l relevo generacional con la retirada del exmandatario Raúl Castro, la grave crisis económica y la pérdida de la hegemonía del discurso por la irrupción de Internet son algunos de los retos que encararán los comunistas cubanos dentro de una semana cuando se celebre su VIII Congreso.
El VIII Congreso del Partido Comunista de Cuba (PCC, único legal) se celebrará del 16 al 19 de abril en La Habana, sin que todavía se sepa si parte de su formato será virtual, teniendo en cuenta que la capital es en este momento el epicentro de la pandemia del coronavirus en el país.
Esa es una de las muchas incógnitas que, como siempre, rodean el principal cónclave del partido, en el que la única ecuación despejada de antemano es que el menor de los Castro, que cumple 90 años en junio, pasará las riendas de la todopoderosa formación al actual presidente del país, Miguel Díaz-Canel.
Si el VII Congreso en 2016 fue el de la despedida pública de Fidel Castro, fallecido meses después, el VIII será el de la retirada política definitiva de su hermano Raúl. Así lo anunció el propio general de Ejército en 2018, cuando delegó la presidencia en Díaz-Canel.
Culminará así -aunque con mucha probabilidad de que en el Buró Político permanezcan algunos veteranos- el traspaso del poder a una nueva generación de dirigentes nacidos después del triunfo de la Revolución en 1959 y será la primera vez que un civil esté al frente de la única organización política autorizada en la isla.
Para Carlos Alzugaray, analista y exembajador de Cuba ante la Unión Europea, el PCC no solo tiene el reto de rejuvenecer su cúpula, sino de superar el inmovilismo con dirigentes “que sepan producir los cambios que han resultado difíciles de materializar, sin romper la imagen de continuidad, a pesar de lo cual hay que superar la vieja mentalidad”.
La nueva dirección hereda un país inmerso en una severa crisis, la peor de los últimos treinta años, con una caída del PIB del 11% el año pasado que se tradujo en una escasez galopante de alimentos, medicinas y otros productos básicos, a lo que se suma la alta inflación provocada por la unificación monetaria y cambiaría iniciada en enero.
Por ello, las miradas están puestas en las decisiones que puedan salir de este congreso para implantar de una vez por todas las largamente pospuestas reformas económicas, en especial la apertura al sector privado, es decir: ¿prevalecerá el pragmatismo económico sobre el atrincheramiento ideológico?
“Creo que en los últimos meses el pragmatismo económico le estuvo ganando la batalla a la rigidez ideológica. Pero no hay que olvidar que el fuerte de Díaz Canel es su coherencia e insistencia en la pureza ideológica, la cual se articula detrás de dos mensajes que se estuvo enfatizando en todo el proceso previo al congreso como los temas principales: unidad y continuidad”, precisa Alzugaray.
La insistencia en apelar a la unidad no es casual, ya que este congreso se celebra en un escenario radicalmente distinto al de hace un lustro: el PCC ya no controla enteramente el discurso.
La irrupción de Internet y las redes sociales desde 2018 ha desbancado el monopolio informativo de los medios controlados por el Estado -los únicos legales en Cuba- y facilitó la articulación de una sociedad independiente, prensa alternativa y de grupos que piden cuentas, cuestionan o directamente se oponen al sistema político.
En los últimos meses, movimientos como el 27-N o San Isidro pusieron en jaque al Gobierno exigiendo libertad de creación y el cese de la persecución a quienes piensan diferente.
Para el analista, sin embargo, “no hay señales que indiquen un cambio fundamental en la estrategia comunicacional” del partido, y “la estrategia de manejo de estos movimientos contestatarios no cambiaron, pero hay que estar atentos a cualquier señal”.
“La prensa oficial sigue descalificando a estos movimientos, que son distintos, como parte de una estrategia subversiva de golpe blando, cuando estos movimientos tienen causas más complejas, sin negar que existen sectores financiados por el gobierno norteamericano que tienden a usarlos y proyectarlos”, opinó Alzugaray.
La eterna confrontación con Estados Unidos es otro de los puntos calientes del cónclave. El VII Congreso se celebró con el “deshielo” en plena ebullición y este lo hará con las relaciones de nuevo congeladas a golpe de sanciones por la Administración Trump y sin que el nuevo presidente, Joe Biden, parezca tener prisa en tender la mano de nuevo.
El exdiplomático cubano considera que el PCC está abocado a “trazar una estrategia inteligente para enfrentar un posible cambio de política de Washington”, donde los sectores más duros creen que en aquel entonces Estados Unidos hizo muchas concesiones y La Habana, ninguna.
Cualesquiera que sean los resultados concretos de este VIII Congreso, la principal interrogante entre los cubanos y “cubanólogos” estos días es si Díaz-Canel tendrá un mayor margen de maniobra para decidir cambios una vez jubilada la vieja guardia o si, por el contrario, Raúl Castro seguirá teniendo la última palabra.
“Creo que (Díaz-Canel) ya tiene bastante discrecionalidad para tomar decisiones, pero ahora tendrá más todavía”, sostiene Alzugaray, en especial ante la posibilidad de promover a personas “de mayor confianza para él”. Aunque acota que hay temas “críticos”, como las relaciones con EEUU, en los que “siempre habrá que consultar a Raúl”.
El Gobierno anunció la aplicación de nuevas medidas de control en la capital cubana, pero aún no concretó en qué consistirán ni cuándo entrarán en vigor. La limitación del horario nocturno del transporte público, el cierre de escuelas, bares, restaurantes y playas, la reducción de los vuelos o el aislamiento obligatorio en centros estatales para los contactos de positivos entre otras medidas vigentes no frenaron la transmisión del virus.
La irrupción de Internet y las redes sociales desde 2018 ha desbancado el monopolio informativo de los medios controlados por el Estado