EL 20 de enero Donald Trump cumplirá un año como inquilino de la Casa Blanca. Su llegada a la presidencia ha marcado 2017, un año en el que muchas de las promesas lanzadas en campaña se han quedado a medias. Otras sí se han materializado. Sea cual fuere el caso, lo único seguro es que en este tiempo Trump se ha esforzado por desandar el camino de Barack Obama.

Llegan las legislativas

Iñigo Arbiol, profesor de relaciones internacionales de la Universidad de Deusto, señala que un buen momento para evaluar el trabajo de Donald Trump en esta primera etapa como presidente serán las elecciones legislativas de 2018. “Hay un momento político en Estados Unidos en el que los poderes ejecutivos y legislativos están dominados por el mismo partido. Es una oportunidad muy buena y eso lo saben todos los legisladores y todas las élites políticas, porque es el momento en el que uno puede legislar y hacer pasar grandes leyes que realmente puedan transformar cuestiones importantes”, explica. En ese sentido, Arbiol cree que el partido republicano respalda a Trump por lo mucho que hay en juego: “Creo que le apoyan porque saben que es una oportunidad política, pero por otro lado recelan porque realmente algunas de las propuestas no son las más adecuadas”.

Así y todo, en estos meses Trump se ha encontrado con muros que no siempre han sido levantados por los demócratas. Vicente Palacio, director del Observatorio de Política Exterior de la Fundación Alternativas, sí ve un distanciamiento entre el presidente americano y su partido: “Definitivamente no cuenta con respaldo. Varias veces ha intentado reformar el Obamacare, por ejemplo, y no ha podido. No ha tenido mayoría. Hay republicanos, que al igual que en otros temas como el comercio, difieren mucho y discrepan mucho de la posición de Trump”.

El Obamacare, precisamente, fue el gran primer proyecto que Trump vio diluirse en el cubo de la basura. Arbiol cree que el examen de las elecciones legislativas a las que se someten los congresistas cada dos años ha pesado sobre la intención del presidente de derogar el programa de sanidad de Obama: “Hay legislativas cada dos años y eso implica que una mala gestión de tu puesto republicano puede hacer que no te reelijan por haber apoyado unas políticas que en tu estado pueden tener repercusión directa en tus votantes republicanos. Vimos que las clases media y media baja de estados rurales votaron a Trump. Esos son beneficiarios de la reforma sanitaria de Obama. Los republicanos tampoco querían la reforma de Obama y Trump les daba la oportunidad de derogarla, pero no había nada para sustituirla. Eso es lo que realmente frenó la reforma sanitaria. Se vio que no sustituirla por nada podía ser muy peligroso en cuanto al impacto y a la percepción del electorado de que el partido republicano no era capaz de dar respuesta alternativa a la situación sanitaria de millones de personas”.

Inmigración y FBI

Una de las grandes bazas de Trump en campaña fue la inmigración. Las amenazas del mandatario, de nuevo, han caído en saco roto. “Eso tiene un cierto respaldo, pero muchos congresistas de su propio partido lo han criticado por saltarse los valores y derechos que recoge la constitución”, recuerda Vicente Palacio. Por su parte, Iñigo Arbiol recuerda que en tema migratorio no ha habido tampoco ningún éxito legislativo: “Hay un éxito en clave política si entendemos que la inmigración es parte de la campaña continua en la que ejerce su política. Busca someter a un constante reciclaje la inmigración para que permanezca en el debate político público y que alimente la figura de Trump. Si se busca eso, hay éxito. Es una estrategia política de sostener un discurso con el que Trump sabe que tuvo éxito en determinados grupos económicos y sociales. Las legislativas son muy importantes, porque dos senadores arriba o abajo podrían cambiarlo todo y hay que mantener vivo ese mensaje. Más para la administración Trump, donde el capital político nace de la polémica”.

Otra tormenta con la que ha tenido que lidiar Trump es la investigación sobre los supuestos vínculos entre su campaña y Rusia. El presidente llegó a despedir a James Comey, el director del FBI, pero la investigación ha seguido su curso gracias al fiscal Robert Mueller. Arbiol cree que todo este asunto tampoco impacta excesivamente en la imagen del presidente: “Donald Trump no es un presidente al uso. No es el típico presidente que representa la persona más honesta del país, que siempre está con la ley, con los principios básicos, con la democracia, con la igualdad, con el bipartidismo? La figura del presidente en Estados Unidos tiene casi un aire de monarquía electa, donde se loa la figura del presidente como la máxima expresión del poder americano, de la democracia americana, del sistema y de las posibilidades de llegar a lo más alto por ti mismo y por tu esfuerzo. A él no le pesa esa polémica porque no participa de esa idea. No es un presidente al uso del que se espere eso. Que no cumpla con el rol no le genera grandes conflictos. En realidad, sus votantes esperan que sea un protector y que tenga mano dura con los temas que había prometido. Esperaban algo que no fuese otra vez el establishment”.

Potencia en retirada

Antes de abandonar la presidencia, Barack Obama rompió algunos tabúes en política exterior. Firmó acuerdos con Irán, descongeló el embargo a Cuba e incluso se convirtió en el primer presidente americano en visitar Hiroshima. Vicente Palacio cree que, por mucho que se veía en Trump un terremoto para la política exterior, lo desandado no ha sido tanto. “No se ha retrocedido tanto, no se han cumplido las expectativas negativas que había generado Trump de hacer un repliegue de 180 grados por parte de Estados Unidos y retirarse de la influencia internacional”, describe, “ha habido resistencias internas que no ha podido vencer felizmente”.

Palacio señala que Trump incluso ante la OTAN ha tenido unas maniobras en algunos puntos contradictorias: “Trump decía una cosa y luego el gobierno iba a la OTAN y decía otra. Decía que no era importante la OTAN y luego sí le daba importancia. Lo que sí ha habido es una confirmación por parte europea de que no puede confiar en Estados Unidos en el ámbito estratégico como en el pasado y eso es una tendencia”.

Iñigo Arbiol, sin embargo, sí piensa que “en cierto modo sí ha echado por tierra lo avanzado por Obama”. Para el profesor de la Universidad de Deusto Trump ha cumplido con la idea de deshacer algunas de las acciones que eran clave de la política exterior de Obama: “Se ha cumplido con lo que él había dicho que se iba a hacer. Es una materia en la política de los Estados Unidos que cae mucho en manos del presidente y tiene todo el poder de decisión. No tiene que consultar con el senado, ni con la cámara, ni con otros poderes. Ahí es donde más mano libre tiene para tomar decisiones. Ha alterado la percepción que tiene de otros países y está generando algo muy peligroso. La retirada estratégica de Estados Unidos de algunos puntos clave deja vacíos de poder que hoy están ocupando otros actores regionales que ganan importancia. Cuando Estados Unidos no tenga a Trump en el Gobierno va a ser muy difícil que, aunque quiera, pueda recuperar su situación de poder político en el exterior, porque la habrán ocupado otros que no tendrán ninguna intención de soltarlo”.

Ni contigo, ni sin ti

Uno de esos gigantes que puede sustituir a Estados Unidos en algunos escenarios es China, país al que Trump demonizó en su campaña electoral. “La guerra que iba a librar con China de momento no la ha realizado”, advierte Vicente Palacio, “ha sido dar un paso hacia delante y dos atrás en este terreno”. A pesar de su lenguaje beligerante, Trump “ha preferido ir por la vía del bussiness, de conseguir un poco más de apertura para algunas empresas y algo más de reciprocidad en el terreno de la inversión, en lugar de una guerra comercial con aranceles”.

Esa bajada de tensión con el gigante asiático tiene que ver mucho con la escalada de tensión de los últimos meses con Corea del Norte. Palacio no cree que este pulso termine con consecuencias graves: “Estados Unidos con cualquier administración hubiera tenido que tener un tono muy duro y una actitud y lenguaje corporal en los órganos internacionales como Naciones Unidas. Es parte del juego y del teatro inevitable. Parece claro que en el caso de Corea del Norte unas piezas hay que conjugarlas con otras que tienen que ver con la relación con China. Paradójicamente, la crisis norcoreana está sirviendo para acortar la distancia que había entre Beijing y Washington”. Vicente Palacio está seguro de que la llave en este conflicto la tiene China. “China es la que puede persuadir con una estrategia de palo y zanahoria al régimen norcoreano”, explica, “siempre ha sido así. A China, hasta ahora, no le ha interesado desmantelar el régimen norcoreano porque puede convertirse en un factor de desestabilización que entregue todo el poder estratégico a Estados Unidos con una Corea reunificada. Eso sería dejar a su enemigo a sus puertas, cosa que no va a hacer”.

‘Goodbye, París!’

Una decisión muy mal vista por la comunidad internacional fue la de retirar a Estados Unidos del acuerdo de París para luchar contra el cambio climático. “No es por ignorancia, obedece a un cambio de prioridades e intereses”, apunta Iñigo Arbiol, “sus prioridades ahora son otras de forma muy clara: favorecer determinados intereses industriales y económicos que antes no estaban priorizados en la agenda. Y para eso no piensa en crear atracción hacia Estados Unidos o participando en el sistema de gobernanza mundial, sino más bien tratando de liderar en solitario iniciativas de carácter bilateral. Usando el poderío estadounidense para empujar a los socios aliados en negocios o en su comercio y trabajar con normas y condiciones impuestas por Estados Unidos. A corto plazo puede ser posible, pero a largo plazo es muy mala estrategia, porque Estados Unidos es claramente una potencia en retirada. Si manejas toda tu estrategia basada en el poder que tienes y sabes que cada vez tienes menos poder, tu capacidad estratégica va a ir disminuyendo”.

Como balance de los primeros once meses de Trump en la Casa Blanca, Vicente Palacio cree que el saldo está siendo negativo: “Está haciendo daño a Estados Unidos y al resto de países porque se están desaprovechando ocasiones y se están bloqueando políticas y reformas que habría que llevar a cabo. En ese sentido es un año perdido. No tan negativo como se temía en un principio, pero el balance ha de ser forzosamente negativo. Paradójicamente, desde Europa está sirviendo como revulsivo para que los países europeos se conciencien de que Europa debe alcanzar unos niveles de autonomía en ciertos terrenos, debe avanzar en lo económico, en lo estratégico, en defensa y seguridad?”.

Iñigo Arbiol comparte el balance negativo “en todos los sentidos”. “Es negativo porque Estados Unidos pierde fuelle en un sistema de relaciones internacionales”, explica el profesor de Deusto, “pierde fuerza e influencia y esto va a crear divisiones de poder más complejas en las que tomarán protagonismo actores regionales que no son fans de los derechos humanos, de la democracia y de la participación en la gobernanza”.

A pesar de todo, Arbiol asegura que ve a Donald Trump terminando el mandato. “No creo que haya impeachment, aunque haya una investigación contra su administración. Siempre habrá alguien que pague el pato que no sea el presidente”. Aunque Trump siga deshaciendo el mundo a su estilo.