El valle de Tena, en Huesca, es uno de los más conocidos por la cantidad de excursiones y actividades que se pueden realizar.
Hay ibones tan famosos como el de Anayet o el de Sabocos, picos como el Garmo Negro, valles más familiares como el de La Ripera, bosques llenos de leyendas como el del El Betato, caprichos naturales como el arco de El Campanal, un arco natural geotectónico sobre el ibón de Piedrafita, y también cascadas que bien merecen una visita.
Quizá una de las más famosas, por su fácil acceso, es la de Orós Bajo, pero hay otras más escondidas, como la de O Saldo, en Escarrilla, que bien merecen una visita.
Guía práctica
Cómo llegar: La ruta de llegada desde Euskal Herria nos llevará por Pamplona, por la A-21 hacia Liédena y Yesa. Seguimos dirección Jaca. Una vez allí hay que continuar hacia Sabiñánigo y, sin llegar, desviarse dirección Biescas por la N-260. Al llegar a Biescas continuamos hacia Sallent de Gállego, pero sin alcanzarlo, nos encontramos con Escarrilla, nuestro destino. Justo antes de entrar en el túnel ubicado a la salida del pueblo, hay un pequeño parking a la izquierda, donde dejaremos el vehículo. Hay capacidad para unos diez o doce coches, pero si está lleno también se puede estacionar en Escarrilla.
Datos del recorrido: La excursión tiene una duración de 1 hora y media de ida y otra hora de vuelta, con un desnivel en torno a 300 metros.
Distancia recorrida: 6,3 km.
En río Escarra es el protagonista de esta cascada donde sus aguas, procedentes de un embalse ubicado unos dos kilómetros más arriba, se precipitan entre las rocas salvando un desnivel de aproximadamente 50 metros.
A partir de este salto de agua, conocido con su nombre en aragonés, Saldo, el cauce va descendiendo hasta su desembocadura en el río Gállego, cerca de Escarrilla.
Para acceder, hay que dejar el coche al final del pueblo, justo antes de la boca del túnel de Escarrilla, a la izquierda, en un pequeño parking que queda justo encima del curso del río.
La ruta está bien señalizada durante todo el recorrido y se inicia, tras cruzar el antiguo puente, con una senda que se adentra en un bosque cerrado y húmedo. Atraviesa un par de barrancos, por lo que se recomienda ir con cuidado especialmente en las zonas de barro y suelo rocoso, que a veces resultan resbaladizas.
Pronto empieza a ascender y el camino sale del bosque hacia una zona de monte bajo. Hay varias bifurcaciones, pero atendiendo a la señalización no hay ningún problema.
Tras una hora aproximada de ascensión nos topamos con una pequeña puerta metálica para acceder a una pista forestal, y algo más adelante, otra valla más grande que controla la entrada y salida de ganado. La cruzamos asegurándonos que queda siempre cerrada.
Enseguida volvemos a encontrar una bifurcación con un sendero marcado que nos lleva al último tramo, esta vez descendente, para acercarnos al barranco del río.
Pronto, y sobre una pista con vegetación más densa y muy bien preparada con escalones de madera y agarramanos, hay un pequeño mirador con un panel informativo sobre el lugar y sus peculiaridades.
El fuerte sonido del agua al caer nos revela que ya hemos llegado a nuestro destino: una bonita poza circular sobre la que rompe una cascada que llega por una depresión rocosa.
Bien visible, un cartel anuncia que está prohibido el baño porque el agua se emplea para consumo humano. Una pena para la mayoría de personas que llegan hasta allí pensando en darse un chapuzón a pesar de que el agua esté helada.
Se puede recorrer el perímetro de la poza y colocarse por detrás de la cascada para ver diferentes perspectivas de este lugar diseñado por el agua y el tiempo.
El camino de vuelta se realiza por el mismo camino y permite disfrutar de impresionantes panorámicas sobre el valle, que quizá en la subida no apreciamos por la urgencia de llegar al destino.