Gaza aún no se ha recuperado de las enormes cicatrices que dejó la operación israelí Margen Protector iniciada hace ayer un año con una intensa ofensiva del Ejército israelí contra las milicias palestinas.

Tras un mes de extensa campaña militar y tensiones en Gaza, Cisjordania y Jerusalén, desencadenadas por el secuestro y posterior hallazgo de los cuerpos de tres adolescentes judíos en las proximidades de la ciudad cisjordana de Hebrón, Israel lanzó contra la franja -contra toda expectativa- la ofensiva militar más larga de los últimos años, 51 días, que se cobró la vida de 2.200 palestinos -1.462 de ellos civiles y 551 niños-, y 73 israelíes, 67 de ellos soldados. “Las raíces del conflicto continúan sin resolverse”, lamentó ayer el comisionado general de la UNRWA, Pierre Krähenbühl, en un comunicado”, destacando que “la desesperación, la miseria y la negación de la dignidad resultantes de la guerra del pasado año y del bloqueo” israelí, se han convertido en parte de la vida de los residentes de la mayor prisión a cielo abieto del mundo.

Así lo siente Yaser al Haj, de 26 años y de Jan Yunes, al sur de la Franja, que todavía no ha olvidado cómo sus padres y sus seis hermanos perecieron bajo uno de los miles de bombardeos de la aviación israelí. “Desearía haber muerto yo también en lugar de continuar con esta vida de dolor y sufrimiento (...) Un año después, las únicas cosas que quedan son los recuerdos. Puedo recordar sus caras, sus movimientos”, confiesa con los ojos bañados de lágrimas.

“Un año después, nada ha pasado y parece que la guerra terminó ayer”.

Su caso destacó por su dureza entre las más de 140 familias que según la oficina de la ONU para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA) perdieron a tres o más integrantes al tiempo que su nombre engrosó la lista, junto a otras 120.000 personas, de los desplazados internos causados en un conflicto que tuvo como escenario principal los 360 kilómetros cuadrados de Gaza.

Entonces fueron testigos de la destrucción parcial de 30.000 casas y de la desaparición total de 12.000 viviendas, cifra la OCHA, sin que hasta la fecha ninguna haya sido reconstruida y junto a las cuales, y en ocasiones también entre sus escombros, muchos palestinos decidieron “levantar” nuevos hogares -en forma de tiendas- a falta de un lugar al que ir.

Desde Gaza, el comisionado general saliente de la UNRWA, Robert Turner, convino en que el proceso de reconstrucción ha sido “muy lento” hasta ahora pero se mostró optimista ante la llegada de “cambios sustanciales” y que se produzca una inminente “aceleración”, la cual en Gaza esperan desde que nueve meses atrás la comunidad internacional se comprometiera en El Cairo a aportar un fondo de 3.500 millones de dólares para la reconstrucción, del que ha sido entregado solo un 28 por ciento.

Mientras tanto, la población en la Franja languidece con 120.000 personas sin acceso al agua corriente, cortes de electricidad de entre 12 y 16 horas al día y el vertido diario al mar Mediterráneo de hasta 90 millones de litros de aguas residuales por falta de saneamientos, sumado a la asfixiante tasa de desempleo que roza el 43 por ciento -la más alta del mundo según el Banco Mundial-.

“Las cicatrices físicas y psicológicas se ven por todas partes en la Franja de Gaza. Innumerables niños viven con traumas sufridos durante la guerra y más de mil lo hacen con discapacidades de por vida. Esto debería ser un recordatorio de que los conflictos se miden por el coste humano que infligen”, señaló Krähenbühl.