Lento avance, pero avance
El país de la aurora boreal reincide. Finlandia se acaba de convertir en el primer país del mundo en el que, por segunda vez en su historia, su jefe de Estado electo y su jefe de Gobierno son mujeres. Ningún otro estado ha colocado por segunda vez en la cúspide de su sistema ejecutivo a dos mujeres mediante elecciones democráticas. Los finlandeses ya lo hicieron por primera vez en 2003, pero la experiencia duró apenas dos meses. Por lo visto, guardan un buen recuerdo y a finales de junio el parlamento del país eligió a Mari Kiviniemi, de 41 años, nueva primera ministra hasta las elecciones de 2011. Compartirá la bicefalia del poder con Tarja Halonen, la veterana presidenta de Finlandia, que lleva diez años en el cargo. El poder femenino en ese estado es real: la mitad de las carteras ministeriales están ocupadas por mujeres y no es flor de un día. Todo el que esté preocupado por el acceso de la mujer al poder político pone sus ojos en este gélido país, quizá con la esperanza de replicar los mecanismos por los que se ha puesto a la cabeza de este ranking no oficial. Algo puede tener que ver el nivel educativo, el más alto del mundo. O que las mujeres constituyan el 48% de la población activa. O quizá que fue el primer país de Europa en implantar el voto femenino en 1906. O puede estar relacionado con que la igualdad de género y la promoción del liderazgo femenino es uno de los pilares fundamentales de la sociedad política finlandesa. Posiblemente, es la amalgama de todas estas circunstancia la que ha aupado a Finlandia al paraíso del poder femenino.
Pero es la clara excepción de un mundo, de una configuración geopolítica dominada por el género masculino. En la reciente presentación de su informe anual, la Unión Interparlamentaria (IPU), que representa a los legislativos de los países de todo el mundo, expresó que, aunque el acceso de las mujeres al poder político ha avanzado a nivel mundial, aún se está lejos de alcanzar las metas fijadas por el organismo. En 2010, el 18,8% de los legisladores en el mundo son mujeres, en comparación con el 11,3% de 1995, cuando se fijó la meta de que el promedio de representación femenina en un congreso debería de ser de por lo menos el 30%.
aún con dificultades
Visibilidad en los partidos
Sin embargo, los expertos coinciden en que no es positivo caer en el derrotismo porque el avance del empoderamiento de la mujer existe, eso sí, a ritmo lento. En los últimos meses, varios países han elegido a mujeres para ocupar lo más alto de sus instituciones. En estos momentos, ocho políticas rigen los destinos de sus países desde sus cargos de primeras ministras y otras nueve hacen lo propio desde las jefaturas del Estado electas. Un total de 17 mandatarias para los 191 países que están integrados en la ONU.
No es mucho, pero nada comparable con las cifras que se manejaban hace 10 años. "Es indudable que se ha logrado una mejora, sobre todo, porque enseña un modelo, es decir, ya se concibe social e internacionalmente que es posible que las mujeres seamos jefes de gobierno o primeras ministras". Quien así se expresa es la catalana Rosa María Fernández Sansa, presidenta de la Coordinadora Española para el Lobby Europeo de Mujeres (Celem), un organismo que pretende ser un interlocutor con el objetivo de conquistar la igualdad de oportunidades entre mujeres y hombres dentro de las políticas europeas y estatales. Pese a esta positiva visión, Fernández Sansa pone el dedo en la llaga al señalar que no se puede creer que con el incremento de féminas en las cúpulas del poder político en el mundo "hemos llegado a la igualdad y que las mujeres ya no tenemos dificultades. No, las mujeres seguimos teniendo muchas más dificultades pero los partidos políticos ya nos ven como posibilidad y abren la puerta".
Lo cierto es que en lo que va de año, seis mujeres se han incorporado a las jefaturas de sus países, cuatro de ellas, incluida la finlandesa Mari Kiviniemi, en poco menos de un mes. La última en incorporarse a este selecto club fue la conservadora Iveta Radicova, que juró el cargo como primera ministra de Eslovenia a principios de julio. Siete días antes, hizo lo propio Rosa Otunbayeva, nueva presidenta de Kirguizistán. El 24 de junio, Julia Gillard, la líder del Partido Laborista australiano, se convertía en la primera ministra del país después de que su predecesor renunciara al cargo. Las tres han hecho historia al convertirse en las primeras mujeres que accedían al cargo en sus respectivos países, como la mayoría de las que ocupan el poder.
También Laura Chichilla, la nueva presidenta de Costa Rica, ha marcado un antes y un después. Juró su cargo el 8 de mayo. Ese mismo mes, Kamla Persad-Bissessar se convirtió en la primera ministra de Trinidad y Tobago. Estas dos políticas son un reflejo de la prometedora situación de las mujeres en Latinoamérica, que cada vez se ve más recompensada con el acceso de féminas a los más altos puestos de responsabilidad. Cristina Fernández preside la República Argentina desde 2007. Michelle Bachelet ha dejado la presidencia de Chile este año, con un alto índice de respaldo popular.
Las elecciones presidenciales de Brasil, el próximo mes de octubre, podrían sentar a otra mujer en el sillón presidencial si Dilma Rousseff, la candidata del Partido de los Trabajadores de Lula da Silva, consigue dar el vuelco en las encuestas.
ritmos diferentes
Pujanza en Latinoamérica
"Llama la atención Latinoamérica -explica Fernández Sansa-, en donde se da un movimiento asociativo de mujeres muy alto. Hay pueblos y ciudades gobernadas por ellas, y esa experiencia a nivel local convence a la sociedad de que pueden y que es posible ir abriéndose camino arriba". En este sentido, la progresiva incorporación de los países latinoamericanos al sistema de cuotas femeninas en los partidos no hace sino mejorar la posibilidad de que más féminas se aúpen a la esfera del poder político. Para la presidenta de Celem, las cuotas de género "son importantísimas porque, en el momento que entran en los estatutos de un partido, se convierte en un derecho para las mujeres, no en una concesión que hacen los hombres en un momento determinado".
El empoderamiento femenino en otros países emergentes y del Tercer Mundo va a otro ritmo. Rosa María Fernández Sansa señala que, en los escasos lugares en los que acceden a cargos de responsabilidad, proceden de clases económicas altas. "En cambio, las mujeres deben ser número uno". Es el caso de la carismática presidenta de Ellen Jonhson-Sirleaf, la presidenta de Liberia, único país de África liderado por una mujer. Algo parecido ocurre con Seikh Hasina, primera ministra de Bangladesh, perteneciente a una de las sagas políticas más importantes del país. Ella y la presidenta de la India, Prathiba Patil, son la excepción en el continente asiático. "El camino en estos lugares no está abierto para las mujeres desde abajo hacia arriba, sino que se da en unos círculos determinados".
Lógicamente, es en Occidente donde la presencia de mandatarias es más habitual. A las anteriormente citadas, se suman la presidenta de Irlanda, Mary McAleese, que se codea con sus homólogas Doris Leuthard (Suiza) y Dalia Grybaus-kaite (Lituania), la primera ministra finlandesa, Johanna Sigurdardottir, y la croata Jadranka Kosor. En este grupo privilegiado destaca la canciller alemana Angela Merkel por su relevancia política. Pero su imagen de dirigente dura, forjada a la imagen y semejanza de los estereotipos masculinos del poder, tiene también sus detractores. La presidenta de Celem prefiere, más que el tópico perfil de "mujer fuerte", uno "más femenino, que aportaría mucho a la sociedad con valores menos agresivos como la mediación y el acuerdo".
El Lobby de Mujeres defiende un perfil de poder "más femenino" que el de Merkel
"Ya se concibe social e internacionalmente que las mujeres lleguemos al poder político"