Los días de lluvia son para quedarse en casa, o eso es lo que dice la gente, porque el día en el que hice esta entrevista el cielo estaba gris hasta entrar en el atelier de Eder Aurre (Bilbao, 1993), donde no puede faltar el color. Hablamos de muchas cosas, pero si tuviera que elegir una sola frase, sería esta: "Voy a trabajar de lo que más me gusta toda mi vida, no puedo quedarme con nada por hacer".
Para muchas personas es ya un diseñador conocido, pero repasemos sus comienzos. ¿Cómo empezó en la industria de la moda?
Cuando terminé mi formación académica empecé a trabajar para diferentes marcas, de vez en cuando participaba en diferentes concursos y tenía una clientela muy reducida, pero gracias a la remuneración económica de esos certámenes pude seguir invirtiendo en crear nuevas colecciones. Llegó un momento en el que por el ritmo de trabajo tuve que tomar una decisión: seguir trabajando para otros o montar mi propia marca. Así creé mi propia empresa enfocada hacia la moda a medida y pasarela. Por otro lado, el confinamiento nos hizo reinventarnos y decidimos sacar una línea más comercial de camisetas y sudaderas que ahora se ha convertido en una parte importante de la marca.
¿Le pareció apabullante tanto reconocimiento en sus inicios?
La moda es una profesión que, como otras muchas, no sabes qué te va a deparar. Poco a poco te va ubicando y la clientela te va guiando para poder desarrollarte. Cuando empiezas te das cuenta de que lo que enseñas en pasarela y a la gente le apasiona, no son realmente colecciones para una venta directa, es más bien una especie de trampolín para acabar haciendo algo a medida.
Atelier vs. online
Hay dos tipos de clientela. Por un lado gente más joven que compra directamente online, y que por lo general buscan prendas pensadas para el día a día, y por otro lado, gente que quiere cosas más exquisitas y a medida. Puede que este sector vaya a menos, pero al final es algo que siempre va a estar ahí. Es una clientela totalmente diferente.
¿Cómo se define a la hora de diseñar?
Clásico en cuanto a siluetas, me inspira mucho la mujer de los años 50 de Balenciaga, elegante y sofisticada. Intento traer todo eso a lo que es la moda de hoy en día y enriquecerlo con mezclas de colores y tejidos.
Sus prendas son muy especiales. ¿Cree que la gente debería atreverse a llevarlas en su día a día?
Me gustaría, pero son muy pocas las que se atreven, eso sí, cuando hay un evento lo dan todo, piden más color y a veces también estampados. Es una lectura muy interesante ver cómo para uno de 365 días decimos sí, pero el resto del año acabamos encorsetados en prendas más neutras. La gente sabe apreciar el trabajo, pero el tema de redes sociales y tendencias hace que vayamos como robots. Antes el ser diferente es lo que te hacía especial, pero por la globalización eso se ha ido perdiendo.
En caso de que los hombres empezasen a atreverse, ¿cómo sería?
Personalmente me gusta un hombre clásico con pequeñas dosis de modernidad. Iría de la mano con la línea de mujer.
¿Cuándo diseña se imagina los tejidos o suele esperar a encontrarlos?
En el caso de las clientas me gusta experimentar, a no ser que alguien venga con un tejido en mente y me diga por ejemplo: quiero un Liberty, entonces ahí no hay nada que hacer. Pero en pasarela siempre trabajo con flechazos, y cuando voy a los proveedores y descubro nuevos tejidos, aunque no los utilice en el momento, veo que con el paso de los años me siguen gustando.
¿A qué tejido le saca más partido?
El que más utilizamos es el crepe, las sedas naturales, tafetanes y las lanas tipo mohair. Pero como digo, soy de flechazos con los tejidos, puede haber algodones que me enamoren y otros que jamás utilizaría.
¿Es más difícil combinar lisos o estampados?
En las colecciones de pasarela juego con texturas, tejidos que no empastan, bordados, plumas... Es una manera de enriquecer la pieza. El estampado no suele funcionar mucho con la invitada, generalmente se suelen utilizan tejidos mucho más neutros.
¿Si pudiera quedarse con un solo color?
El naranja, sin duda. Y también el blanco, que aunque la gente no lo considere un color, me parece uno de los más bonitos. No sigo tendencias. Al principio por ejemplo utilizaba mucho el morado y me decían que era un color para señoras, pero ahora que es tendencia todo el mundo lo quiere.
¿Cuáles son sus referentes? Uno de antes y otro actual.
Para mí el pilar fundamental es Cristóbal Balenciaga. Y hoy en día me gusta mucho como diseñador español Juan Vidal, hace cosas muy interesantes, y también me gusta cómo trabaja Tom Ford. Pero si tuviera que elegir solo uno del panorama actual, aunque cerró hace poco, me quedo con Delpozo. Me apasionaba lo que hacía, era la exquisitez absoluta: los bordados, tejidos, las paletas de colores, los complementos...
¿Cree que hay que dejar de comprar por modas y optar por prendas que nos enamoren a primera vista?
Las prendas tienen que ser de calidad. Que nunca deje de gustarte, esa es para mí la base de comprar una buena prenda. Hay cierto avance en este sentido y las marcas están intentado subir un poco la calidad, pero al final hay que poner en valor el cómo y dónde se ha hecho.
En su colección tiene unas sudaderas que ya son icónicas para la marca.
Nuestro propósito es reutilizar el máximo posible, así que depende del resto de producción que tengamos para que salgan tres o veinte. En la medida que podemos sacamos esas colecciones cápsula y vamos dando pequeños pasos.
¿Cada vez es más necesario ser sostenible?
Cuando estás empezando y eres una empresa pequeña es difícil ir engarzando todos esos pasos y seguir colaborando con diferentes asociaciones. Hace poco se pusieron en contacto con nosotros desde la Unidad de neonatos del Hospital de Cruces para proponernos hacer unas letras para los niños con restos de las colecciones. Ver que las modistas hacen eso con algo que para nosotros no deja de ser un residuo es muy importante y especial.
¿Le parece más interesante la ropa de invierno o está deseando dejar atrás el frío?
Mucho más la de invierno, me gustan más las prendas con estructura y de líneas arquitectónicas.
¿Algún deseo para el futuro?
Jubilarme en el mundo de la moda, ir creciendo sin perder la esencia de atelier y poder atender a mis clientas en un espacio más amplio.
¿Qué les diría a los que están por venir?
Siempre digo que la moda es una profesión muy bonita, es complicado dar con gente que se dedique a ello, estar creando todo el tiempo y a la vez en todos los sitios, sorprender a tu clientela y darte a conocer. Parece que el asistir a eventos es algo social y divertido, pero no deja de ser trabajo. La moda es mucho más que un simple patrón.