Mundakatik

¿Monarquía? No, gracias

Por

Begoña Errazti

De nuevo resultaba inevitable hablar sobre los Borbones y el sistema que les perpetúa en un régimen de privilegios y opacidad sobre sus negocios y todo lo demás.

Somos muchas las personas a las que no nos gusta nada la monarquía, por ser un sistema que impone la desigualdad; lo que va totalmente en contra de la esencia de la democracia. Lo malo es que debemos añadir que, además, sufrimos a una dinastía falta de la ejemplaridad necesaria, aunque solamente fuera para justificar su propia existencia.

El ya ciudadano Juan Carlos de Borbón ni en sus últimos momentos ha tenido el más mínimo pudor: esta semana cenaba con antiguos responsables políticos condenados por terrorismo de Estado. Faltaba Tejero y no por ganas, imagino, dada su tan cacareada participación en aquel golpe de 1981.

Un señor que chuleó hasta a su padre con tal de ser el sucesor del dictador en 1975. Y por mucho que le justifiquen los ayer republicanos del PSOE es bueno recordar que hasta bien mediado el año 1977 Juan de Borbón no cedió sus derechos dinásticos. No se fiaba de la intención verdaderamente democrática su hijo.

A nadie se le escapa que la jugada de la abdicación intenta esconder el desprestigio de una familia inmersa en la cultura del pelotazo y el aprovechamiento de regalías. Enriquecimiento tan rápido y tan grande que a la mayoría nos gustaría que nos dieran la receta -sin irregularidades, claro está; lo cual lo hace prácticamente imposible-.

La justificación para endosarnos al padre también está sirviendo ahora para el hijo y así negar a la ciudadanía la oportunidad de decidir democráticamente qué quiere. La rapidez en la sucesión y el disimulo en los no demasiado grandes fastos de la coronación seguramente han sido producto del miedo a la respuesta popular. Felipe VI le van a llamar al sucesor de aquel nieto de Luis XIV que consiguió en 1700 la Corona a golpe de cañonazos, espadazos y engaños varios en la diplomacia europea.

En cualquier caso, muy demócratas no son cuando necesitan celebrar el cambio deteniendo a numerosas personas y prohibiendo todas las manifestaciones republicanas y contra esa familia, más digna de telenovela venezolana que de imagen de un Estado. A eso hay que añadir la ridícula parafernalia de la llegada al Congreso vestido de militar en el coche de Franco, la coincidencia en pleitesías de la derecha y los antes socialistas, y el desfile al mejor estilo legionario. En definitiva, una estética inaceptable, con militarotes de película y que demuestra una vez más la ligazón de los Borbones y la fuerza.

En su discurso mejor ni entramos: la misma matraca de la unidad española en la que caben todos -¿qué pasa con los pueblos que no queremos estar?-; solidaridad -claro, nuestra hacia el resto-?Y así durante casi 26 minutos en un alegato carente del más mínimo nivel político.

En Euskadi una vez más vimos cómo hay quienes siguen sin entender nada. Me refiero a la ikurriña que un miembro de Bildu puso en el Parlamento Vasco en el escaño del lehendakari Urkullu. Un gesto que quisieron ofensivo se volvió en contra pues la ikurriña no deja de ser nuestro emblema nacional y quién mejor para ostentarla que el lehendakari. No es cuestión de meter el dedo en la llaga pero no vimos ninguna reacción airada en esas mismas filas cuando su portavoz en Madrid llamó majestad al entonces rey.

Y como siempre hay buenas noticias, la entronización se ha vivido aquí con menos pasión que las goleadas que sufrió la Roja en el Mundial de fútbol. Corrían los whatsapps como el que decía "Eskerrik asko, Chile".