Eran tiempos de la dictadura franquista. La pena de muerte estaba vigente. Cada vez éramos más los que nos oponíamos a ella. El respeto a la vida, el no matarás, era un mandato muy importante para nosotros. Desgraciadamente la situación ha cambiado y, en mi opinión, a peor.
Se alzaron voces y organizaciones de presión que, con palabras más suaves, han difundido la posibilidad de quitar la vida a seres humanos indefensos. La mayoría de los partidos políticos no han tenido el arrojo suficiente como para hacer frente a los órganos de presión que han impulsado esa petición. Eso nos ha conducido a un proceso que ha concluido con la aberrante Ley de Zapatero sobre el aborto.
Hasta hace poco la Ley pretendía defender la justicia y proteger al débil. Hoy en día no puede decirse lo mismo. Es frecuente que la Ley proteja los intereses económicos y al poderoso.
Alegan los defensores del aborto razones democráticas y el derecho de la mujer a decidir sobre su cuerpo. Parecemos olvidar que las supuestas razones democráticas, en el supuesto de que se dieran, no pueden decidir todo lo que quieran. Hay principios que están por encima de la democracia. Por ejemplo, el derecho a la vida, el derecho a la integridad física y el derecho al honor.
La mujer puede decidir lo que quiera sobre su cuerpo. Otro principio que, en términos absolutos, también es discutible. Pero en el caso del aborto no estamos hablando de decisiones que afectan sólo a su propio cuerpo; estamos hablando de decisiones que afectan a otro. A ese ser sin voz, indefenso, al que ha dado vida en el mismo momento de su concepción y, sobre cuya vida ningún humano podemos decidir negativamente. Por lo tanto, hay, como mínimo, una concurrencia de derechos y la Justicia debe defender al débil, en este caso al no nacido. Si la mujer no quiere tener a ese ser que ha concebido, lo que en la mayoría de los casos podría haberlo decidido antes, deberá buscar, con la ayuda de la sociedad, otras soluciones que respeten el derecho a la vida e integridad de esa criatura.
La educación que estamos propagando habla mucho de derechos y poco de obligaciones y responsabilidades. Y lo cierto es que a cada derecho le corresponde una obligación: al derecho a la vida, la obligación y responsabilidad de respetarla y protegerla. Potenciemos por lo tanto la visión integral de la persona: sujeto de derechos y de obligaciones.
Busquemos soluciones para acoger a esos seres humanos a los que no se quiere dejar nacer. Reconozcamos el Derecho del niño a conocer quiénes son su madre y su padre con lo que implica para estos de obligación en lo referente a los derechos del niño sobre la salud, buen trato, educación y económicos entre otros. ¿Se puede liberar a un padre desconocido de atender económicamente a su hijo?
Antes que abortar, podrían buscarse otras soluciones: pérdida de derechos de los padres y madres que renuncian a sus hijos, adopción de los mismos por familias que quieren adoptar (hay largas esperas para poder adoptar niños o niñas), establecimiento de centros de acogida y formación para hijos abandonados (edades bebé, infantil y juvenil) y otras que pensando puedan surgir.