madrid - Mayo de 2014, Alfredo Pérez Rubalcaba participa en una reunión del Círculo de Economía en Sitges (Barcelona); ha anunciado ya que en verano abandonará la secretaría general del PSOE; los empresarios le elogian, el entonces portavoz de CiU en el Congreso, Josep Antoni Duran Lleida, le elogia... y él ironiza: “los españoles enterramos muy bien”.
Alfredo Pérez Rubalcaba (Solares, Cantabria, 1951) era así y así era su relación con rivales políticos y compañeros de partido. Temido -y hasta odiado- por muchos, pero admirado por prácticamente todos, todos a los que lograba seducir y conquistar con su inteligencia. Donde unos veían a un gran orador, hábil negociador, pragmático, brillante estratega... otros percibían lo mismo, pero lo adjetivaban de otra manera: maquiavélico, maniobrero o intrigante.
Velocista en su etapa universitaria, se transmutó en corredor de fondo en política, actividad en la que entró tras la muerte de su amigo Enrique Ruano, detenido por la policía de Franco, y en la que, a lo largo de cuarenta años, lo fue todo, todo menos presidente del Gobierno.
sus dos pasiones Durante 21 años fue diputado, estuvo 17 en la dirección del PSOE, 11 en el Gobierno y 2 como secretario general de los socialistas.
Rubalcaba era del PSOE y del Real Madrid y profesaba ambas militancias con una devoción absoluta. Cuando Zapatero, recién elegido secretario general del partido frente a José Bono -a quién apoyaba Rubalcaba- le dijo que contaba con él pese a todo, la respuesta del político cántabro fue: “Por supuesto. Ahora eres el jefe y ya sabes que yo soy un hombre de partido”.
Fue imprescindible para Felipe González en el Gobierno, en la oposición para Joaquín Almunia y volvió a serlo para José Luis Rodríguez Zapatero, para quien era capaz de negociar el Estatuto catalán, el pacto antiterrorista o la reforma educativa, todo a la vez desde la M-30, el pasillo que rodea el hemiciclo del Congreso.
Así se ganó el respeto de muchos de sus rivales políticos y forjó acuerdos con nacionalistas catalanes y vascos, pero también tuvo la enemistad de otros (el diputado popular Rafael Hernando estuvo a punto de pegarle en los pasillos de la Cámara).
En los días que transcurrieron entre los atentados del jueves 11 de marzo de 2004 en Madrid y las elecciones del 14 Rubalcaba se convirtió en el hombre más odiado por el Partido Popular, ya que le atribuyeron ser el principal responsable de la derrota electoral de Mariano Rajoy. “Los españoles se merecen un gobierno que no les mienta, un gobierno que les diga siempre la verdad”, dijo en plena jornada de reflexión el político socialista para escándalo del PP que hablaría a partir de entonces del llamado “comando Rubalcaba”, un supuesto grupo de políticos y periodistas al que atribuían intoxicaciones y filtraciones.
‘spin doctor’ Y es que Rubalcaba siempre tuvo mucha relación con los medios de comunicación y para muchos fue la versión española de la figura anglosajona del spin doctor, el propagandista político seductor y manipulador.
Cuando el 30 de diciembre de 2006 ETA rompió la tregua que había decretado unos meses atrás con el atentado de la T-4 en Barajas, no había señales del presidente del Gobierno que pocos días antes acababa de decir que las cosas irían a mejor respecto al terrorismo el año que iba a empezar. Fue Rubalcaba, su ministro del Interior, quien dio la cara en una rueda de prensa con una seguridad y un aplomo que sorprendieron a todos.
El terrorismo le dio sus peores momentos en política, como él mismo confesó en varias ocasiones, pero también la satisfacción de haber tenido parte importante en el fin de ETA. - Efe