En la Vuelta siempre hay un hueco para la mano de Berlanga, para su cine, que retrataba con exactitud los vericuetos de España con mordacidad, ironía, humor y situaciones disparatadas que servían para desentrañar la realidad social y política de la posguerra.

Berlanga narró con la sabiduría de la inteligencia la sociología de un país a dos tintas, en blanco y negro, en plena dictadura. Su filme más celebrado fue Bienvenido Mr. Marshall.

La obra narra como un pequeño pueblo castellano, Villar del Río, se prepara para la llegada de unos diplomáticos norteamericanos. El alcalde tiene la idea de recibir a la comitiva con entusiasmo para obtener algún beneficio debido al Plan Marshall.

Para ello deciden redecorar el pueblo al estilo andaluz y vestir a sus gentes con aires flamencos. Los tópicos para atrapar a los norteamericanos. Todo para impresionar a la caravana. Gastan dinero pensando en el rédito que pueden obtener.

En medio del ambiente festivo, llega el día de la visita de los estadounidenses. Todo el pueblo está preparado para recibirlos con agasajos. Sin embargo, la comitiva en la que venían los estadounidenses pasa a toda velocidad por el pueblo sin detenerse.

Dos componentes del Soudal, improvisan el desayuno. Soudal / Wout Beel

Bus averiado

En Plasencia hubo un Bienvenido, Míster Landa. Solo faltó el ojo del genio valenciano para contar las peripecias de Mikel Landa y sus colegas de equipo antes de que la etapa naciera en Extremadura. La mecánica, caprichosa, quiso que se averiarse el autobús del Soudal cuando la formación acudía a la salida. Varado el bus, los ciclistas se trasladaron en los coches y las furgonetas de equipo. Tocaba improvisar.

Así que sin el soporte del bus, que es un cuartel general, un hotel rodante donde toman café, se duchan, escuchan las charlas de los directores, descansan y pasan por el baño los ciclistas, desembarcaron los ciclistas para sorpresa de los vecinos. En esa situación, los habitantes del pueblo abrieron sus casa para ayudar a los ciclistas.

Los corredores, agradecidos por la hospitalidad, acudieron a las casas de los vecinos de Plasencia para cambiarse de ropa o ir al baño. Los vecinos recibieron con animosidad y cortesía a los ciclistas, que gracias a su ayuda se pusieron en marcha hacia el Pico Villuercas, donde esperaban otras penas y menos solidaridad.