El 28 de abril hay mucho en juego y dejará muchas lecturas. Sobre todo, en lugares como Catalunya. Es uno de los grandes ingredientes de la campaña de las generales y también es uno de los grandes escenarios en los que se jugará la partida española en los próximos meses. Sin olvidar una última lectura: la gran partida que se juega en la propia Catalunya.

Para empezar, una foto de la situación. Con la vista oral del juicio al procés en marcha en el Tribunal Supremo cinco candidatos del bloque soberanista para las generales y las municipales están procesados y en prisión provisional: Jordi Turull, Josep Rull, Jordi Sànchez y Joaquim Forn por parte del JxCAT, y Oriol Junqueras, de ERC. En el segundo de los bloques, la pugna la protagonizan la ganadora de las últimas autonómicas catalanas, que se prepara para continuar su carrera en Madrid (Inés Arrimadas, C’s); una candidata designada por Madrid para resistir en Catalunya (Cayetana Álvarez de Toledo, PP); y Miquel Iceta, que tras cinco años de sinsabores confía en crecer de la cuarta plaza de 2016 a, al menos, la segunda gracias a dos factores: el efecto Sánchez y la caída de los comunes.

Como una gran fotografía, la primera impresión general deja lugar a que los detalles se extiendan. Adquieran su propia relevancia. Claves en las que conviene reparar. “Hay más expectativa dentro de los bloques que entre los bloques. Se parece un poco más al comportamiento electoral vasco que a lo que venía siendo el comportamiento electoral propio de Catalunya”, reconoce el politólogo y profesor de la Universitat Pompeu Fabra Marc Sanjaume. Invita a analizar lo que pasa en cada uno de los bloques.

En el que cuenta con la mayoría en el Parlament, hay al menos dos cosas en juego el 28-A: la hegemonía del soberanismo y el futuro del Govern de coalición. Las encuestas auguran una gran subida de ERC y una caída de JxCAT. El techo electoral de los republicanos en los últimos seis comicios generales se sitúa en los 9 escaños. La última macroencuesta del CIS y la del CEO catalán dan la victoria en suelo catalán a la propuesta que lidera Oriol Junqueras: entre 14 y 19 diputados que puede resultar claves en la investidura de Madrid. Catalunya decide 48 escaños.

La hegemonía, en juego El papel de ERC y JxCAT -que puede caer de 8 a 5 diputados- en esa elección de presidente es uno de los ejes de la campaña catalana. “Nadie en Catalunya termina de cerrar las puertas a la negociación”, reconoce el profesor de la Universitat de Barcelona Aritz Galarraga, que añade que los soberanistas “son conscientes de que es casi la única vía para conseguir lo que se pretende en Catalunya. Han visto que la vía unilateral no llega muy lejos y que no es muy legítimo plantear a la sociedad determinadas ensoñaciones”.

Si tuviera que definir la campaña con una palabra, Galarraga utilizaría “bucle”: “Quizá el propio proceso soberanista puede darse por concluido tal y como lo hemos conocido hasta ahora, pero continúan las inercias vistas hasta ahora: hay dos bloques muy definidos, el independentista y el unionista o como se quiera llamar. Una de las peores consecuencias del procesismo”.

De momento y a diferencia de los efectos que puede tener la sentencia en unos meses, coinciden Sanjaume y Galarraga, la vista oral del Supremo no influye en la campaña si no es para cohesionar a las bases soberanistas. Con los bloques tan consolidados y un futuro a medio plazo más que incierto, Sanjaume ratifica que nadie quiere cerrarse las puertas el 28-A: “Todo el mundo en el bloque independentista tiene muy claro que la solución es la vía escocesa, lo ha dicho Puigdemont y lo ha dicho todo el mundo, pero visto lo visto, hay un sector, incluso el propio Puigdemont, que dice, pues oiga...”.

El profesor de la UPF aporta un nueva matiz: los dos bloques de la política catalana no son monolíticos: “Dentro de la antigua Convergència hay sensibilidades de todo tipo, y en función de cómo acabe el 28-A, se verá lo que da el tema de sí. En ERC tampoco hay unanimidad, aunque dé imagen de más unidad. En las bases hay dudas de seguir alimentando a un PSOE al que parece que se le da un cheque en blanco”.

La sensación generalizada es que peor sería un gobierno que coaligue al PSOE con C’s o un tripartito de la derecha. “No hay acuerdo en la táctica a corto plazo, de dar o no otra oportunidad a Pedro Sánchez o que se arregle solo”, reflexiona Sanjaume, que recoge la pregunta que sobrevuela la política catalana (y la vasca): “¿La alternativa es un gobierno de PSOE y C’s? Eso tendría un impacto muy negativo para la autonomía catalana visto lo que desgrana C’s en su programa electoral”.

Mientras tanto, Catalunya queda como uno de los temas para polemizar. “Las fuerzas políticas españolas lo utilizan no ya como cuestión de Estado, sino también para rascar votos en el resto de los territorios, en contra de lo que deberían hacer los políticos, que es dialogar y plantear soluciones”, describe Galarraga, que considera que “la única manera” que tienen las fuerzas soberanistas para “conseguir un intento de diálogo, negociación o acuerdo es que el PSOE vuelva a ganar las elecciones”.

El socialismo puede recuperar un rol clave, tanto en España como en Catalunya. Los socialistas cosecharon casi 1,7 millones de votos y 25 escaños en Catalunya en las generales de 2008. Era su gran granero de votos, como Andalucía. La caída ha sido continua hasta los 560.000 sufragios de 2016. Ese descenso puede acabar el 28-A con 12-14 asientos.

“No son pocos los que dicen que la solución a todo el tema catalán evidentemente pasa por las urnas y por la decisión democrática del pueblo catalán, pero también por un acuerdo en Catalunya. En la medida en la que el PSC pueda liderar las posiciones centralistas en ese bloque, las relaciones de fuerza y las propuestas que se puedan hacer cambian”, reconoce Sanjaume, que recuerda la entrevista de Miquel Iceta en Berria, donde declaró que si el 65% de los catalanes apoyaba opciones independentistas, Madrid debería empezar a pensar en una solución. El PSC puede ser clave en la negociación del día después.

Ferraz, que no quiere ninguna polémica en campaña, cortó de raíz aquella reflexión. “El PSOE tiene aquí una oportunidad de marcar un perfil y no solo le está costando, sino que no lo está haciendo”, asegura Sanjaume, que ve al PSOE en “un dejarse llevar por la dinámica general, una puja nacionalista, una subasta de a ver quién defiende la unidad del Estado de la forma más llamativa posible”.

Ni PP, ni C’s ni Vox parece que puedan guardarse un papel de puente entre Barcelona y Madrid el 29 de abril. Según las encuestas de Catalunya, recuerda Galarraga, “parece que el PP vuelve a sufrir otra caída, lo que puede favorecer a C’s. En esa clave hay que entender la designación de Cayetana Álvarez de Toledo como cabeza de lista”, que el primer jueves de campaña “sin ella quererlo seguramente, sufrió un boicot” en la visita a la Universitat de Barcelona, un “hecho adverso que puede beneficiar al PP”.

El futuro del Govern Al margen del futuro de La Moncloa, la otra gran derivada del 28-A en clave catalana es el futuro del Ejecutivo que preside Joaquim Torra, tal y como anticipa Galarraga: “La imagen y la confianza en el Govern es cada vez menor entre los catalanes, incluidos los independentistas. Todo apunta a que la tendencia se mantendrá en los próximos meses, porque no tiene un liderazgo fuerte y la imagen que transmite no es de mucha acción de gobierno, y sí de moverse en el terreno simbólico de los gestos”.

“Es como otras batallas, como la del lazo amarillo o las pancartas del balcón del Palau, que están sirviendo para cohesionar ese mundo y tapar la inacción del Govern y las fuerzas soberanistas. Prometieron determinadas cuestiones que no están haciendo”, resume Galarraga un escenario que, a su entender, puede beneficiar a “ERC, que está manteniendo un perfil algo más bajo y deja a los demás que se cuezan en su salsa”.

Sanjaume aboga por “esperar”, porque el resultado del 28-A tendrá “un impacto en la estrategia del independentismo y también en la correlación interna de fuerzas en el mundo de Convergència”.

“El poder que está en Waterloo, que sigue teniendo el antiguo president, se podría ver afectado por el resultado electoral. Mantiene un poder simbólico y político notable, y eso afecta también al Govern de la Generalitat”, reconoce Sanjaume, que sin ser “adivino”, considera que “esto último sí puede tener un impacto más a largo plazo”. Y aporta una pista a seguir: “Artur Mas acaba su inhabilitación en febrero de 2020 y hay cosas que se mueven, que en función de un resultado u otro puede salir una cosa u otra”.

“No obstante, veo que tiene importancia relativa: ese electorado ya ha cambiado, el catalanismo ya es independentista. No creo que apareciese Mas y dijera que volvemos a un 10% del IRPF y un traspaso del Cercanías... Eso ha cambiado”, asegura Sanjaume que resume esta opinión en una impresión: “. Observamos en las últimas elecciones al Parlament que la idea esa de elecciones de primer y segundo orden que se maneja en otras CCAA hace años que se invirtió en Catalunya. La participación en las últimas catalanas fue altísima, también en las penúltimas, pero las generales no suscitan la misma tensión”.

Aunque la hay. Las espadas el 28-A están en todo lo alto en Catalunya. Si las autonómicas andaluzas -donde se habló mucho de Catalunya- lanzaron las generales, estas generales pueden lanzar la precampaña catalana.