e explican mis fuentes que la última edición de Eurovisión ha sido maravillosa. Que la emotividad se ha hecho un hueco entre las mejores voces del continente con el voto popular para Ucrania, que ha habido cierta polémica con las votaciones ante el riesgo de los hackers rusos y que el resurgir patrio se ha materializado con la puesta en escena de Chanel, que parece que ha encandilado a propios y extraños con su arte y su melodía hasta el punto de ser merecedora de un recibimiento estelar en los Madriles. Dadas las circunstancias y la trascendencia que tiene el certamen y todo lo que lo rodea, me ha dado por pensar en un ratillo libre que tenía. Y dale que te dale, he llegado a una conclusión: si algo funciona, para qué se va a cambiar. Me refiero a que el ente público de radiodifusión estatal parece haber dado con la tecla del éxito en el concurso y si son un poco inteligentes, con repetir la fórmula bastará. Ahora solo hace falta dar con algún artista capaz de cantar, bailar y expresarse con armonía y que responda a un nombre exótico. Dado que Chanel ha iniciado la dinastía, ahora solo hace falta encontrar a un sucesor o sucesora con idéntico gancho y sonoridad. Por si acaso, yo ya he pensado en alguna opción, como la que encabeza estas líneas.l
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