El ascenso al poder de Syriza en Grecia habría provocado que la monolítica doctrina de los países de la Eurozona que gravitan en las elípticas marcadas de antemano por la nomenklatura alemana empiecen a oscilar en sus valores y a sentir la influencia de fuerzas centrífugas que podrían desembocar en la desaparición y posterior remodelación de la actual Eurozona.

Así, se prevé que la deuda pública del país heleno ascenderá hasta el 200% del producto interior bruto (PIB) en el 2015, existiendo el temor de que podría pasar del default (incumplir sus pagos) a la salida de la Eurozona, proceso tutelado por el BCE y que contaría con las bendiciones de Alemania.

La exclusión de Grecia de la Eurozona supondría el finiquito de la Eurozona pues el resto de países periféricos (Portugal, España, Irlanda, Malta y Chipre), seguirá inexorablemente el movimiento centrífugo de Grecia y deberán retornar a sus monedas nacionales, sufrir la subsiguiente depreciación de las mismas y la regresión a niveles de renta propias de la década de los 70.