rasquince días raros, mañana nos toca votar. Si en anteriores contiendas electorales era recurrente el comentario de que las campañas cada vez se vivían con menos entusiasmo, no hay duda de que con ésta se ha cumplido de verdad y el trabajo de los y las candidatas, lamentablemente, ha pasado bastante inadvertido para una gran mayoría de la ciudadanía.
Las condiciones impuestas por la pandemia han tenido, sin duda, mucho que ver en ello, pero no es la única causa. Debemos tener en cuenta, también, la creciente desconfianza hacia quienes ejercen la política en un mundo muy cambiante y donde quien vocea más se va llevando el gato al agua.
Daniel Innerarity ya nos advierte en su libro Política para perplejos, que la impotencia política sentida por cada vez más personas puede provocar el abandono del campo político. Lo que sería peligroso porque aumentaría el espacio para quienes tienen como principal objetivo romper el estado de derecho y devolvernos a tiempos pre-democráticos, con el agravante aquí de nuestra peculiaridad nacional. Después de ver y oír las provocaciones de la extrema derecha contra el euskera (ahora resulta que es inventado. ¡Qué ignorancia!), de leer cómo engañan en su propaganda electoral al dar datos de delitos interesadamente inexactos o poner en el sobre la imagen de Iñigo Urkullu, afeándole, como hacedor de todos los males, no parece que debamos tener ninguna duda sobre participar o no. Yo iré a votar.
En esta campaña también hemos visto el interés que tienen por Euskadi los partidos centralistas que nos usan como terreno de juego donde airear sus líos. Han venido a Euskadi, pero no en clave de compromiso, por ejemplo, con la mejora de nuestras condiciones de vida o desarrollo industrial y social. Elección tras elección, y se diga lo que se diga, aquí queda clara la apuesta diferenciada de unas fuerzas y otras, dadas sus distintas adscripciones nacionales, la vasca y la española.
El domingo existe el riesgo de aumento de la abstención (ya se vio también en las elecciones de Iparralde el pasado 28 de junio). La seguridad frente al virus no es disculpa para no ir, cumpliendo, claro está, con las recomendaciones que nos han hecho. No es serio generar miedo en la población, ya que, si los bares están abiertos hasta las tantas y la gente de juerga, ¿cómo no va a ser posible acercarse a nuestro colegio electoral y cumplir con nuestra obligación de votar?
Confiemos en que las y los ciudadanos actuemos con responsabilidad eligiendo a un parlamento realmente representativo de este pueblo para enfrentar con seriedad y compromiso los retos que tenemos frente a la actual crisis socio-sanitaria y económica. Pero también una Cámara y un Gobierno que no se dejen engatusar por el pactismo a corto plazo y olvidar cuál es el deseo mayoritario del pueblo vasco, que no es otro, que la recuperación y ejercicio de nuestros derechos nacionales. Para ello se necesitan, efectivamente, acuerdos y pactos, pero no vaya a ser que los arboles no nos permitan ver el bosque.