rodeadas de hierba, entre las que pastan las ovejas y caballos. Abajo, divisamos la iglesia de Urdatx-Santa Grazi y una panorámica magnífica de la garganta de Ehujarre.

Después de pasar por el cayolar de Ultzipia y recorrer la pista durante unos diez minutos, el camino bien balizado atraviesa el bosque de Utzia. Dejamos Larra-Belagua a la espalda y un mundo subterráneo fascinante bajo nuestros pies con manifestaciones geológicas tan extraordinarias como la cueva de La Verna. 

Antes de adentrarnos en el bosque, podemos optar por seguir caminando por la pista forestal hasta regresar al punto de comienzo, opción cómoda, aunque un poco más larga.

RUTAS POR EUSKAL HERRIA

IPARRALDE Desfiladero de Ehujarre

Del libro Rutas a foces, gargantas y desfiladeros de Juan Carlos Muñoz y Mar Ramírez

Editorial: Sua Edizioak