Bilbao - Asier Blas, profesor de Ciencia Política y de la Administración de la UPV/EHU y experto en temas de Europa del Este, habló ayer en el Parlamento Vasco sobre la crisis que vive Ucrania. En la actualidad, Blas está como profesor visitante en Lituania.

Crimea ha declarado su independencia unilateral de Ucrania y ha aludido al precedente de Kosovo. ¿Es legal esta declaración?

-Cuando se produjo la proclamación de independencia de Kosovo lo que se dijo es que no es ilegal; tampoco se dijo que fuese legal. Las proclamaciones de independencia, en la mayoría de los casos, se hacen de una manera alegal, pero no significa que sean ilegales, ahí está Kosovo. Lo que en el contexto internacional no se admite desde la Segunda Guerra Mundial es el irredentismo, es decir, que un territorio de un estado pase a ser parte de otro. Esta declaración de independencia no es una declaración de independencia encaminada a la constitución de un estado. Entonces, ¿qué busca? Busca saltar ese escollo, el del irredentismo. Se declaran independientes, y ya como país independiente deciden anexionarse a Rusia. Yo lo veo como una trampa.

¿Cuál es el fondo del conflicto?

-El problema de Crimea es que era una región que formó parte de Rusia durante varios siglos y en 1954 pasó a formar parte de Ucrania cuando llegó al poder Nikita Jruschov. Este era ucraniano y llegó al poder impulsado por el Partido Comunista Ucraniano. De alguna manera, era una forma de responder al apoyo que había encontrado en su propia patria. Entonces no había grandes problemas porque Ucrania pertenecía a la URSS y formaba parte de los caprichos habituales de los dirigentes soviéticos. Lo que ocurre es que los caprichos se pagan. El caso de Crimea es diferente al este y el sur de Ucrania; allí la mayoría es rusófona pero se sienten ucranianos, en Crimea se sienten rusos directamente y sienten que perdieron su relación institucional con Rusia por el capricho de un ucraniano.

Ya ha habido otros intentos en el pasado por parte de Crimea...

-Lo intentó en los 90. Proclamó su soberanía y finamente hubo una negociación entre Yeltsin y el presidente de Ucrania por la que le dieron el estatuto de autonomía a Crimea.

Lo que ha ocurrido no habrá pillado a nadie por sorpresa.

-No, no es nuevo. Lo que ocurre es que en aquella ocasión, la negociación fue muy favorable hacia Ucrania porque Rusia estaba muy débil.

¿Qué gana Rusia?

-El interés de Rusia no creo que sea realmente integrar a Crimea dentro de su territorio, porque mientras Crimea esté en Ucrania, el equilibrio entre las posiciones nacionalistas ucranianas y las posiciones más rusófonas, sin que sean exactamente prorrusas, tienen un grado bastante grande. De hecho, las zonas rusófonas tienen 23-24 millones de habitantes, y las de lengua mayoritaria ucraniana, 21-22 millones. Si pierden los dos millones de Crimea, se podrían implementar políticas más nacionalistas ucranianas en Ucrania. Con esta posición, lo que pueden lograr es que si finalmente hay negociaciones en Ucrania, este punto será un elemento importante para que Crimea tenga, si hay algún día un acuerdo, más autonomía o que Ucrania camine hacia una federalización, que también daría autonomía a las regiones del este y del sur.

¿Ve negociaciones en un futuro?

-Con la ley en la mano ha habido un golpe de Estado. Hay ahora una competencia entre legitimidades que ha creado un vacío, y este vacío le ha venido muy bien a Putin. Ha reforzado su imagen de cara al consumo interno en Rusia. Pero este vacío no creo que pueda durar sine die. Va a haber un momento en que se vaya a una mesa de negociación con la mediación de Rusia y la UE.

¿Qué le inspiran las nuevas autoridades transitorias?

-No dejan de ser unos golpistas. Creo que la solución estaba el 21 de febrero, cuando la oposición y Yanukovich pactaron un gobierno de concentración nacional y un adelanto electoral, pero los sectores ultranacionalistas no hicieron caso. Hay que volver a ese punto.

¿Lo ve posible?

-Ya sabemos que, de una manera informal, representantes de la UE y de Rusia se han reunido. Hay movimientos. Los principales interesados en solucionar esto son Rusia y la UE.

Y EEUU, ¿a qué juega?

Da la sensación de que ha sido uno de los grandes impulsores de este desastre, quizás porque es el que menos tiene que perder. No tiene relaciones comerciales con Rusia como las de la UE, no depende del gas ruso.