El autodenominado Tea Party no es un partido, sino un movimiento de base conformado por centenares de organizaciones que surgieron para luchar contra lo que consideran las "políticas socialistas" del presidente Barack Obama. Su principal impulsora es la ex gobernadora de Alaska y ex candidata a la vicepresidencia Sarah Pallin, que aunque no se presenta a ningún cargo público, lleva a cabo una actividad frenética para apoyar a los candidatos del Tea Party.

Pocas veces una elección legislativa había contado con tantos candidatos fuera de lo común o con posicionamientos tan extremos. Algunos, incluso, tienen grandes posibilidades de ganar el próximo martes. Es el caso de Sharron Angle, que tiene contra las cuerdas al líder de la mayoría demócrata del Senado, Harry Reid, al que se enfrenta por el escaño de Nevada en la Cámara alta. Angle, que ganó inesperadamente la candidatura republicana en las primarias del pasado junio, ha sabido capitalizar el descontento de los votantes por la lenta recuperación económica en el Estado, que cuenta con el porcentaje de desempleo más alto del país -del 14,4%-. De hecho, según las encuestas, el descontento popular con la economía y con los demócratas, especialmente con el presidente Obama, hace que los republicanos tengan mayores posibilidades de recuperar el control de la Cámara de Representantes y ganar terreno en el Senado. Y el Tea Party está sabiendo canalizar bien esta frustración.

A cambio, la candidata republicana, quien se presenta como defensora de la clase media y los "valores familiares", ofrece a los votantes la anulación de la reforma sanitaria, la reducción de impuestos y del gasto fiscal, así como la privatización parcial del sistema de Seguro Social. Angle considera su candidatura como una "misión de Dios" y sus mensajes están repletos de citas bíblicas. Así, se opone en rotundo a ampliar los derechos de los homosexuales y al aborto. Incluso, llegó a decir que el embarazo de las víctimas de una violación podría ser un deseo divino.

Polémicas declaraciones Igual de polémica es su compañera de movimiento Chiristine O"Donnell, convertida en la gran estrella del Tea Party. La candidata al Senado por Delaware, escaño que pertenecía al vicepresidente Joe Biden, aboga por la abstinencia y considera la masturbación y el sexo fuera del matrimonio como un pecado. Pero sus declaraciones más polémicas han sido sobre la homosexualidad, condición sexual a la que ha llegada a acusar de crear el sida. La reforma sanitaria -que considera un crimen- y la lenta recuperación económica son también sus principales blancos. Pese a la popularidad que O"Donnell ha alcanzado en los últimos meses, se considera improbable una victoria suya en las elecciones de hoy.

Pero no sólo las mujeres del Tea Party están centrando la polémica en estas elecciones, entre los hombres, Carl Paladino es también un buen ejemplo del ala más radical del movimiento ultraconservador. Adinerado empresario que se postula para gobernador de Nueva York, Paladino ha llenado su discurso con mensajes homófobos. "Dios nos creó así y este es el ejemplo que deberíamos dar a nuestros hijos", señaló durante un mitin en referencia los homosexuales. Pero no sólo hace gala de una gran intolerancia hacia la orientación sexual, Paladino también se ha referido despectivamente a los negros con la expresión Nigger -cuya traducción podría ser negrata y que en Estados Unidos se considera un grave insulto-. En el otro lado está Marco Rubio, hispano candidato del Tea Party a senador por Florida. Con un discurso más moderado, aunque contrario también a la legalización de inmigrantes y a favor de la polémica ley de Arizona, puede convertirse hoy en la estrella del movimiento y muchos ya hablan de él como el contrincante de Obama en 2012.

Capitalizar el descontento Las frases más coreadas en las manifestaciones del Tea Party son "el presidente Obama es marxista" o "vamos camino del socialismo", un término casi maldito en Estados Unidos. Ultraconservadores, homófobos, islamófobos y racistas. Esta es la definición que caracteriza a buena parte de los personajes que están llenando los titulares de las últimas semanas, que han sabido aprovecharse del descontento social para atraer a jóvenes, republicanos moderados y gente de clase media.

"El movimiento ha atraído a un variopinto abanico de radicales pero, sobre todo, a muchos ciudadanos de a pie integrantes de una clase media venida a menos, furiosa con el desorbitado gasto público y la burocracia, gente que podría ser tu vecino de al lado", señala Kate Zernike, autora de libro Boiling Mad: Inside Tea Party America. Así, las encuestas apuntan que, al menos, un 19% de los estadounidenses simpatiza con el movimiento del té.